Carta desde la cárcel
Lo que no se ve, titi, bien lo sabes, es como si no fuese; y, como Gracián dijo por el pico de un avechucho burlador, nada es tu saber si los demás ignoran lo que de verdad sabes; y dense ya por entendidas todas las demás prendas, aunque habló ya la reina de todas. Este mal comenzar quiere decir tan sólo que las cosas comúnmente no pasan por lo que son, sino por lo que se parecen. Acabáramos. Más luego están las cosas que ni parecen ser ni estar. ¿Me siguen?En la pizarra bronceada voy a escribirles tres ejemplos de ese vaivén tan sensual entre los seres y los pareceres.
Primer ejemplo: «Un desconocido acaba de apuñalar en Badalona (música de Serrat) a Antonio Vera López, de veintiocho años, natural de Bujalance (Córdoba), por haberse negado éste a facilitarle fuego para encender un cigarrillo. »
Segundo ejemplo: «En la plaza Mayor de Madrid, tres individuos comenzaron a comunicarse entre sí con ademanes de mímica. Como quiera que esto llenó de curiosidad a numerosas personas que se iban concentrando, un policía les llamó la atención, invitándoles a que dejaran de practicar mímica de cara al público que esto presenciaba. Los tres individuos, que hicieron caso omiso al agente, le increparon, formando un gran escándalo público, que terminó con la intervención de los miembros de un coche-patrulla de la Poficía Nacional, que los detuvo y trasladó a la comisaría de Centro, donde se instruyeron las oportunas diligencias. »
Tercer ejemplo: «De madrugada, en la madrileña calle de Arturo Soria, tres individuos atracaron a L. T. M., de 41 años, a quien le despojaron de todo cuanto tenía de valor, así como de 17.000 pesetas que llevaba. Posteriormente, los atracadores produjeron a la víctima lesiones en la región anal, de las que tuvo que ser asistido en la casa de socorro. Una patrulla de la policía, que efectuó una inspección por el lugar y alrededores del suceso, logró detener a uno de los atracadores, al que condujo a la comisaría de Ventas. »
Tres ejemplos nada ejemplares. Los dos primeros pertenecen al reino del ahorro: ahorro de energía, uno; y el otro, de palabras vanas. El tercero se encarga de ilustrar el- despilfarro posterior. Eso parece, al menos. ¿O no serán los tres algo distinto a aquello mismo que parecen ser?
Cuestión de pareceres. ¿Para qué? Para decirles que yo no sé lo-que-se-dice-nada de un preso que se llama Alberto Trasto y Fernández y que vive, entre rejas, en la prisión provincial de Zamora (carretera Almaraz, kilómetro 2). Puede haber apuñalado, robado, matado; ser culpable o inocente de lo que parezca que hizo; sentirse ahora arrepentido o no. Aun sin darme lo mismo, me da igual. Me da igual a la hora de tenderle una mano imposible a alguien que habita en el olvido, sepultado el mañana entre ortigas y sin más horizonte que su sombra. Se llama, ya lo dije, Alberto; y vive en una cárcel de Zamora. Nada sé de él, salvo cuando nos dice, desde Star, en esta carta pública:
«Tengo veintitrés años. Estoy preso, con petición fiscal de veinte a treinta años de cárcel. Tengo todo el tiempo del mundo para recibir tu carta, poemas, ideas o cualquier rollo que me haga olvidar un rato mis cuelgues. No importa sexo (total, aquí); acompaña tu carta con una foto para hacerme una idea de quien me escribe. Enrollaros; estoy muy jodido. Aquí los boquis no nos curran; será la excepción que ... »
Yo no sé qué decirle. Sólo una voz lejana rompe el silencio próximo y habla por mí: «Dime qué son la noche o el día para quien está sumido en el dolor. Dime qué es un pensamiento entre rejas o de qué sustancia está hecho. Dime qué es una alegría y en qué jardines falsos las alegrías nacen. Si un día sales, ¿llevarás el consuelo sobre tus alas, con el rocío, la miel y el bálsamo, o bien la venganza de unos ojos dorados que jamás conocieron la juventud?»
Preguntas encendidas y en forma de un espejo. No estés triste, muchacho. Atrévete a mirarte y contempla la nieve que, en este sábado de un tremendo agosto, ha empezado a caer sobre Zamora.
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