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Reportaje:

Las grandes decisiones se toman también en torno a una buena mesa

Sin pecar de exageración, se puede afirmar que la historia social, política y económica de la España de las últimas décadas se ha escrito en los restaurantes de Madrid. La transición de la dictadura a la democracia ha tenido como marco de excepción los establecimientos gastronómicos de la capital: presentación de líderes, presentación de programas electorales, pactos de Gobierno con las. nuevas formaciones políticas, pactos de éstas entre sí, contactos de empresarios y trabajadores, contactos de periodistas y figuras de la vida pública, etcétera.Sin embargo, de dos años a esta parte ha surgido la moda de los comedores privados; comedores instalados en el mismo edificio del banco, de la empresa o del ministerio. Con esto se evitan desplazamientos y se rebajan las enormes facturas que su personal presenta cada vez que prepara un ágape. El Banco Popular y el Banco Urquijo han abierto restaurantes en sus sedes; allí se celebran los almuerzos de trabajo de sus ejecutivos y se ve con frecuencia a los directores de la entidad. El Instituto Nacional de Industria (INI) recomienda a sus hombres que utilicen los comedores del piso alto del edificio para sus contactos con señores ajenos al Instituto. El ministro de Transportes, José Luis Alvarez, tiene en su despacho una mesa ovalada donde celebra almuerzos con sus colaboradores e incluso con la Prensa.

Y hablando de comedores privados, el próximo martes se reunirán en el del Banco de España el presidente de Gobierno, Leopoldo Calvo Sotelo; el ministro de Economía, García Díez; los presidentes de los siete bancos más importantes del país, y el presidente de la Asociación Bancaria, Rafael Termes.

Hay una segunda tendencia para comer y negocia.: las casas particulares. Un individuo no significado invita a almorzar a dos personalidades de la política y el mundo del dinero; un rato antes de la comida les deja solos para que hablen de sus cosas. Y si les acompañan las señoras, en el momento del café se retiran a otra habitación, como se hacía en el siglo pasado. Otro individuo prepara un banquete para celebrar su santo, e invita a quince o veinte personas de profesiones diversas; después de comer se reúnen en grupitos y arreglan sus asuntos.

Los cuatro tenedores, al completo

Sin embargo, los restaurantes no se han quedado vacíos. La clase política y empresarial sigue acudiendo a ellos masivamente. A partir de las dos y media se produce el lleno y es corriente ver las mesas ocupadas exclusivamente por hombres trajeados. La categoría y el precio del establecimiento determina el tipo de clientela.Los banqueros y los empresarios se inclinan por los restaurantes de cuatro y cinco tenedores, donde el plato cuesta entre las 1.700 y las 3.000 pesetas. Jockey, Zalacaín, Horcher, El Bodegón, Maite, Club 31, Nicolasa, Lhardy, son los más frecuentados. El relaciones públicas o jefe de Prensa del hombre público tiene una lista de diez o quince restaurantes que le gustan a éste y va organizando las convenciones en ellos por turno. Jockey y Zalacaín son los de moda actualmente. Jockey fue el primer restaurante de Madrid que puso salones privados; desde su fundación, en 1945, ha servido comidas a los más altos personajes de la vida política y económica. Cuando Arias Navarro era presidente del Gobierno encargaba el almuerzo a Jockey, estuviera solo o acompañado, y lo degustaba en su despacho de Castellana, 3. En Jockey comen el marqués de Tejada, director general de la Confederación de Cajas de Ahorro y presidente de Finanzauto; García Escámez, presidente del Banco Central; Ferrer Salat y José María Cuevas, presidente y secretario, respectivamente, de la CEOE, y, en general, toda la gente de Madrid y de fuera que dispone de una buena chequera. Zalacaín, inaugurado hace ocho años, es el restaurante de los banqueros y empresaríos de nuevo cuño, ejecutivos jóvenes que empezaron su carrera en los albores del presente régimen. Los hombres de empresa vascos lo visitan cuando están en Madrid, por eso de que es cocina de su tierra.

Los ministros, peores clientes

Los ministros, cuando acceden al puesto, cambian sus costumbres y se les deja de ver en los restaurantes. Las medidas de seguridad, que tanto les impresionan, son más flexibles cuando comen en el ministerio. Claro que hay excepciones. El presidente de UCD, Rodríguez Sahagún, en su etapa de ministro de Defensa era asíduo de La Fragua, el restaurante favorito de los ejecutivos de bancos menores. Ahora no va a un sitio fijo. Los ex ministros Leal y Abril Martorell se han dejado ver con frecuencia en El Escuadrón. Martín Villa visita Solchaga, establecimiento del locutor de Televisión Española Fulgencio Scilchaga, En cambio, el presidente del Gobierno, Calvo Sotelo, es hombre de hábitos austeros: hasta hace poco comía diariamente en la sed e del Ministerio de Comercio, del que era titular.En las inmediaciones del palacio del Congreso hay una serie de restaurantes y tascas, de precio medio, donde suelen comer los diputados los días que se celebra Pleno. Los más habituales son los de provincias, que, a mediodía se quedan cerca del palacio en vez de trasladarse hasta su hotel.

En Bonifacio se reúnen los parlamentarios gallegos del PSOE. En Edelweis, Las Cortes, Angus, Manolo y Los Pinchitos comen grupitos de tres o cuatro diputados que tienen algo que hablar entre sí. Cuando el Pleno se prolonga hasta entrada la noche, los congresistas se toman una copa y un bocado en el Vips de Velázquez. En la Taberna del Prado, también muy frecuentada por prpximidad a la sede de los grupos parlamentarios, se han instalado teletipos para tener inforntados constantemente a los clientes. El restaurante Medinaceli se visita menos, porque es caro hasta para el bolsillo de un diputado; se han celebrado allí ciertos encuentros con la Prensa.

En todos estos establecimientos se fue fraguando el consenso durante las jornadas constitucionales. Socialistas y centristas pactaban uno a uno los artículos de la Constitución delante de un buen menú. El acto final del consenso tuvo lugar un poco más lejos, en el Rugantino, en la calle de Velázquez, con asistencia de Abril Martorell, Peces-Barba y otros personajes de ambos partidos.

Los líderes se quedan muy rara vez, es más fácil encontrarles en los restaurantes próximos a la sede de su partido. Felipe González, cuando no puede ir a casa, suele comer en establecimientos de tres tenedores de Cuatro Caminos y Chamberí, como El Pez Volador o El Parrillón. Santiago Carrillo y sus camaradas son aficionados a Torresnarigües, un local de tipo andaluz, donde se escucha cantejondo. Fraga cambia mucho de restaurante porque le gusta variar el menú, pero se le ve a menudo en El Horno de Santa Teresa.

Los curas no hacen ascos.

El sector religioso, por su parte, se ha lanzado a la vida pública y hoy día es normal ver entrar en cualquier restaurante a tres señores con hábito, por muy de lujo que sea el restaurante en cuestión. Los religiosos prefieren celebrar sus encuentros en casas y conventos de su condición; es un modo de garantizar el secreto de la conversación. Pero nunca ponen peros cuando les invitan a comer los seglares. Tarancón come algunas veces en Zalacaín. Martín Descalzo, ex director de Blanco y Negro, frecuenta Casa Ciriaco. Y los secretarios de las comisiones episcopales visitan Andújar, establecimiento que les cae cerca de su sede.Casa Ciriaco es también la predilecta de Ramón Tamames, primer teniente de alcalde de la Villa, por su calidad y sus precios. A él le gustan los buenos restaurantes, pero cada vez le es más difícil ir a ellos por sus precios. También el alcalde, Tierno Galván, come en locales de tres y cuatro tenedores: El Cuatro, Los Porches, Guría y La Ancha.

Los lideres sindicales, por motivos económicos y biológicos, suelen comer en tascas y restaurantes modestos cercanos a sus locales. Marcelino Camacho ha de seguir un régimen alimenticio y prefiere comer en casa; pero si hay que salir se tira por el marisco de Aymar. Nicolás Redoiido celebra los encuentros de su sindicato con la Prensa o con delegaciones extranjeras en El Labriego, restaurante que empezó a frecuentar en tiempo de tolerancia, pero de ilegalidad.

El rey Juan Carlos, cuando sale con sus amigos o con su cuñado Constantino, visita, más que los restaurantes de cinco tenedores, El Amparo y Casa Lucio, de cuatro y dos, respectivamente.

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