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Reportaje:Mejor abastecimiento y menos burocracia en Bulgaria / 1

Sofia combina la autonomía empresarial con la planificación

La proliferación de cafeterías a media luz y la abundancia de carne y productos lácteos en los supermercados son dos de los detalles que llaman la atención del visitante que llega a Sofía esta primavera. La mejora de los servicios públicos y del abastecimiento de bienes de consumo son dos resultados visibles, aunque a veces desigualmente repartidos, de la política económica practicada en los últimos tiempos por los dirigentes búlgaros, que han puesto en marcha en 1982 una reforma económica bajo el nombre de Nuevo Mecanismo Económico (NME), que pretende básicamente mejorar el nivel de vida, la productividad y la eficacia en el trabajo dentro de la ortodoxia socialista, sin renunciar a los planes centralizados obligatorios y sin acudir a los mecanismos del mercado libre.Agricultura colectivizada

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Bulgaria se adentra así, tímidamente y con matices, por el camino iniciado en la década de los sesenta por Hungría, su aliado en el Pacto de Varsovia y socio en el Comecon. Ambos países poseen, a diferencia de Rumanía o Polonia, una agricultura próspera y colectivizada con éxito. La reforma búlgara se queda, sin embargo, muy por detrás del modelo húngaro, acusado a veces de poco ortodoxo por su excesiva adaptación a las leyes del mercado.

El punto de partida de ambos países es también diferente. Mientras los dirigentes húngaros han tenido que esforzarse por borrar el trágico recuerdo de 1956, cuando los tanques soviéticos pusieron fin a un levantamiento popular que dividía a la nación, Bulgaria vive sin traumas, de una forma positiva y relajada, su relación con la vecina URSS.

Los búlgaros -unos nueve millones en la actualidad- aprenden desde pequeños que gracias a la ayuda prestada por el zar Nicolás II de Rusia fue posible en 1878 librarse de quinientos años de dominación otomana. Los análisis oficiales y no oficiales de los 1.300 años de historia búlgara coinciden en que los turcos fueron los malos de la película.

Por otra parte tampoco olvidan los búlgaros, que fueron sus compatriotas Cirilo y Metodio quienes crearon el alfabeto hoy común al idioma ruso y búlgaro.

Otro de los detalles que caracterizan la primavera búlgara de este año es el gran número de carteles dedicados a Georgi Dimitrov, el líder comunista búlgaro, cuyo centenario -convertido en el leit motiv oficial del año- se celebra el próximo 18 de junio.

Culto funerario

Al igual que Lenin en el Kremlin, Dimitrov tiene también su culto funerario. Sus restos, sometidos a la duda popular de que puedan ser de cera, reposan en un mausoleo en Sofía, donde, a diferencia e Kremlin, la solemnidad se diluye en la vistosidad de los uniformes de la guardia y el ritmo más grácil del paso de la oca de los relevos.

Con la llegada del buen tiempo, los búlgaros se han lanzado en pos de la exuberante naturaleza del país. Nuevas carreteras en construcción por doquier acogen a un parque móvil en alza que llega a formar atascos en los accesos de Sofía al finalizar los fines de semana. En la capital, los abundantes jardines están llenos de gente que forma colas frente a los puestecillos de helados, y los restaurantes con espectáculo regional rebosan de público los viernes, por la noche.

Una opípara cena puede costar en Bulgaria diez levas por persona (una leva es igual a cien pesetas, aproximadamente); un par de zapatos, treinta levas (3.000 pesetas); un litro de leche, 0,36 levas ( 36 pesetas); un kilo de carne sin hueso, siete levas (700 pesetas), y un billete de autobús, 0,06 levas (6 pesetas). El alquiler de un confortable piso de dos habitaciones en un moderno bloque con vistas a la montaña puede lograrse por unas cuarenta o cincuenta levas al mes (de 4.000 a 5.000 pesetas). Así, un obrero industrial gana 250 levas al mes (25.000 pesetas); un trabajador no especializado, 120 levas (12.000 pesetas), y un periodista, trescientas levas (30.000 pesetas).

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