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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Los Juegos Olímpicos, excesivamente politizados

Cuando en los Juegos de Montreal el formidable atleta cubano Alberto Juantorena se proclamó campeón olímpico en la prueba de cuatrocientos metros lisos, al vencer a los dos cuatrocentistas norteamericanos, los comentarios deportivos deberían haber sido algo así: «Juantorena, con una preparación extraordinaria y en un momento de forma magnífico, con su prodigiosa zancada, es el nuevo campeón olímpico. Esta vez los atletas americanos, pioneros de la distancia en los últimos tiempos, se han tenido que conformar con el segundo y tercer puesto.» Comentarios de este tipo hubo pocos, pero en cambio sí se prodigaron los siguientes: «Juantorena ha humillado a los norteamericanos, que esperaban ver de nuevo a sus atletas ganadores. La revolución cubana ha sabido crear atletas capaces de ganar a los yanquis.» Todo esto sobrepasaba los límites estrictamente deportivos pasando directamente a un pequeño pique político.Quienes con seguridad opinaban que uno de los beneficiados de estas medallas era Fidel Castro, quizá no iban muy descaminados. En nuestros días el control y el manejo de los deportistas de élite al antojo de los políticos es evidente por una sencilla razón: si el atleta de alta competición se quiere mantener y superar sus marcas, necesita muchas asistencias, todas ellas subvencionadas por control político. Muchos Gobiernos han escogido a sus deportistas como exportadores de una imagen que no se parecía nada a la realidad social de su país. Menos mal que hoy día, con la multiplicidad de medios informativos, facilidades para viajar, etcétera, hace que se sepa más o menos su situación real, lo que va en favor de una menor manipulación del deportista, que a la vez ve imposible la desvinculación de los políticos.

Esta situación parece irreversible. Ahora bien, lo que colma de verdad la paciencia es que por móviles políticos internacionales se pretenda utilizar a los deportistas. Todos los políticos del mundo hablan sobre el posible boicot a Moscú; los comités olímpicos nacionales andan indecisos y los atletas a los que todavía no se les ha preguntado andan desconcertados. No se conforman con decir que a ellos lo único que les interesa es el deporte y que «pasan» de lo demás. Por tanto, y analizando esta situación, se pueden desglosar tres aspectos: el deportivo, el político y el de los derechos humanos.

En cuanto al primero, la postura está clara: todo atleta quiere ir a la olimpiada porque es el culmen de un trabajo de muchos años de su juventud que prácticamente no se ha dedicado a otra cosa. El atleta no va a los juegos guiado por ningún eslogan, como el que va a unir naciones por medio de la paz. Ni siquiera se ha aprendido tampoco los valores que preconizó Coubertain. Esto suena un poco anticuado. Va porque competirá con unos deportistas extraordinarios, conocerá un poco otro país... En resumen, porque para él es una experiencia inédita.

Cuando el atleta elegido pasea la bandera nacional símbolo del país a lo largo de la pista, esta bandera se está convirtiendo cada día más en un símbolo político en detrimento del deporte.

Respecto al político, nuestra repulsa por cualquier injerencia de este tipo es total. Las pretensiones de James Carter y algún que otro primer ministro son exageradas y nos ponen carne de gallina. Es como si nos estuvieran fustigando constantemente. No obstante, habría atletas que si se les asegurase que no yendo a Moscú el juego político de las grandes potencias que hace peligrar la paz mundial se acabaría, sacrificarían la olimpiada.

Un boicot, si somos realistas, no va a cambiar las intenciones de los políticos. La política va mucho más allá de una simple olimpiada.

El tema de los derechos humanos es el que más hace pensar, y no deja de hacer gracia que un país como Chile sea uno de los primeros en proclamar su boicot.

Que el atleta vaya a lograr mejorar los derechos humanos con su boicot como protesta es difícil, aunque nunca se sabe. Aquí cada deportista más bien tendría que obrar según sus principios; que su conciencia se quede tranquila y satisfecha. Tampoco se han de cerrar los ojos en el tema de Afganistán.

Para algunos intelectuales es fácil hablar de boicot por este tema. No sé si ven cómo se puede truncar la trayectoria de los atletas que lo han puesto casi todo en el deporte. Por el respeto de los derechos humanos en todo el mundo cualquier atleta deja de ir a unos juegos. Seguro.

Está muy claro que las olimpiadas, por estar cargadas de política, van a desaparecer. La ausencia de los norteamericanos en Moscú, sí se hace realidad, será penosa, y el encuentro de todos los deportistas del mundo, imposible. Vamos a la destrucción.

Jenaro Iritia es coordinador de la Comisión Gestora de la Asociación Española de Atletas Internacionales.

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