Una pareja argentina
topa con un inglés en la playa. El inglés mira a la argentina y la encuentra muy guapa. El argentino se siente afrentado por esta mirada y le pega un tortazo al inglés. Este, tan sensible como su contrincante, le saca un revólver y le cede tres segundos para disculparse.Los domingueros que se encuentran cerca de los tres protagonistas se alejan a causa del peligro de un disparo. Los que están más lejos se acercan un poco para ver lo que está pasando. Todos toman parte inmediatamente: unos ven que el argentino claramente tiene razón, y otros, con la misma claridad de visión, dan la razón al inglés -aunque ni el mismo Salomón sabría decir cuál tenía más razón.
El/la que, teniendo la razón, reconoce que no la tiene, y retira sus tropas, y, por supuesto, entrega su dimisión, dejando caer sobre su cabeza todo el peso de la culpa que pueden tener los dos, sabrá que ha salvado personalmente miles de vidas, que ha abierto el camino a una profunda amistad entre dos países en guerra, que ha extinguido cien años de odios mutuos y crueles, y recibirá mi voto (aunque no entra en la cuenta oficial) para el Premio Nobel de la Paz. / . .
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