Ambigua situación en Managua tras la caída de Anastasio Somoza
ENVIADO ESPECIAL«Invito a las fuerzas irregulares a deponer las armas, no ante nada ni ante nadie, sino ante el altar de la historia. Concedámonos una fraternal y recíproca amnistía para que empecemos a regar bálsamo sobre las heridas de la guerra.»
Frases como esta, llenas de retórica, componen la columna vertebral del discurso pronunciado anoche por el nuevo presidente de Nicaragua, Francisco Urcuyo, cuyo contenido y espíritu han sorprendido a todos.
Lejos de aparecer como un mero instrumento de la transición, Urcuyo se presentó ante los periodistas como un patricio político crecido y satisfecho con sus nuevas responsabilidades. No dijo ni una sola palabra que supusiera negociaciones, pactos, propósitos de rápido fin. Tan sólo en una ocasión dijo, con frase que recordó claramente a su precedesor, Anastasio Somoza: «Llamo con fervor al diálogo a todas las fuerzas democráticas, sin exclusiones.»
Urcuyo se deshizo también en elogios a la Guardia Nacional, cuyos nuevos jefes le acompañaban durante la alocución radiotelevisada a todo el país.
El nuevo presidente, elegido por el Congreso después de la dimisión de Anastasio Somoza, no contestó a ninguna pregunta de los periodistas, desconcertados ante el tono del primer mensaje a la nación. No es posible aclarar aún, pues, si Francisco Urcuyo se propone traspasar rápidamente el poder a la Junta de Reconstrucción Nacional o si esta indispensable etapa de la transición se va a prolongar.
Las sospechas de la mayoría de los observadores y corresponsales apuntan hacia un peligrosísimo alargamiento de la situación confusa. La propia actitud de la Guardia Nacional, cuyo nuevo jefe, coronel Federico Mejía, exhortó a los soldados a «redoblar la lucha contra el comunismo», es bien reveladora de que el Ejército nicaragüense no se considera, ni mucho menos, un apéndice infectado de la etapa anterior.En las presentes circunstancias, es casi imposible que el Frente Sandinista de Liberación Nacional, cuyos objetivos primordiales, la dimisión de Somoza y su salida del país, ya están conseguidos, acepte la más mínima imposición de un presidente colocado donde está por las circunstancias y por un ejército cuyo jefe ha huido derrotado.
A la hora de enviar esta crónica no se conocía ninguna reacción oficial de la Junta de Reconstrucción Nacional al discurso de Urcuyo, ni si éste ha hecho variar los propósitos iniciales de dicha Junta de viajar inmediatamente a Managua para hacerse cargo del poder. Todo parece indicar que dicho traspaso no será posible en las próximas horas.
Páginas 2,3 y 4
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