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Babrak Karmal, un ferviente prosoviético al timón

A raíz del golpe de Estado que derrocó al presidente Daud, el 27 de abril de 1978, dos hombres encabezaron la nueva jerarquía afgana: Nur Mohamed Taraki y Babrak Karmal, por riguroso orden.Cuatro meses después, el segundo era «depurado» como vicepresidente del Consejo Revolucionario y viceprimer ministro, siendo trasladado de embajador a Praga. Apenas dos semanas después, Taraki denunciaba un intento de golpe de Estado, en el que Babrak estaría complicado, según decisión de un tribunal que dictaminó el caso en el mes de octubre del año pasado.

Babrak fundó, junto con Taraki, en 1965, el Partido Democrático del Pueblo (comunista de tendencia prosoviética). La llegada al poder de ambos hombres ocurrió en un momento en que las fuerzas comunistas afganas estaban escindidas en dos corrientes: la Khalq, de tendencia nacionalista, a la que, sin duda, pertenecía el presidente depuesto, Hafizullah Amin, y la Parcham (bandera), dirigida directamente por Babrak Karmal.

En el interior de Afganistán se definió a este último como «un radical impetuoso», y en octubre de 1978 el periódica occidental Le Monde se refería a él como un seguro hombre de Moscú en el caso de que la revolución afgana sufriera cambios imprevistos por los soviéticos.

Dogmático y apasionado, llevó a cabo un papel fundamental en el golpe contra Daud, en íntima relación con el general Qader, quien dirigió el asalto al palacio presidencial y la maniobra de la aviación.

En octubre de 1978, Babra. planteó una velada queja a Taraki, al plantearle que por aquel entonces gran parte de la facción Khalq del partido, empezando por Amin, estaban al frente de los asuntos del Estado afgano, y el propio Taraki había confesado fechas antes que, sin menoscabo de la alianza con la URSS, no vería mal un «cierto distanciamiento del gran vecino del Norte» (la URSS).

Babrak, que fue acusado en su día «de estar unido a la reacción y al imperialismo», se ha hecho cargo del poder en Afganistán, con toda seguridad, con el beneplácito de sus vecinos soviéticos, en quienes siempre confió y de quien recibió siempre ayuda, aun siendo un simple embajador en Europa

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