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Inaugurada la casa museo de Miguel Hernández en Orihuela

Se conmemoró ayer en el Orihuela (Alicante) el 40 aniversario de la muerte de Miguel Hernández con diversos actos, el más importante de los cuales fue la inauguración del museo y centro de estudios hernandinos en la casa donde vivió el poeta.La casa de Miguel Hernández, propiedad municipal desde el pasado año, está situada frente a la antigua universidad de Santo Domingo, tiene una sola planta y en ella se conservan el huerto y las higueras que describió poeticamente Miguel Hernández, cuyos últimos meses de vida fueron recordados por sus compañeros de prisión, en un encuentro celebrado a finales del pasado año en Madrid. Todos ellos resaltan la dureza de las tres estancias carcelarias previas a su muerte, hace 40 años, escribe Agustín Tena.

Fernando Fernández Revuelta encontró a Miguel cuando iniciaba en la prisión de Torrijos la primera de estas estancias. El recinto era un antiguo asilo de ancianos, desde luego insuficiente para acoger a los 2.500 reclusos que lo ocupaban en marzo de 1939. Miguel fue detenido tras haber estado en primera línea de combate en el quinto regimiento republicano, y antes de llegar a Torrijos debió caminar muchos kilómetros custodiado por guardias civiles. Según relataba Fernández Revuelta, el autor de Viento del pueblo se tomó bien la reclusión, bromeando sobre unas terribles condiciones de vida que invitaban a improvisar metáforas para aludir a los piojos y las pulgas o componiendo allí mismo poemas tan célebres como las Nanas de la cebolla. Evocó también su pasión por el ajedrez, así como los cantos y tertulias en el patio de la cárcel, siempre patéticamente comenzadas con el recuento de los compañeros que faltaban.

Sorprendentemente, Hernández queda libre y, tras rechazar el asilo político que le ofrece la embajada de Chile, es detenido de nuevo cuando se dirige a Alicante para reunirse con su familia. Después de dos cortos períodos en las cárceles de Palencia y Comendadoras, el poeta de Orihuela va a parar al penal de Ocaña, en el que descubre un paisaje similar al de Torrijos y al de muchos centros de reclusión hoy en servicio: el de la saturación humana, con más de 4.000 procesados por "rebelión militar" encerrados en un espacio imposible.

A su llegada al penal, como contaron Florentino Hernández y José Antonio Areste, Miguel es recibido por éstos y una decena más de presos con una comida confeccionada con las viandas enviadas por los familiares, que aquél agradeció diciendo que no era un homenaje, "sino un recibimiento a mi hambre", aunque como poeta "debo decir que he notado la ausencia de laurel entre los condimentos". Allí versificaba libremente a Shakespeare y hablaba con los campesinos hasta que le trasladaron a la cárcel de Alicante.

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