La red principal de distribución al consumo humano de aceite para usos industriales permanece oculta
Una lata de pintura de las que se venden en cualquier droguería es suficiente para convertir una cisterna de aceite de colza en veinticinco toneladas de aceite puro de oliva. Los secretos del comercio interior español del aceite están en la base de la intoxicación que comenzó por considerarse una neumonía atípica. Cerca de 160 personas han perdido la vida y unas 15.000 están afectadas por uno de los mayores escándalos contra la salud pública de nuestro país y cuyas raíces se gestan en los planteamientos económico-políticos del franquismo. Este descomunal delito ha puesto en evidencia la fraudulenta realidad de un sector, considerado vital para la economía española y regido por normas de difícil catalogación en la práctica mercantil. La mafia del aceite ha comenzado a ser puesta al descubierto.El día 18 de junio de 1981, festividad del Corpus Christi, fue una jornada de especial actividad para quienes se han dedicado a la comercialización de aceites a granel. Aquella madrugada se contrataron muchos portes extraordinarios con camioneros y transportistas que estaban descansando y se hicieron intentos para que desaparecieran pruebas comprometedoras que pudieran delatar no sólo la venta de aceites introducidos de manera fraudulenta en territorio español, sino la composición de mezclas que confirmarían la utilización de aceite de colza para usos industriales en estas mezclas que se hacían ante la inoperancia de la Administración o la complicidad de algunos de sus funcionarios.
RAPSA, una empresa de toda la vida de San Sebastián, tenía de pronto un aumento inusitado de pedidos de aceite de colza para usos industriales. La Administración no se preocupó de conocer las causas de este insospechado e increíble aumento de las licencias de importación. La siderurgia, sector para el que servía legalmente esta grasa, no pasaba por unos momentos precisamente felices.
Los clientes que hicieron estos pedidos extraordinarios comercializaron el aceite de colza tóxico para el consumo humano. Raelca, propiedad de los hermanos Ferrero, de Alcorcón (Madrid), suministró el aceite a vendedores ambulantes, que sembraron la muerte en las poblaciones del cinturón de Madrid y las ciudades que convergen en torno al eje de la carretera nacional VI de Madrid a La Coruña, concretamente, en las provincias de León, Valladolid y Segovia.
Este, sin embargo, sólo es uno de los circuitos de comercialización de las casi quinientas toneladas de colza tóxica que se vendieron para el consumo humano. La red oculta está a punto de descubrirse.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.