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Romper la conspiración del silencio, objetivo del congreso de homosexuales en Washington

Romper la conspiración de silencio que rodea a los homosexuales en todas partes ha sido la tarea fundamental que se han impuesto los 150 delegados de organizaciones de homosexuales, procedentes de diecinueve países, que han celebrado a lo largo de una semana un congreso en Washington.

Los congresistas han hecho un balance de los problemas que se les plantean a todos aquellos que se consideran como una minoría oprimida aquí, despreciada allí y, en todo caso, ampliamente contestada.El congreso, el cuarto de este género organizado por la International Gay Association, no ha dado lugar a ninguna de las variadas manifestaciones que suelen hacer recaer sobre este movimiento el descrédito por parte de la opinión pública no ha habido ningún tipo de desfile colorista, sino sólo congresistas discutiendo apasionadamente, durante horas, la represión en Irán o en la URSS, acciones políticas puntuales en Canadá o Bélgica o problemas específicos de salud.

"El fin principal del congreso es aprender a resolver los problemas a todos los niveles", ha explicado un delegado holandés. "Los homosexuales tienen tendencia a permanecer aislados", señala, por su parte, una representante del movimiento neozelandés.

Una delegación de congresistas ha sido recibida por un comité especial de la subcomisión para la salud de la Cámara de Representantes. Un centenar de ellos fueron también a manifestarse ante la Embajada de Canadá en Washington para protestar contra la persecución de que es objeto un periódico homosexual canadiense.

Los congresistas han planificado las acciones a realizar ante Amnesty International para que se reconozca a los homosexuales que están en prisión como "prisioneros de conciencia". Asimismo han solicitado, sin demasiada esperanza, que el año 1983 sea designado por la ONU como el Año Internacional de los Homosexuales.

Los delegados han evocado, igualmente, cuestiones individuales, como las relaciones de los jóvenes homosexuales con sus padres. "Mis padres", explicaba un delegado francés, "se dicen: 'es su crisis de la adolescencia, esto se le pasará'; pero ellos se dan cuenta, finalmente, de que la crisis dura demasiado tiempo y que a los treinta años debería pensar en casarme".

Docentes, médicos y abogados han discutido sobre la discriminación que encuentran en su trabajo. Los delegados han discutido también sobre su deseo o no deseo de tener hijos. "Yo no excluyo la idea de casarme y tener muchos niños", ha indicado uno de ellos.

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