Beguin juega con fuego
EL SISTEMA de compensaciones por el que se rige la política de Beguin en Israel se produce ahora de manera que la devolución deI Sinaí a Egipto sea simultánea a un bombardeo del Líbano. Un paso hacia la paz junto a un paso hacia la guerra. Hay una parte de consumo interior en esta decisión: la entrega del Sinaí no sólo tiene un aspecto derrotista -hasta ahora Israel no ha retrocedido en sus conquistas-, sino un aspecto humano, elevado al punto más espectacular por la resistencia a la evacuación de los más fanáticos -o los más desgraciados- de unos colonos a los que expulsan los mismos soldados que les ayudarori a implantarse, a los que niegan sus derechos los mismos o parecidos gobernantes que les instaron a la implantación. Tiene un segundo aspecto en la cuestión internacional de la zona: Egipto, al recibir el Sinaí, está obligado a cumplir por su parte los acuerdos de Camp David y no podrá alinearse junto al Líbano y los palestinos agredidos. Es posible que el domingo Mubarak en persona zicuda a Rafaj y estreche la mano de Beguin en el momento en que las banderas se cambien -se arría la israelí, se iza la egipcia-, mientras no se sabe qué puede estar ocurriendo en esos momentos dentro del Líbano. Esta simultaneidad de actuaciones de Beguin (la entrega del Sinaí y la ofensiva sobre el Líbano) trata de separar a Mubarak de los países árabes. A Israel le preocupaba enormemente la nueva tendencia egipcia, aparecida a partir de la muerte de Sadat, de buscar un entendimiento con los países árabes moderados y una lenta acción diplomática para normalizar sus relaciones con ellos. Por otra parte, si Egipto cayera en la tentación de alinearse en una condena árabe por el bombardeo del Líbano, Beguin encontraría un pretexto inmejorable para no retirarse del Sinaí.Pero la ofensiva de Israel, sean cuales sean sus motivaciones de alta política, es un hecho en sí, y un hecho enormemente peligroso para la paz. Beguin es un político siempre al borde del abismo, con una tendencia irremediable a bordear la tragedia o, como decimos nosotros, a jugar con fuego. No sólo porque se iniciara en la política cometiendo actos de terrorismo, sino porque la existencia misma de Israel, su precariedad geopolítica, la calidad y el número de sus enemigos, el rumor creciente de la revolución islámica, mantienen siempre un hervor de tragedia en el país amenazado. El golpe del Líbano es un disparo en un polvorín: Beguin no lo ignora. Incluso lo provoca. No ignora que está violando una tregua y una mayoría de opiniones en la ONU, donde el Consejo de Seguridad procede ya a examinar el tema; pero no ignora tampoco que en casos parecidos ha contado con el veto de Estados Unidos para evitar que se apliquen sanciones a Israel. Se supone, incluso, que Beguin espera de esta provocación una respuesta palestina -y siria, y de los musulmanes libaneses-, y que esa respuesta le permitiría desencadenar una de esas operaciones relámpago de ocupación en el mismo Líbano, en las que fue maestro el difunto general Dayan. La suposición de que, en el otro extremo, Egipto permanecería inactivo es importante.
Pero la verdad es que nadie sabe qué extremos puede ocasionar una serie de combates en las fronteras entre el Líbano e Israel. Ni el mismo Beguin. Y, en todo caso, la esperanza de una paz, aunque fuese precaria, que podría traer la devolución del Sinaí y el cumplimiento de los acuerdos de Camp David, se anula por la simetría de los bombardeos del Líbano.
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