La ficha de dominó
NO HA producido demasiada sorpresa el golpe de Estado en El Salvador, como no la producirá, en su día, el cambio de situación política en Guatemala o en Honduras. El rápido y fácil movimiento militar, del grupo de los jóvenes oficiales, en la República salvadoreña es la primera ficha de dominó que cae en Centroamérica al impulso de la de Nicaragua.Todo parece indicar, por ahora, que se trata de un golpe pactado. Con la anuencia, quizá el impulso, de Estados Unidos y de algunas de las naciones que están ejerciendo una función política general en Latinoamérica, como Venezuela y las otras democracias ya establecidas. Se trata de evitar una situación revolucionaria, una guerra civil y hasta un desenlace como el de Nicaragua; buscando un ejemplo más lejano y más dramático, como el de Irán.
Estamos en una era -durará lo que dure- en la que la contención del revolucionarismo no se intenta ya por la instalación o el sostenimiento de dictaduras, sino por el de democracias debidamente garantizadas: es decir, en condiciones de seguir en relación, y en colaboración, con el mundo occidental; en lo que se refiere a Latinoamérica, mucho más cerca de Estados Unidos que de Cuba. Los grupos de la oposición de izquierdas, aun los fuertemente nacionalistas y, desde luego, los comunistas, están generalmente aceptando estos pactos, sean cuales sean las reservas que mantengan para un porvenir más avanzado. Se trata ahora, sobre todo, de eliminar a los dictadores y de abrir un interregno; de hacer desaparecer la violencia inmediata -en El Salvador había alcanzado ya proporciones muy graves, y los grupos armados de extrema derecha estaban asesinando impunemente cada día, mientras los de la izquierda se preparaban y recibían armas para una posible guerrilla- y preparar el país para unas elecciones que restablezcan las condiciones mínimas de la democracia.
Estas palabras mágicas -elecciones, democracia- han sido ya emitidas por la pareja de coroneles -Jaime Abdul Gutiérrez, Adolfo Arnoldo Majano- que se han hecho cargo del poder mientras el general Romero -el dictador- salía hacia Guatemala, en lo que sigue pareciendo una fuga pactada. El «pensamiento democrático» de los coroneles y los oficiales, y su declaración de que «no soportaban más» la situación de tiranía y la ola de crímenes políticos pueden ser reales, pero pueden ser también el escaparate de un servicio que han de prestar.
Probablemente haya algunas dificultades aún en el período que comienza, provocadas, sobre todo, por quienes temen un castigo a sus actividades y una pérdida de los privilegios conseguidos a costa de la situación -de dictadura; no será tan fácil la resurrección de los partidos políticos, la elección y la aceptación de una mayoría de izquierdas -aun de una izquierda contenida y moderada- que seguramente se producirá, como viene sucediendo en todos estos países que reaccionan así contra los años de tiranía; pero el sistema democrático decidido terminará por implantarse. Y por extenderse a los otros países que están esperando una solución que parece ya decidida. Y que en todo caso valdrá o no valdrá según su capacidad para sacar a El Salvador, como a Nicaragua, como a los otros países, de una situación de injusticia social profundísima. La democracia no puede detenerse nunca en una fachada ni servir solamente de disfraz: termina por agotarse si no va mucho más allá de un mero sistema.
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