El feo era el bueno de la película
Como en las películas de misterio y paradoja, la sorpresa para el público fue que el bueno era el que menos lo parecía; feo además, desgarbado, hecho un Adán. De Albacete. La expectación por la corrida rayaba en lo demencial. Pudo haber tiros por conseguir una entrada. En la empresa cazaban moscas, porque no podían atender los compromisos. No se sabe qué esperaba ver la gente, pues en esto del toreo las cosas están más o menos claras. Mejor dicho, si se sabe: esperaba un milagro.Esperaba el milagro de un Paula y su embrujo confiándose con los toros; esperaba el milagro de un Paquirri recuperando la torería que demostró una tarde de abril, en la Maestranza, quizá por una vez y sin que sirva de precedente. Y nada más. El tercero era un relleno. ¿De quién se trata? ¡Ah!, sí, es el de Albacete, ese que da circulares y cuaja suertes de lo inverosímil en Valencia y otras plazas de por ahí, según dicen.
Plaza de Las Ventas
21 de mayo. Octava de feria. Toros de Torrestrella, bien presentados, cumplieron con los caballos, manejables, con tres ejemplares muy boyantes. Rafael de Paula: Estocada corta trasera y caída (bronca). Pinchazo y media bajísima huyendo (bronca). Paquirri: Dos pinchazos bajos y bajonazo (bronca). Estocada (fuerte división y saludos). Dámaso González: Pinchazo, estocada corta caída y descabello (oreja y vuelta clamorosa). Estocada caída (oreja, fuerte petición de otra y salida a hombros). Presidió muy bien el comisario García Conde: Lleno de «no hay billetes».
El milagro, naturalmente, no se produjo, y la sorpresa fue que el de Albacete, el hombrecito feotón, desgarbado, hecho un Adán, era el bueno.
Pero bueno de los buenos, en su primer toro. Lo tomó de muleta, en tres pases -nada más que tres pases- ya lo había sometido, y de ahí en adelante todo le fue coser y cantar. El toro tenía un temperamento miajita pelma y miajita violento, como los que le habían precedido. Los Torrestrella salían de condición parados y algo ásperos. Paula -es natural-y Paquirri -vaya, vaya con el señorito poderoso-, no se confiaron con ellos, lo que se dice nada. El de los embrujos se ponía a una distancia prudencial y no se atrevía ni a pestañear, no se fuera a enterar el toro de que le merodeaba. No se descarta que al toro le ocurrieséotro tanto, y ambos hacían la estatua. El de los músculos, en cuant o cató la embestida, como la encontró soliviantada, decidió zanjar la cuestión, sin más miramientos.
Y llegó Dámaso, zarrapastroso y descoyuntado, con su muleta planchá. Y zas, zas, zas, dejó al toro hipnotizado. De ahí en adelante todo sería coser y cantar. Para Dámaso, naturalmente, que a cualquier otro no le arrendamos la ganancia. Es fácil, ¿sabes?, eso de torear. Basta con pisarle al toro los terrenos si se resiste a embestir, adelantarle la muleta al hocico, tirar, templarle la embestida, vaciar en el lugar adecuado que aconsejen sus pies y su codicia, ligar ese remate con el siguiente pase, etcétera. Es fácil, como se puede com probar. Dámaso lo hacía así de fácil. Y construido todo eso, ahora al revés: de espaldas, tirar, embarcar, sacar a la fiera por delante, volverla a traer, rematar por arriba, obligarla a humillar, de nuevo embarcarla, uno de rodillas, vuelvo de pie, sigo mandando, tomo y obligo. Muy fácil todo, muy fácil todo. De esta manera, el Dámaso de relleno. la pañoleta en la oreja, la camisa. escapándosele de la taleguilla, un sudor, un desgaire enloqueció a los que habían acudido a la plaza soñando el milagro, y loquitos los dejó en su otra faeria, que no tuvo los mismos méritos, pues el toro ensabanao, salpicao, cárdeno, sardo, capirote y-no-se-cuántas-cosas-más que salió en último lugar, era canelita y le cuadraban rumbos distintos a los que le marcó el de Albacete. Toreo de arte necesitaba ese toro, que no los circulares, las espaldinas, los rodillazos otra vez. Pero para la gente fue lo mismo, estaba con Dámaso, amaba a Dámaso, piropeaba a Dámaso. Dámaso, ¡ra, ra, ra!
El panorama estaba claro: toros excelentes cuarto y quinto, no habían encontrado torero. Paula se hacía un barullo con los terrenos, las distancias y el supremo sentido de la conservación que atesora. Paquirri, con un dije a su disposición, alternaba naturales y derechazos; primero, en el mismísimo platillo; después,en el tercio, y no le encontraba el sitio, pues allí no había más sitio que para el arte, y el arte no parece que tenga acomodo en este torero ni por el milagro ese que esperaba la gente. Fracasó Paquirri con estrépito. No poder cortarle la oreja a un toro así es un fracaso sin paliativos.
De vistosas capas, proporcionados en tipos y armamentos, los Torrestrella constituyeron una corrida de lujo, como estaba previsto. Aquí acertamos todos. No fue verdaderamente brava, pero cumplió en el primer tercio, que ayer se desarrolló con orden, de forma que se pudieron ver bien los toros, y para el último tuvo tres ejemplares de exquisita suavidad, ideales para el triunfo. Quinto y sexto -una bondad, una sumisión- flojearon de manos, pero esa no fue la tónica de la corrida, que salió fuertecita. Se le da la papeleta de aprobado al ganadero, con la recomendación de que agradezca el valor y la técnica que derrochó para sacar partido a un manso de.su propiedad ese señor de Albacete llamado Dámaso que resultó ser el bueno de la película.
Babelia
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