El presidente de la CEE predice un futuro sombrío para Europa
La Europa nacida en la posguerra de finales de los cuarenta está a punto de morir. Este año de 1980 es su última oportunidad. Así opina el británico Roy Jenkins, presidente de la Comunidad Económica Europea. En un discurso que pronunció ayer ante el Parlamento Europeo en Estrasburgo, Jenkins esbozó un panorama apocalíptico.
La situación socioeconómica no puede ser más grave. La tasa de crecimiento de Europa en 1980 será inferior al 2%, el paro aumentará hasta el 6% y la tasa de inflación puede acercarse al 12%.Según Jenkins, no se debe culpar de todo al incremento de los precios de los productos petrolíferos. Esta no sería la causa de los males europeos, sino un simple catalizador de una situación cuyos cimientos estaban ya construidos.
Es imposible una vuelta a los felices sesenta. «Los signos de un cambio irreversible son claramente visibles hoy día», afirmó el presidente de la Comunidad Económica Europea.
Jenkins pidió a los países de la Comunidad que hicieran un esfuerzo en el ahorro de energía y en la promoción del carbón y otras fuentes energéticas. Pero si esta cuestión es preocupante, el presidente de la CEE cargó más aún las tintas en el problema del paro, motivado por las innovaciones tecnológicas.
La solución, según Jenkins, podría buscarse en una eficaz colaboración entre sindicatos y Gobiernos. Buena parte de la mano de obra europea tendrá que reconvertirse y cambiar de trabajo. «El paro temporal puede ser el tributo a pagar por el progreso», dijo.
El presidente de la CEE advirtió también sobre la grave situación internacional creada por la invasión de Afganistán, que se ha producido por los mismos días en que inaugurábamos década. Cabe destacar que Jenkins en ningún momento hizo referencia a la próxima ampliación del Mercado Común y al ingreso de España y Portugal.
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