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Dar a Bakunin la última palabra

Alvin Gotildner llegó a Madrid el martes 9 de diciembre del año que termina, para una estancia de siete días. La tarde del día 9 dio una conferencia sobre el tema La última batalla de Marx versus Bakunin. Su reflexión se desarrolló en dos planos diferentes. En primer término, en el plano de la sociología de la sociología, es decir, del análisis de las condiciones sociales de los debates acerca de la sociedad y sus posibles reformas. En segundo término, en el plano de la validez de las proposiciones teóricas de Marx y de Bakunin, a la vista de la experiencias histórica posterior. En este sentido, su discusión constituyó lo que, a mi juicio, es una especie de irónico neobakurtinismo. Neobakuninismo sólo en el sentido de dar a Bakurtin la última palabra, por ahora, de aquel debate: la palabra de quien ve en intelectuales y burócratas, unidos, una fuerza temible de apropiación de la realidad a costa de la sociedad civil. Irónico, porque al subrayar Gouldner los factores comunes en Marx y Bakunin, su condición de hermanos enemigos, no pudo sino señalar también que compartieron no sólo impulsos y visiones, sino, asimismo, graves ignorancias, malentendidos y desmesuras.Al día siguiente, el miércoles 10 de diciembre, Gouldner dio un seminario sobre Intelectuales y artesanos ante la revolución de 1848. Aunque centrada en la discusión de un material histórico, su exposición estuvo orientada hacia la exploración de varios temas teóricos: en el campo de la sociología de las ocupaciones, la sociología de la revolución, la sociología de la intelligentzia y la sociología del conocimiento. Su reflexión tomó la forma de un movimiento de tenaza. Partió de una reevaluación del papel de los artesanos en la formación de los movimientos sociales del siglo pasado, un balance de sus recursos organizativos e ideológicos propios y un análisis de su percepción de las circunstancias presentes como una amenaza múltiple a sus formas de vida, sus niveles económicos y su estado. Yendo al otro extremo, Gouldner se preguntó a continuación sobre las condiciones del surgimiento de la protesta en los medios estudiantiles e intelectuales, hasta qué punto estaba ésta vinculada con una coyuntura de sobreproducción relativa de intelectuales y en qué medida estaba estimulada por la aparición de nuevas formas de comunicación social, como la Prensa. Para terminar, se interrogó sobre el juego de alianzas y desconfianzas en el que intelectuales y artesanos, en tales circunstancias, estaban abocados a comprometerse.

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Los días siguientes fueron distendidos y hospitalarios. Tiempo para compartir campos abiertos, calles antiguas, pinturas y largas conversaciones erráticas y amistosas. Parecía el encuentro con algo grato y próximo. Era, sin embargo, una despedida. En la noche del lunes 15 de diciembre, yendo a cenar, Gouldner sintió de repente cansancio y desconcierto. Se apoyó sobre un coche. Su mirada era suave y, en el recuerdo me parece, concernida por el dolor que iba a causar, y sabía. Le vi caer lentamente, inerme. Su mujer intentó reanimarle. Murió casi inmediatamente.

Alvin Gouldner ha sido una de las figuras claves de la sociología contemporánea, testigo y protagonista de lo que anunció en uno de sus libros como Coming crisis of western sociology. Su punto de arranque fue la discusión teórica y empírica del tema de la empresa, la burocracia sindical y los obreros industriales en Estados Unidos: un tema ausente entonces de la discusión de la sociología académica. Pero su ataque a la sociología establecida fue mucho más lejos. Consistió en lo que retrospectivamente cabe considerar como una gigantesca operación de descentralización de la sociología occidental: forzándola a preguntarse por sus orígenes, las condiciones históricas de su existencia y la naturaleza de su oposición al otro saber social también académico, también establecido y también convencional, es decir, el marxismo.

La tarea de Gouldner durante estos últimos años ha consistido en analizar la estructura de estos saberes y reconstruir la trayectoria que en ellos termina, hasta alcanzar su fuente: los valores y los intereses de grupos sociales específicos, los intelectuales en primer término, al tiempo que, nostálgico de una comunidad, impulsaba la aventura interdisciplinar de Theory and society. Y todo ello como un proceso de reflexión sobre sí y de depuración del conocimiento verdadero: alerta, consciente de los límites de lo que puede prometer, veraz en el cumplimiento de sus promesas.

No estuvo interesado Gouldner en construir espacios domesticados donde colocar la realidad fragmento a fragmento, meticulosamente explicada o meticulosamente encajada con el resto del rompecabezas para producir la ilusión de la totalidad. Su impulso fue explorar grandes espacios abiertos.

Víctor Pérez Díaz, autor de una reciente Introducción a la Sociología, es profesor en la facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense.

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