Guerra de comunidades
La crónica del corresponsal de EL PAIS en Vitoría, correspondiente al 30 de julio, recoge las siguientes declaraciones de Alejandro Rojas Marcos: «Debe comprenderse que exista una desconfianza inicial hacia cualquier ciudadano vasco que allí (en Andalucía) aparece, porque no se sabe si apoyan o no a la violencla».Las recientes detenciones de miembros de Euskadiko Ezkerra pusieron de relieve la amalgama hecha por el ministro del Interior entre combatientes armados y políticos abertzales. ¿Pretende quizá el señor Rojas Marcos «desbordar» al ministro del Interior extendiendo la identificación a todo ciudadano vasco? En otro orden de cosas, ¿se da cuenta el señor Rojas Marcos de la auténtica puñalada trapera que con sus argumentos infiere a los emigrantes andaluces que pretende defender? ¿Qué ocurriría si algún político desaprensivo pero «popular» estableciera a su vez, en Euskadi o Cataluña, la amalgama entre Andalucía y la actitud sistemáticamente antivasca y anticatalana de ciertos líderes del PSA?
Al principio de la llamada transición política, la aparición de una bandera andaluza en un acto catalinista del Palau Blau-Grana suscitó una clamorosa ovación. Este hecho resultaba altamente esperanzador para aquellos que durante el franquismo habíamos visto cómo, por ausencia de cauces políticos, el catalanismo se manifestaba en ocasiones bajo la forma degradada de menosprecio a la población inmigrante.
Con su actitud irresponsable, el señor Rojas Marcos despierta de nuevo el fantasma de la guerra de comunidades. Un sector de su electorado se lo agradecerá. Desde luego, no los inmigrantes andaluces. /
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