Las palabras del Rey
Cuando la historia estudie este importante primer trimestre español de 1981, no podrá prescindir de dos discursos del Rey pronunciados con un mes de diferencia: el que dirigió a los políticos al día siguiente del intento de golpe de Estado y el que ha tenido ahora por destinatarios a las fuerzas militares. ( ... )Les ha exhortado a acatar siempre la Constitución y las leyes, mientras no se deroguen, y les ha advertido de las consecuencias trágicas que podrían tener los impulsos irreflexivos, por mucho que partieran de un sentimiento de dolor o frustración ante provocaciones y atentados.
No les ha pedido que se crucen de brazos, sino que les ha impulsado a pasar de una actitud defensiva a una actitud de verdadera ofensiva contra el terrorismo y los íntentos de destrucción de España (ahí está la decisión de que el Ejército participe en la lucha antiterrorista); pero siempre con acatamiento disciplinado a la jefatura del Estado, a las decisiones del Gobierno y a la Constitución.
Algunos observadores, tras el golpe de Tejero, especularon sobre la «democracia vigilada» que viviría el país en adelante, considerando que el poder militar vigilaría estrechamente, desde la retaguardia, lo que hiciera la clase política. Calvo Sotelo rechazó la expresión y dijo que la nuestra sería en todo caso una «democracia vigilante» (contra el terrorismo, por ejemplo). Ahora el Rey ha redondeado la configuración del sistema que se considera deseable para España en estas horas. Será una democracia vigilante y la vigilancia no la ostentará un poder sobre el otro, sino los dos a la vez sobre los enemigos de la libertad.
Barcelona, 26 de marzo
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