La holografía, una técnica artística revolucionaria
Primera exposición de imágenes tridimensionales
«El bolograma envía al ojo una imagen coincidente con la que enviaría el objeto real. Se pueden hacer fotografías del bolograma como si fuera el objeto mismo. El relieve, desde el punto de vista visual, es absolutamente real. La imagen virtual funciona igual que la magen real.» Así resumió el especialista en el tema su charla del jueves pasado en el Photocentro.
Hacía tiempo que no veía un público tan pasmado como el que contemplaba las imágenes virtuales, casi fantasmagóricas diría yo, expuestas en su sala de exposiciones: una cajetilla de Marlboro, una copa de vidrio, dos karatekas peleándose, un pájaro moviendo las alas, un tren saliendo o entrando -según se mueva uno a la derecha o a la izquierda- en un túnel... Imágenes tridimensionales convenientemente envasadas en vitrinas o estuches que están, pero no son, o son sólo en cuanto que se ven, pero inmateriales, inaprensibles, fantasmas, en definitiva. Como decía el personaje de La Revoltosa, las ciencias avanzan que es una barbaridad.Esta de la holografía está aún en pañales, esta es una de las conclusiones ostensibles de la muestra. Asistimos a los primeros balbuceos artesanales de una técnica que llegará a revolucionar el mundo de la imagen. No fue esto impedimento, sin embargo, para que una exposición similar -aunque un tanto más espectacular por la escasa noticia que de ella poseemos- en la Tate Gallery, de Londres, constituyera, un verdadero acontecimiento la pasada temporada. El hecho de que estos primeros resultados, por balbucientes que sean, empiecen a circular por los canales artísticos pone sobre el tapete algunas cuestiones importantes.
La aparición de la fotografía, qué duda cabe, contribuyó decisivamente a modificar el papel social de las artes plásticas. A partir de ahí y durante muchas décadas hubo serios motivos para pensar que el avance de las técnicas de reproducción industrial revolucionaría hasta su meollo la naturaleza misma de la producción artística, acabando por arrumbar definitivamente los procedimientos y materiales tildados como tradicionales. Innumerable fue la tinta que se derramó sobre el tema y el número de artistas y escuelas que fueron fascinados por las nuevas posibilidades que la industria ponía a su disposición. Tanto es así que para muchos crear se convirtió en sinónimo de inventar.
La difusión y el perfeccionamiento de la holografia contribuirá a reavivar la polémica en muchos sectores. Una polémica, hay que decirlo, zanjada hace tiempo para una gran mayoría. Paradójicamente, el paso de los años parece haber afectado y envejecido mucho más a cantidad de bibelots mecánicos y cinéticos, artilugios e ingenios de todo tipo, aceros y metacrilatos, a todas aquellas obras, en definitiva, que han basado su principal razón de ser en el carácter novedoso y sorpresivo del material o la técnica empleada, en relación a aquellas cuyos materiales seguían siendo los de siempre.
No significa esto, por supuesto, nada en contra de la holografía. Se está empezando ya a desarrollar en todo el mundo, esto es indudable, una holografía artística, como en su día lo hizo la fotografía, territorio específico con sus propias leyes y circuitos. Hay también ya muchos artistas que la están incorporando a su trabajo y es posible que algunos obtengan resultados interesantes. En España, que yo sepa, tan sólo Yturralde, en Valencia, ha empezado a trabajar con ella. Hay sectores que terminarán por beneficiarse mucho con el invento (el cine, por ejemplo). Pero sobre todo, desde el punto de vista de la fisonomía de la ciudad -ya verán cómo la publicidad es la primera en beneficiarse masivamente del asunto-, la novedad puede llegar a ser tan decisiva como en su día lo fue la luz eléctrica y, posteriormente, el neón. Y el día que en vez de imágenes de hamburguesas y modelos parchís sobre vallas publicitarias nos encontremos con gigantescas hamburguesas y gigantescas modelos, tan reales como la vida misma, invadiendo calles y edificios, todos, seguro, nos divertiremos un poco más y acabaremos dando gracias a la bendita técnica que tanto nos castiga por un lado, pero siempre acaba premiándonos.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.