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Un luchador político y religioso

El 7 de septiembre del año pasado, el cardenal Wyszynski recibió, con todos los honores en su palacio de Miodowa Ulitca, en Varsovia, a Lech Walesa, a quien dio su bendición. En aquella ocasión, recién conquistados los sindicatos libres en Polonia, el primado fallecido pareció reconocerse a sí mismo cuando antes de la segunda guerra mundial era conocido por su actividad sindical con el sobrenombre del «obispo rojo».Stefan Wyszynski, que el próximo 3 de agosto hubiera cumplido ochenta años, ha pasado a la historia como uno de los polacos más insignes del siglo veinte. Para muchos fue la encarnación de la resistencia religiosa al estalinismo, para los polacos, fundamentalmente, la autoridad sobre quien reposó la identidad nacional.

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Después de ser ordenado sacer dote en 1924 y doctorarse en Sociología en la Universidad de Lublin, escala, peldaño a peldaño, la jerarquía católica hasta convertirse en obispo de esta ciudad. A sus actividades sindicales y editoriales sumará las de la guerrilla en la insurrección de Varsovia contra los nazis, repartiendo armas a sus compatriotas. Arzobispo de la capital en 1946, se convertirá en primado del país dos años después; con la instalación del régimen comunista comienza su nueva lucha: mantener parcelas de libertad para el uso y adoctrinamiento católico en el país.

Como ocurriera con Midszenty en Hungría, el cardenal polaco sufrió la «persecución» en la etapa más dura del estalinismo polaco con Bierut, siendo encarcelado entre los años 1953 y 1956, con estancias por varias prisiones, incluidas algunas en territorio de la URSS. Las autoridades polacas de entonces temían una explosión popular que condujera a un intento de liberación violenta de Wyszyriski.

Con la llegada de WIadyslaw Gomulka al poder, en 1956, y el consiguiente «deshielo» en el país, el primado se reintegra a sus tareas, iniciándolas con una célebre homilía en la que solicita el retorno de los emigrados polacos y la reconciliación nacional.

Hasta finales de los sesenta, la entente Wyszyriski-Gomulka se mantiene y se sientan las bases para la cooperación Iglesia-Estado, con la permisividad para la publicación de revistas religiosas, él adoctrinamiento católico en las parroquias y el soporte de universidades católicas.

Política de enfrentamiento

La explosión estudiantil de 1968 da ocasión al cardenal para iniciar una política de enfrentamiento con las autoridades, que le llevará sin reparos a apoyar las huelgas del Báltico que colocarán en el poder a Edvard Gierek en 1970. Apoyó los primeros paros y a su sola voz cesaron las huelgas.

Su actitud el año pasado fue bastante similar, pero las circunstancias eran diversas y sus llamadas a la moderación fueron cuando menos criticadas tanto por los sectores radicales obreros como por los partidarios católicos de una línea de mayor enfrentamiento con el aparato comunista.

El carisma personal y la autoridad moral de Wyszyriski han supuesto que cuando en dos ocasiones, desde. 1975 y por razones de salud, quiso renunciar al cargo no se le permitiera. Una, el propio partido comunista, y otra, su «hijo espiritual», Karol Wojtyla, ya como Papa y que en su día fue nombrado para la sucesión.

Wyszyriski ha sido la irnagen del negociador nato con la autoridad en temas que no tocasen a la identidad nacional polaca, de la que se cree depositaria la Iglesia católica por tradición de siglos. Los diversos líderes comunistas, Gomulka, Gierek y Stanislaw Kanla le necesitaron por unas y otras razones, como necesitarán de su sucesor.

Este «nuevo» hombre, que por descontado no goza de antemano del prestigio del primado desaparecido para quien se pidió el Nobel de la Paz en 1978, tendrá que encarar una situación social distinta. La dualidad política partido comunista-Iglesia se ha transformado con un nuevo factor de importancia capital: el sindicalismo independiente.

Tres clérigos son los favoritos para acceder a regir la Iglesia católica polaca. El cardenal Franciszek Macharski, arzobispo de Cracovia y ex secretario de Wojtyla; el arzobispo de Varsovia, Jerzy Modzelewski, y el secretario de la Conferencia Episcopal, Bronislaw Dobrowski. El primero de todos ellos cuenta con mayores posibilidades dada su antigua vinculación al actual Papa, mientras del secretario episcopal se dice que, por el contrario, rivalizaba desde antiguo con Juan Pablo II.

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