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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Turismo: tomar la iniciativa

EL SECRETARIO de Estado para el Turismo anunció el lunes pasado que, en 1981, España ha superado todas las marcas anteriores de visitantes extranjeros. Por otra parte, la revista Información comercial española señala que las cifras de turistas para el período enero-octubre del pasado año muestran un incremento de un 5% sobre análogo período de 1980 y un incremento de los ingresos en pesetas del 24%. Si al valor de estos ingresos se le descuentan las alzas de precios, puede estimarse que el aumento real en la actividad del sector turístico ha debido situarse en torno a un 8%. Así pues, en la deprimida situación de la economía española, el turismo no sólo ha contribuído con un efecto expansivo digno de épocas de altos crecimientos sino que, al mismo tiempo, está seña lando con los hechos dónde hay un sector de futuro que merece atención, y respeto. El éxito del turismo en 1981 no debe, sin embargo, hacernos olvidar que, en comparación con 1978, el número de visitantes extranjeros permanece prácticamente estabilizado y que el auge del sector de la construcción relacionado con el turismo presenta, un aspecto languideciente. De algún modo, la política turística debe replantearse con más iniciativa, sin limitarse fatalmente a esperar la llegada de los extranjeros como si se tratase de aves migratorias. Por un lado, la pronunciada estacionalidad del turismo en los meses punta del verano encarece los precios por la fuerte competencia que ejercen nacionales y extranjeros por un número de plazas limitado. Quizá, lo habitual de las vacaciones españolas en agosto podría tratar de corregirse estimulando su mayor diversificación, mientras que la creación de facilidades adicionales, a través de colonias infantiles, resolvería el veraneo forzoso de padres e hijos durante uno o dos meses. Durante su breve paso por el entonces Ministerio de Comercio y Turismo, Luis Gámir esbozó un proyecto de desestacionalizar, las vacaciones de los españoles que, una vez despojado de la tonalidad arbitrista de su primitivo planteamiento, merecería la negociación con las centra les sindicales y las organizaciones empresariales. Porque es evidente que unas vacaciones en el mes de febrero o de noviembre resultarán por lo general menos atractivas que en julio o en agosto y deberán darse incentivos compensatorios a quiénes realizen esa elección.

Probablemente, la próxima apertura de la verja gibraltareña contribuirá, como ya era tradicional, a intensificar la afluencia de extranjeros a la Costa del Sol, aunque también serán muchos los españoles dispuestos a buscar en el comercio del Peñón los artículos propios de un puerto franco. En el pasado, las facilidades comerciales de Gibraltar no fueron compensadas, quizá por falta de imaginación, con medidas favorables para el turismo, interior y exterior, en el Campo de Gibraltar. La obsesiva vigilancia en los puestos fronterizos de La Línea y Algeciras fue la absurda respuesta de nuestras autoridades. ¿No podía pensarse, por ejemplo, en Ceuta como un área de libre comercio e instalación de industrias que, al estilo de Hong-Kong o Singapur, se constituyese en un centro de atracción. del capital extranjero? ¿Sería disparatado que. para hacer una justa y equitativa competencia al Peñón se les reconociera a los municipios del Campo de Gibraltar el estatuto de puertos francos?

El saneamiento de las playas, cuyo actual estado de contaminación es alarmante, la mejora del sistema de vertido de colectores en los pueblos y ciudades costeras, el aprovisionamiento regular de agua potable y una ordenación territorial razonable que impida las barbaridades urbanísticas de la época desarrollista, de las que son tristes testigos Benidorm, Torremolinos o Laredo, son medidas imprescindibles y sin costes prohibitivos. La Administración Central debe tener la ayuda, en estas materias, de las comunidades autónomas y los municipios, para lo que resultará imprescindible una descentralización efectiva y un mínimo de coordinación.

Finalmente conviene señalar que para el dinamismo de la política turística ha constituído un serio obstáculo que la Secretaría de Estado del Turismo haya tenido un destino administrativo¡ propio de las mariposas que vuelan de flor en flor. Ese organismo ha pasado, en pocos años, desde el Ministerio de Información al de Transportes, tras una breve recalada en Comercio. Una definición administrativa de las responsabilidades en este terreno más estable e inteligente dotaría a nuestra organización turística de esa flexibilidad y energía que necesita para abandonar sus actuales características semi-artesanales y consolidarse como la principal actividad exportadora de nuestra economía.

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