Desierto el Gran Premio de Canto de París en un concurso decepcionante
La decimocuarta edición del Concurso Internacional de Canto de París, creado en 1967, ha sido bastante decepcionante, según las pruebas finales. Fue declarado desierto el gran premio. Ni el número de candidatos (que ascendió a 125, de 36 nacionalidades), ni el cuidado en la organización, ni la importancia de los galardones, dotados con dos millones de pesetas aproximadamente, podían hacer esperar unos resultados tan pobres.El concurso contó con la colaboración de la Nueva Orquesta Filarmónica de Radio Francia, dirigida por el joven Yan Pascal Tortelier (hijo del célebre violonchelista), y de los pianistas Mary Dibbern (excelente), Marie Claude Arberetaz, Peter Nelson y Pablo Alvevalo. Actuaron en el gran estudio de la avenida Kennedy los siete cantantes finalistas.
Desierto el gran premio, con toda razón, fue otorgado por el jurado el primer premio para voces femeninas a la colombiana Martha Senn, que destacó también por su impactante belleza. Posee una voz de muy definido color, en la que las cualidades de ligereza están cruzadas con las de mezzo, gracias a un brillante registro grave, que, de todos modos, la cantante abre con exageración. Otro tanto sucede con su naturaleza expresiva y teatral.
Otro caso interesante: el joven surcoreano Kwan Dong Kim, si no de impresionantes medios, sí dotado de una inteligencia que le ha llevado a asimilar con perfección la dicción y los estilos de las lenguas y la música europeas. El rara encanto de su Debussy se deriva, quizá, de la evidencia de semejante esfuerzo, tal y como sucedió con su Schumann o sus arias de Mozart (Bodas) y de Rossini (Barbero). Pulcro de estilo, comedido de expresión, seguro en lo técnico, Kwan Dong Kim obtuvo el primer premio para voces de hombre, aplaudido después de su versión de El barbero de Sevilla.
La alemana Anneliese Fried, una mezzo de indudable impulso interior y voz extensa y diversamente coloreada, y el tenor norteamericano Lamirence Bakst, sin demasiada personalidad pero equilibrado en todos los aspectos, consiguieron los segundos premios, mientras los especiales para la interpretación de melodías francesas, Mozart y arte lírico fueron a parar al suizo Grilles Cachenaille.
Matices de gran refinamiento hicieron del barítono Kurt OlImann (USA) un participante que, al inaugurar Ha final, hacía presagiar un alto nivel. Quizá su Poulenc fue el mejor de cuantos escuchamos, por dicción y criterio, apoyados en una voz grata, aunque sin mucha consistencia. Obtuvo el segundo premio de canción francesa y el (le ópera francesa por su Romeo y Julieta y su Pescador de perlas. Nuestra compatriota María Vilardell, presidenta del Concurso Francisco Viñas, de Barcelona, se fue de París sin poder entregar el premio por ella establecido, en recuerdo de Conchita Badía, para intérpretes de canciones españolas. La única que alcanzó la final fue la colombiana antes aludida, con un Granados que, sin duda, no se hizo acreedor a la distinción.
Babelia
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