Reflexiones ante la conducta política de Alejandro Rojas-Marcos
Estoy siguiendo con todo interés las andanzas veraniegas del señor Rojas Marcos. Soy viejo amigo suyo, desde los tiempos en que venía por Cuadernos para el Diálogo, allá por los últimos años sesenta, y desde que era concejal de representación familiar en el Ayuntamiento de Sevilla. También tuve más contactos cuando vino a trabajar a Madrid, como gerente de una empresa de construcción y de proyectos, si no recuerdo mal, cuando tuvo problemas con su trabajo y con sus negocios sevillanos. Recuerdo también que, cuando, en 1972, se resolvió el problema del PSOE del exilio y el partido potenció su trabajo en plenitud en el interior, y yo me incorporé por aquellas fechas al partido, tuve con él una comida, a su instancia, en la que se interesó por mi incorporación al PSOE y pensó él también en pedir el ingreso. Yo se lo aconsejé como la única alternativa posible para que pudiera haber alguna vez un Gobierno de izquierdas en España.Después he venido observando, desde la llegada de la democracia hasta hoy, que el centro principal de sus ataques ha sido siempre principalmente el PSOE y no la UCD. Cuando se produjo la investidura del presidente Suárez me resultó chocante que votase favorablemente y, sobre todo, que lo justificase por la concesión de un grupo parlamentario para el PSA, concesión principalmente de UCD. Resultaba, pues, que para Rojas Marcos lo más importante, más importante que el buen o mal Gobierno en España, luego se vio que malo, era tener un grupo parlamentario propio en el Congreso. También me producía perplejidad que no entendiese que UCD quería, con esa presencia del PSA, disminuir la indiscutible hegemonía del PSOE en Andalucía y, por consiguiente, una hegemonía imprescindible para que la izquierda tuviese opción de Gobíerno en España. En definitiva, que no entendiese que su afirmación y su fortalecimiento eran una barrera nara la única alternativa de izquierdas posible. También me ha resultado siempre inexplicable que, ante la agresión de Suárez y de su partido a Andalucía, intentase decir que el PSOE también era responsable por haber votado a favor de la ley de Referéndum. Y, en este caso, mi extrañeza adquirió carácter de alarma, porque Rojas
Marcos sabía que eso no era cierto sabía que, para que el referéndum andaluz tuviera lugar el 28 de febrero, era imprescindible la aprobación de esa ley de Referéndum, y que, para ello, eran indispensables los votos del PSOE. Si el PSOE hubiera votado en contra, no hubiera habido ley, y, por consiguiente, tampoco referéndum. Es más, el día de aquella votación tuve una conversación con él, a la salida de los servicios del Congreso, y en ella, al preguntarme cuál iba a ser nuestra posición, le dije que tendríamos que votar a favor si queríamos de verdad que hubiese referéndum en Andalucía; coincidió conmigo en eso, y cuando yo le pregunté qué iban a hacer ellos, me dijo que aún no lo habían decidido. ¿Cómo se puede decir, después de esto, con sériedad, que e PSOE también es culpable por haber votado la ley de Referéndum?
Pero ya, este verano, después del voto de censura, mi extrañeza se convirtió en estupor. He visto a Rojas Marcos convertirse en el campeón de la continuidad de Suárez y en el entusiasta defensor de la coalición con nacionalistas catalanes y vascos. Ha visitado a Pujol a Roca y a Garaikoetxea, y no ha tenido ningún interés en hacer lo mismo con el PSOE para analizar la situación política después del voto de censura. Su entusiasmo por el acuerdo Suárez y nacionalistas ha trascendido a toda la Prensa reiteradas veces, e incluso. ha dicho que esa coalición es buena para la autonomía andaluza.
Esto último ha roto todos mis esquemas, porque a Rojas Marcos te consta, como a mí, que han hecho gestos positivos para impedirla. Voy a explicarlo, porque Rojas Marcos ha ocultado esos hechos al hacer esa afirmación de que la participación de los nacionalistas vascos y catalanes en el Gobierno es positiva para la autonomía de Andalucía. En efecto, cuando se votó la toma en consideración de la modificación de la ley de Referéndum para hacer posible la repetición del referéndum en Almería, perdimos aquella votación por un voto, y Rojas Marcos sabe, porque se lo dije yo, que la Minoría Catalana tenía un pacto secreto con Pérez-Llorca para pasar en secreto los votos «no» necesarios para que no prosperase la repetición del referéndum en Almería. ¿Si esto es así, y si los vascos no estuvieron presentes, por qué oculta esos datos a los andaluces, valora positivamente la alianza UCD-Convergencia-nacionalistas vascos y sigue atacando a los socialistas? Ciertamente no es fácil encontrarle una explicación razonable al hecho, cuando además añade el señor Rojas Marcos, para desviar la atención, con una osadía increíble, una de las falsedades sin pruebas más grande que se ha dicho nunca, con la intención de manchar la dignidad y la trayectoria política del PSOE, al hablar de que estamos favoreciendo un Gobierno presidido por un militar. Da toda la impresión de que se ha lanzado a una campana a cualquier precio por la continuidad de Suárez y para disminuir el efecto inmenso que ha producido en los ciudadanos el voto de censura.
Por fin, obtiene la constitución de un grupo andaluz en el Parlamento catalán, sólo con dos diputados, por el apoyo que le da la derecha de aquella comunidad autónoma, y con la oposición de la izquierda, y nos quiere vender la imagen de que con eso defiende a los emigrantes andaluces. ¿Hace con ese planteamiento un análisis de izquierdas y obtiene con su grupo parlamentario beneficios para la izquierda? Evidentemente, si estudiamos el tema con seriedad, veremos que se trata también, y una vez más, de meter una cuña que cierre el paso a la'alternativa socialista en la segunda zona del país, Cataluña, donde ésta era hegemónica.
Mi perplejo análisis me lleva a la misma síntesis que, apretada y tajantemente, planteó mi querido amigo y compañero Guillermo Galeote. Pero yo prefiero el análisis a la síntesis y he preferido explicitar mis reflexiones, mis razonamientos y, en definitiva, mi perplejidad. Sólo se puede engañar a algunos todo el tiempo y a todos algún tiempo, pero no a todos todo el tiempo. Yo creo en la democracia y en la madurez, en el razonamiento y, sobre todo, en la conciencia moral de los ciudadanos y, por eso, estoy seguro de que otros habrán ya llegado a mis mismas conclusiones y, poco a poco, la lucidez se impondrá para desvalorizar esa conducta política.
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