Radio Nacional divulga la obra de nueve compositores españoles
Cada año, sin mayores pretensiones, los Días de música contemporánea, de Radio Nacional de España, ponen fin a la serie de Lunes musicales. En esta ocasión, los programas estaban dedicados casi íntegramente a autores españoles, ya que sólo la presencia de obras de Cage y Pusseur apoyaron nuestra producción. Por otra parte, en la rueda de los cincuentenarios correspondieron audiciones monográficas a Cristóbal Halffter, Luis de Pablo y Manuel Castillo.
Halffter presentó dos estrenos madrileños, interpretados por el Cuarteto Sonor y Grupo Coral (director: Sabas Calvillo): el Cuarteto número 3 (1978) y las Jarchas de dolor de ausencia, obra reciente que se oirá en el próximo Festival Mundial de la SIMC, en Israel. Siempre interesa este Halffter «de cámara», tan distinto (dentro de la unidad personal) del vigoroso vitalista sinfónico. Siete jarchas de poetas hispanohebreos e hispanoárabes han sido tratadas de modo personal por el compositor, que hace de ellas homenaje a Américo Castro. No hay afán erudito en cuanto al material musical, y sólo encontramos alguna alusión estilística. En el Cuarteto, Halffier flexibiliza aún más su dialéctica del segundo (1970), pero mantiene un tipo de « ideal sonoro », refinado y bien contrastado, que ha presidido otras partituras camerísticas suyas.El Atelier de Musique de la Ville d'Avray, dirigido por Jean-Louis Petit, mostró una serie de páginas de Luis de Pablo, pertenecientes a distintas épocas: Recíproco (1963), Ein Wort (1965), Promenade sur un corp (1970), Lerro (1977) y Dibujos, estas últimas, estreno en España. Lerro, para flauta, es una breve pieza, lineal, directa y sin intención virtuosística. Dibujos (París, 1979) supone una nueva redacción de Affeituoso, para piano. En realidad, el primer original sirve corno punto de partida para algo distinto, preciso y de evidente belleza sonora. Virtuosista es el Promenade, para flauta y percusión, dentro de un lenguaje muy evolucionado. Recíproco y Ein Wort (sobre G. Benn), quedan con sus valores respectivos pegados a sus fechas, a modo de excelente anuncio de lo que sería la personalidad del compositor bilbaíno.
Del sevillano Manuel Castillo no puede decirse que sea un retrógrado, ni siquiera un conservador. Pero sus supuestos estéticos circulan por otros caminos y se derivan muy directamente de unas tradiciones que acepta sin conformismo. Castillo, al piano, nos hizo escuchar Toccata (1952), de un «modernismo» filorraveliano y de gran brillantez para un músico veinteañero; Sonata (1972), en un solo movimiento que subsume los tres tradicionales. Se mueve dentro de la tonalidad con gran libertad y alterna expresiones líricas con otras más acres y algunas meditativas, sin olvidar un virtuosismo sustantivo. Tempus, un encargo de RNE para celebrar el cincuentenario, apunta hacia solucionesque podrían denominarse «neorrománticas», a partir de una consideración de «la duración vivida por la conciencia». Con Paloma Pérez Iñigo, Manuel Castillo interpretó dos ciclos de canciones (sobre Mena y M. Machado), el primero, de 1958, y el segundo, de 1974. De escritura sobria y voluntad evocativa, la fusión entre texto y música se realiza con autenticidad.
Junto a Mnemosyne Iy II, de Pusseur, y Ocho Mesostics, de Cage, Esperanza Abad fue creadora inteligentísima de Lágrima, de Antonio Agúndez, ensayo exhaustivo de posibilidades vocales alíricas e inhabituales, e Improperia, bellísima página de Miguel Alonso. En un lenguaje actual, tras el que me parece reconocer viejas y profundas emociones de la música religiosa, la cantante, en unión de una cinta con la parte de narrador, coro y percusión grabadas, el compositor exalta el contenido y la prosodia de los textos latinos y nos da algo fuertemente expresivo. Más aún: de singular emotividad.
José Luis Temes y el Grupo de Percusión de Madrid seleccionaron cuatro autores españoles: Francisco Guerrero parte, como otras veces, de ciertos elementos populares muy sintetizados para estructurar su Acte prealable, a lo que se añade un orden estricta mente calculado y, sobre todo, la imaginación sonora característica del granadino por adopción. Flor sin tiempo, de Llorem; Barber, resulta directa, sencilla de medios, clara de intenciones y lejana de los convencionalismos vanguardistas. De no menor simplicidad, por la limitación de me dios, son los Juegos rítmicos, de Juan Briz, autor aragonés de positivo talento, cuyo Homenaje a Bruna o la aún no estrenada partitura sobre Aleixandre con firman y aumentan los perfiles de su personalidad. En fin, Tomás Marco (inteligente comentarista del ciclo) suma a sus formulaciones «culturales» Tartessos, casi una adivinación intrahistórica, lúdica y brillante. Las cuatro obras eran estrenos madrileños.
Babelia
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