"Mitterrand ha preconizado un cambio de sociedad que ahora desea hacer olvidar" según Raymond Aron
Raymond Aron, filósofo y sociólogo francés, fue amigo y compañero del fallecido Jean-Paul Sartre. Ambos llegaron a fundar Tiempos Modernos, la revista más influyente de la posguerra en la intelligentsia gala. Pero su evolución fue distinta. Aron es autor de La filosofía crítica de la historia, Opio de los intelectuales y Sociedad industrial y la guerra, por citar tres ejemplos de una obra importante. Siempre colaboró en la Prensa y actualmente lo hace cada semana en el semanario L'Express. Según un estudio efectuado semanas atrás, un año después de la muerte de Sarte, Aron es hoy uno de los tres intelectuales más influyentes en la sociedad francesa, al lado del filósofo Michel Foucault y del antropólogo Claude Lévi-Strauss.
Pregunta. Si le parece empecemos por el final: ¿quién va a ganar la elección presidencial del domingo?Respuesta. No es fácil arriesgar pronósticos, porque la derecha y la izquierda se aproximan en Francia. Pero, hoy, en función de las intenciones de voto y de los sondeos, creo que va a ganar Mitterrand.
P. En tal caso, a juzgar por los ataques de la derecha durante la campaña, Francia estaría amenazada por el colectivismo, por el cambio de sociedad. ¿Cree usted que son de actualidad esas perspectivas?
R. Desgraciadamente, sí. Y también se podría decir que no. Cuando Mitterrand rechaza esos peligros, habla de él. Pero su proyecto socialista no es reforma, sino que es ruptura -con la sociedad actual. Cabe pensar que no va a aplicar ese proyecto, puesto que no ha aludido a él durante la campaña, en la que su discurso se manifestó compatible con la sociedad actual. Pero él no es socialdemócrata más que en teoría. Tanto el programa común de la izquierda como el proyecto socialista, conllevan nacionalizaciones esenciales, hacen desaparecer la enseñanza privada, transforman la gestión de las empresas, sugieren transformaciones que cambian la sociedad presente. En fin, quizá Mitterrand no tiene intención de. realizar todo esto, pero lo cierto es que él no se declara socialdemócrata. El se sitúa, poco más o menos a medio-camino entre el socialismo de la URSS y las socialdemocracias. Y esto no existe en parte alguna. Por otro lado, es él quien ha promocionado el «cambio de sociedad» que, ahora, desea hacer olvidar. En resumen, todo es una incertidumbre con Mitterrand.
P. Hace muy pocos meses aún, a Mitterrand se le consideraba un cadáver político y, paralelamente, se pensaba que las presidenciales serían un paseo para Giscard d'Estaing. Ahora, la campaña ha revelado que Mitterrand está vivo aún y que el antigiscardismo en Francia es profundo. ¿Cómo interpreta estos hechos?
R. Eso son los sondeos. Es el peligro de los sondeos. En siete años, Giscard ha alienado a una fracción de sus electores, pero los sondeos que lo daban fácilmente vencedor hace seis meses no querían decir nada. Por lo que se refiere al antigiscardismo, a mi modo de ver, se debe a dos fenómenos. En primer lugar, un sentimiento del chiraquismo, una incompatibilidad profunda que, en términos políticos, se traduce en el deseo de Chirac de convertirse en el jefe de la oposición, en espera de que Mitterrand no dure los siete años de su mandato. Pero existe un segundo fenómeno más sutil: Giscard es un tipo de hombre que no encarna a una tradición francesa. El se reclama de los orleanistas, es decir, conservador, modernista y liberal. Este tipo de hombre es brillante, literariamente hablando, pero no gobierna. En Francia hay que ser de derechas o de izquierdas. Si Giscard pierde, será porque una fracción de la derecha le detesta totalmente.
Al analizar ese antigiscardismo del que usted habla, también cuenta el desgaste del poder: hace veinte años que Giscard está ahí. En tal situación, si Mitterrand ganase, representaría la resignación.
P. El fracaso del Partido Comunista en la primera vuelta, ¿piensa usted que es coyuntural o responde a una evolución de la sociedad francesa que conlleva el declive de los comunistas?
R. Hay que ser muy prudente sobre esta cuestión. En parte, su fracaso es coyuntural, como consecuencia de la campana absurda que ha realizado: no se puede ser enemigo de Giscard y, al mismo tiempo, no querer votar a Mitterrand. Pero es cierto que puede tratarse de un declive histórico. Es sintomático que, hoy, la denominada intelligentsia ya no es marxista-leninista. Y más sintomático aún que el PCF ha perdido influencia en la región parisiense, que ha sido siempre un anticipo político de lo que ocurre después en el resto del país.
P. Giscard se propuso, al inicio de su septenato, recortar la influencia comunista y la gaullista para instaurar en Francia una política de centro que facilitara la alternancia sin los comunistas. ¿Ha fracasado?
R. Giscard, en efecto, ha querido encarnar esa política de centro, liberal, modernista y conservadora, sin el nacionalismo frenético del gaullismo. Pero si ahora pierde las elecciones, Chirac representará la derecha. Y Chirac se sitúa muy a la derecha para favorecer la alternancia con la izquierda. Giscard, sin duda, debía poder continuar su experiencia. Y lo cierto es que la sociedad francesa ha evolucionado: Giscard, según prueba la primera ronda, ganó en regiones en las que apenas contaba. Y lo contrario. La izquierda, por su lado, no progresó e incluso retrocedió en las que era fuerte, y la inversa igualmente. Esto quiere decir que la sociedad francesa tiende hacia la homogeneización.
P. ¿Qué quiere decir, políticamente, esa homogeneización?
R. Que ha habido una transformación socioeconómica del país y que se ha hundido la influencia de la Iglesia,- que era la que mantenía el voto de derechas.
P. La eventual elección de Mitterrand, ¿qué significaría en el plano europeo?
R. Mitterrand es el mundo de lo desconocido. Ni se sabe con quién va a gobernar, ni cómo, ni con qué objetivos. En el plano europeo, su elección representaría un desastre: el entendimiento franco-alemán se tambalearía, puesto que Schmidt ya está en peligro y la victoria de Mitterrand sería la de Brandt, y esto arreciaría los ataques contra el canciller actual. Francia desaparecería de la escena europea y de la mundial al estar absorbida por sus problemas internos.
P. Con Mitterrand o con Giscard, ¿existen posibilidades de que mejoren las relaciones franco-españolas con el inicio del nuevo septenato?
R. Mire usted, no nos engañemos: las relaciones franco-españolas han sido siempre malas. La evolución histórica diferente de los dos países quizá ha influido. Por muchas razones, lo cierto es que eso es un hecho. Actualmente, el problema vasco y la adhesión española a la CEE parece que son los dos motivos de discordia. Yo pienso que, quizá, la policía francesa podía hacer algo más de lo que hace, pero también es cierto que España tiene una cierta tendencia a exportar las responsabilidades. Otro tanto ocurre con el asunto de la CEE. Yo no sé en qué medida el peligro de golpe militar es una razón para que España entre en la Comunidad más rápidamente, pero esta última sabido es que se confronta con problemas propios enormes y, repito una vez más, España creo que culpa excesivamente a Francia».
Hay que desarrollar las relaciones intelectuales entre los dos países, que apenas existen.
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