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POP

Thin Lizzy, un grupo de respeto

Thin Lizzy, grupo irlandés de rock, no consiguió llenar el pasado martes el pabellón del Real Madrid. Esto, que hace un par de años se hubiera considerado como síntoma preocupante para el futuro musical de la capital, reviste ahora un carácter bien distinto. Se da la circunstancia saludable de que ya hay mucho donde escoger (esta semana resulta especialmente movida) y el sufrido público tiene la posibilidad y la necesidad de seleccionar. Lo nunca visto.Y no es que lo del pabellón fuera una catástrofe. Afortunadamente unos tres cuartos de entrada pudieron disfrutar de unos teloneros infames (los Lookalikes) y de las posturas y voz de Phil Lynott, líder de los Lizzy, cantante, bajo, compositor y poeta en sus ratos libres. Como queda dicho, los Lookalikes (los Semejantes) no soportaban la más benevolente de las escuchas y aburrían a los carneros con un rock carente de personalidad y de fuerza. En resumidas cuentas, sólo tuvieron de bueno el final, cuando hicieron mutis por el foro.

Thin Lizzy eran otra cosa. Muy triunfadores en su propia tierra, pero sobre todo en el Reino Unido, el grupo hace un rock que podría calificarse de duro pero que posee la extraña y poco habitual virtud de no caer en ninguno de los clichés propios del estilo, hasta hacer saltar dicha clasificación hecha añicos. No poseen un sonido muy definido, no tienen canciones de corte épico, pero las composiciones son interesantes e infinitamente más intencionadas que gran parte de la bazofia que el personal suele premiar con su presencia hipermasiva.

Había retazos que recordaban a Springsteen, puntadas de heavy, toques sinfónicos. Pero sobre todo una energía nada chabacana que emanaba del rostro agitanado de Lynott, con su tic en el ojo derecho, sus goterones de sudor, su voz y sus modos. De su bajo surgían haces de luz reflejada y, aunque el sonido fuera algo confuso, resultaban deleitables, acaparaban la atención. Thin Lizzy no harán historia de la música pero su rechazo de las convenciones, su búsqueda de complejidades asimilables produce un respeto imponente.

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