Martín Berrocal inventa el buey
Entre las cosas importantes que han sucedido en esta feria de Sevilla, está el fracaso del que llaman «ganado comercial». No es sólo que los toritos preferidos de las figuras hayan constituido un timo, como ocurrió con la mezcla de productos de Manolo González y Socorro Sánchez Dalp, sino que, por añadidura, han salido peligrosos.Lo de Martín Berrocal que saltó ayer a la arena era la muestra lamentable de una ganadería descastada. En muchas explotaciones -y ésta debe ser una de ellas- no se hacen cruces mejorantes con el objetivo de conseguir la bravura, sino al revés, y acaba por producir el toro manso.
En este proceso hay un período de tiempo en que verdaderamente salen reses muy aptas para el toreo sin complicaciones, y los que mandan en el cotarro taurino imponen los hierros respectivos para garantizar el lucimiento cabal de los diestros que llevan en exclusiva.
Plaza de Sevilla
Décima corrida de feria. Toros de hermanos Martín Berrocal, desiguales de presentación, mansos, descastados, tres de ellos, también peligrosos. Curro Romero: pinchazo hondo caído, larga espera a que se muera el toro, dos descabellos y se acuesta el animal; rebasó en dos minutos el tiempo reglamentario, sin que le enviaran el aviso (bronca y almohadillas). Estocada huyendo (pitos). José Luis Galloso: bajonazo descarado (palmas). Estocada contraria (larga ovación y ha de salir dos veces a saludar). Manili: pinchazo perdiendo la muleta y dos descabellos (aplausos y saludos). Estocada (aplausos). Curro Romero fue despedido con bronca y lluvia de almohadillas.
Pero esta época de vacas gordas suele durar lo que el clásico merengue a la puerta de una escuela (¿o deberíamos decir lo que el porro en el patio del instituto?), porque esa combinación antinatural de toro que embiste, pero no es bravo, es imposible de mantener en un plazo de tiempo relativamente corto, el factor dominante viene a ser precisamente la falta de bravura. Es decir, inventan el buey.
Y menos mal -menos mal, digo, para las figuras y los ganaderos comerciales- si hasta este manso recréado no le da por salir con genio, pues en tal caso difícilmente lo habrá con peores intenciones. Y así le ha debido ocurrir a la ganadería de Martín Berrocal, cuyos toros salieron ayer, en su justa mitad, además de mansos, peligrosos.
El primero de Galloso y los dos de Manili eran de los que no tienen un pase. De ellos, segundo y sexto pegaban oleadas carniceras, con el instinto de coger, y los toreros se salvaron de la cornada porque fueron precavidos y no osaron pasar más allá de un trasteo por la cara, a la defensiva. El otro, el tercero, era un mulo en toda la extensión de la palabra, al que Manill porfió muy cerca, junto a los pitones, y de esta forma logró sacar algunos pases. Le aplaudieron con justicia por esta labor, que había sido muy valiente. En el que cerró plaza dio también dos valerosas largas cambiadas de rodillas.
Los demás berrocales se dejaron torear de aquella manera, y ya es otra cuestión que los matadores lo consiguieran o no. Curro Romero tuvo el mejor lote (o digamos el menos malo) y le dio lo mismo. De cualquier forma, hizo lo único de calidad auténtica que hubo en la tarde, que fue un quite a la verónica en el cuarto. Ya había toreado muy bien a la verónica en los lances de recibo precisamente en los medios (no pegado a tablas, como acostumbra), pero el quite aún fue mejor Por un momento hubo la ilusión de que le había entrado el ánimo, y quizá fuera así, pues en el prin
cipio de la faena de muleta se le vio anim,oso. Sin embargo, le falló la técnica. El toro pedía más distancia de la que le daba, y otro terreno fuera del tercio, y acaso por ello los derechazos le salieron tropezados y movidos. A la se
Aunda tanda ya se había desconfiado Curro y daba líneas, con su macheteo habitual, nervioso y distanciado. Pegó un espadazo con asco.
El primero de la tarde, aunque manso, mansísimo, también llegó noblote a la muleta, y Curro, W taría más, no se confió, a pesardel aliento del público, que llegó a jalearle dos derechazos corrierldo. Después de una serie de dudas entró a matar a la carrera. El berrocal ni caía ni estaba para descabellar, pero la cuadrillá se puso a pegarle meneos con los capotes y Curro no tenía ninguna prisa por volver a empuñar el acero. Seguro que esperaba a que la hemorragia le produjera al toro un colapso. Mientras tanto se desiataba el escándalo, con lanzamiento de almohadillas, orinales, papeles higiénicos, y el presidente hacía el Don Tancredo, sin enviar el aviso, como era su obligación. No creo que haya en todo el país una presidencia tan incompetente como ésta de la Maestranza. Si por mí fuera, nó sólo le quitaba del palco, sino que le prohibía entrar en la plaza.
Curro salió de la plaza, por quinta vez, a almohadillazos, más sus partidarios recordaban el ,quite por verónicas. No hay que dairle vueltas: el currismo es más fuerte que el propio Currro y su fantasía no conoce límites. Hasta veían vestidos de durse al titular de la causa, que iba disfrazado con un traje de opereta, verde con cabos negros y chaleco rojo, y se lio para el paseíllo un capote de paseo color gabardina.
Otro manso manejable, el quinto, iba y venía sin clase, y Galloso tampoco aportó en el m uleteo la suya, si es que la tiene. La faena fue larga, desligada y sin vibración, hasta que al final dio dos circulares que calentaron al público. Y eso fue todo en una tarde de mansos, donde la mejor esencia estuvo en la taquilla: una vez más hubo un llenazo.
Babelia
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