A la espera de un genio del banco de esperma
Están a punto de nacer los primeros bebés engendrados mediante un banco de esperma, al que han contribuido ganadores del Premio Nobel y superhombres intelectuales. William Blake -un bebé proyectado para genio- va a llegar a este mundo el 14 de agosto en Los Angeles. La primera niña nació hace tres meses. Es un experimento digno de las obras de A. Huxley que plantea profundísimos problemas de tipo legal y moral. ¿Cómo se justifican los hombres que dirigen el experimento... y las mujeres que van a tener los bebés?.
La madre del pequeño William, Afton Blake -pariente lejana del artista y poeta del siglo pasado, cuyo nombre ella va a adoptar para su hijo-, era una niña muy dotada. En el colegio dio un coeficiente intelectual del 149, se doctoró en filosofia y es en la actuafidadpsicóloga clínica.Pero las mayores posibilidades de que el pequeño William se convierta en un genio se hallan en relación estrecha con su padre, un brillante científico del campo de la cibernética, a quien Afton Blake no conoce.
No obstante, sabe mucho de él: que es alto, carismático, rubio nórdico; que tiene veintitantos años y que es profesor adjunto de una importante universidad; que es aficionado a la navegación, al esquí y a las largas caminatas, y que ha ganado premios de interpretación de piano; que tiene, ¡ay!, algunos defectos -muelas del juicio demasiado juntas y una ligera hemorroides-; pero que goza de perfecta salud y que ha sido elegido el hombre más atractivo de su departamento.
Afton, que tiene cuarenta años y está soltera, conoce todo lo anterior gracias al detalladísimo historial archivado bajo la denomina ción Donante número 28, del Depósito de Selección Germinal, de Escondido, en las cercanías de San Diego, California, donde el semen congelado de reconocidos genios y cuasi genios -incluidos tres ganadores del Premio Nobel- se almacena en una cámara subterránea en espera de un receptor adecuado. (Nuestro dibujo se ha realizado siguiendo los datos del archivo del banco.)
Es el primer y único banco de esperma que ofrece a las mujeres que deseen engendrar un niño superior la oportunidad de seleccionar el padre por sí mismas.
Afton Blake, cuya afición desde los quince años ha sido la cría de perros, especialmente del tipo perro-gacela árabe, me dijo que en el banco se le habían dado diferentes posibilidades de elección. "Intenté con uno de los ganadores del Nobel, pero no resultó", dijo. "Luego intenté con un catedrático judío. Me inseminé, pero luego empecé a inquietarme con la idea de que pudiera ser muy moreno y llevara gafas de gruesos cristales -yo llevo gafas y toda mi vida han sido mi pesadilla-, y me alegré cuando tuve un aborto temprano".
Pero luego se presentó el donante número 28. El hijo de ambos (una prueba de fluido amniático reveló que el niño será varón) será el primero que se engendre con ayuda del banco. Hace dos meses nació una niña, hija de una mujer de Arizona, y seis mujeres más que han utilizado los servicios del banco están embarazadas en la actualidad.
El proyecto de un millonario
El Depósito de Selección Germinal es idea del doctor Robert Graham, millonario, de 76 años de edad, que ha tenido cuatro esposas y ocho hijos, y que hizo su fortuna con la invención de los primeros cristales de gafas de plástico endurecido. Su empresa, Lentes Armolite, fue vendida hace dos años y medio por "muchos millones de dólares". La empresa llevó a cabo la puesta en marcha de su Fundación para el Progreso del Hombre, la cual a su vez financia el depósito. "He sido afortunado", me dijo Graham. "Quiero que venga al mundo más gente afortunada como yo. Podemos hacer cosas útiles".
No es nueva la idea de crear gente superior. Surgió como consecuencia de los trabajos de científicos del siglo pasado, tales como Mendel y Galton, así como de los experimentos de crías de animales, y, desde luego, ocupó la atención de Hitler, quien soñaba con crear una raza superior apareando a los mejores jóvenes arios de Europa. Pero el proyecto de Graham de engendrar personas con propósitos específicamente intelectuales es único.
Cree que la fortuna llega con la inteligencia, la longevidad. y la creatividad. De niño, cuando vivía en un pueblo de Arizona, comenzó a preguntarse por qué las personas más prominentes, inteligentes y creativas de su comunidad tenían sólo un hijo o ninguno.
Con los años se fue fortaleciendo su convicción de que las personas más brillantes tenían menor número de hijos. Sus conclusiones, ampliamente discutidas y con numerosas referencias de apoyo en su libro El futuro del hombre, son que la evolución ha retrocedido y que la inteligencia de la raza humana se halla en un punto de degeneración como resultado del hecho de que la parte menos inteligente de la población mundial es la que está engendrando mayor número de hijos.
"Yo no desanimo a la gente gris para que tenga hijos", dice Graham, "pero me gustaría que los más inteligentes tuvieran más hijos, para, al menos, engendrar individuos valiosos para el mundo. Mi mensaje es sencillo: cuanto más inteligente seas, más hijos debes tener".
Para animar a la inteligencia a que engendre más, la fundación de Graham ofrece incentivos a padres brillantes para sufragar los gastos de nuevos hijos. Incluso sugiere niños monumentos como homenajes al benefactor cuyo dinero hiciera posible el que éstos vinieran al mundo. Pero el proyecto más dramático de Graham es el banco de esperma.
El banco se halla en los bajos de la no muy grande, pero lujosa, granja de Graham, la cual despliega, orgullosa, la bandera americana. La casa se halla rodeada de naranjos. El césped está cubierto de juguetes y de columpios -indicios de sus quince nietos-. Después de las presentaciones, Graham, tieso y activo a pesar de su edad, sé dirigió rápido hasta una especie de casa de juegos un tanto disimulada. Llamó a algunos sirvientes de habla hispana para que se llevaran las cajas dispersas por el. suelo y me invitó a pasar a un sotanillo.
Protección contra radiaciones
La habitación era pequeña y el centro del suelo se hallaba ocupado por una especie de cubo de basura hecho de plomo, de grandes proporciones. "Protege de la irradiación", dijo Graham. "Si cae una bomba atómica aquí, mantendremos una parte de la esperma más valiosa del mundo sin contaminar".
Como si se tratara de un brujo alegre, retiró la tapadera y quedó envuelto por el vapor del nitrógeno que se utiliza para congelar la esperma. A continuación sacó del burbujeante caldero un soporte del cual pendía media docena de frascos de semen congelado. "¡Los premios Nobel!", prorrumpió teatralmente. "Aquí estamos mezclando una nueva generación. En cada uno de estos frascos guardamos cientos de miles de células de la mejor esperma del mundo".
El proyecto de un banco de esperma para genios partió del profesor Hermann Muller, ganador de un Premio Nobel por sus trabajos sobre genética. Su idea original era la de lograr que los grandes hombres engendraran niños incluso años después de muertos. Graham se entrevistó con Muller y juntos planificaron el depósito.
Muller murió en 1967, pero Graham siguió adelante e inauguró el banco en 1971.
Un ganador del Nobel, William Shockley, inventor del transistor -quien me dijo que había hecho un par de donaciones-, levantó gran polémica cuando sugirió que el Gobierno de Estados Unidos pagase 1.000 dólares por cada punto de coeficiente de inteligencia por debajo de cien de personas que se dejaran esterilizar.
A Graham le molestó esto bastante. "Eso se lo dejo a Shockley", dice. "Lo que yo quiero es aumentar el número de gente dotada que de otro modo no podría nacer".
Primero tiene que encontrar los donantes. Graham y su ayudante, Paul Smith, un joven británico entusiasta de la eugenesia, escudriñan el mundo, incluido el Reino Unido, en busca de hombres adecuados. "El año pasado hicimos solicitudes a todos los ganadores del Nobel del Reino Unido del campo de la ciencia y las matemáticas, pero tuvimos un fracaso total. Ni uno quiso hablar de ello", admitió Graham.
El únicamente se interesa por los que sobresalen en los éxitos medibles de la ciencia o de las matemáticas. "Podemos permitirnos ser muy exigentes con los donantes. Son muchos los que se hallan dispuestos a realizar donaciones, y si sacamos veinte de cada uno podemos conseguir una enorme reserva de esperma. Tenemos veintinueve donantes a nuestra disposición, pero algunos se hallan inactivos. Descubrimos que los donantes mayores en edad no eran muy fértiles".
Graham o Smith recogen siempre las donaciones en persona -a veces de la casa del individuo, a veces de un hotel-. En este último caso, Graham reserva dos habitaciones contiguas: una, para el donante, y la otra, que hace las funciones de laboratorio de control, en la que instala un microscopio portátil y un termo Dewar (de vacío) lleno de nitrógeno líquido, con el que somete las muestras a un congelado rápido.
En seguida que termina el donante, Graham comprueba el semen al microscopio para constatar la cuenta de la esperma y su actividad. Si es una "donación buena", realiza la preparación para congelarla, agregando clara de huevo y glicol, para evitar la formación de cristales de hielo que lesionen la esperma. La donación se introduce en frascos y se sumerge en nitrógeno líquido a 196º C. Una vez terminada la tarea, Graham lleva el termo a Escondido para clasificarlo en el depósito. Absolutamente nadie, excepto Graham o Smith, pone las manos en el termo de semen.
En el depósito se mecanografía una detallada descripción del donante y se añade una fotografía suya, pero no el nombre. El anonimato es esencial, pues el niño, al llegar a la mayoría de edad, podría hacer reclamaciones de tipo legal a su padre natural.
La descripción no sólo recoge formidables descubrimientos -talento, coeficiente de inteligencia y personalidad-, sino también cualquier defecto conocido. Los riesgos de que estos últimos pasen a la descendencia se calculan y anotan detenidamente.
Dificultades de selección
Un "extraordinario matemático, joven, de buenas facultades atléticas y musicales", padece, desgraciadamente, de terceras muelas encajadas y ocho dioptrías de miopía. Además, "una de sus abuelas, de 79 años de edad, puede estar contrayendo cataratas". Por tanto, según los cálculos de Graham, el niño puede "tener un 30% de riesgos de contraer miopía y necesitar gafas. El riesgo de recurrencia marginal estimado es del 40% para muelas del juicio demasiado juntas y, en este caso, un 10% para cataratas que puedan presentársele a los ochenta años".
Otro profesor, que tenía un coeficiente de inteligencia de 206 a los ocho años, tiene pelo moreno rizado, es muy guapo y "le encanta jugar con los niños, bailar, la fotografia y la lingüística", pero también padece de muelas del juicio y de una ligera miopía.
El donante perfecto, reclutado para el banco recientemente, es un joven alemán. "Es un conocido atleta, extremadamente guapo y hombre de negocios internacional", dice Graham. "Oí hablar de él y me puse en contacto con él. Es uno de nuestros donantes más populares y con más éxito. Es responsable de tres de los ocho embarazos".
Hasta el momento, más de un centanar de mujeres ha solicitado la inseminación de los supersementales del banco, y unas cincuenta han sido rechazadas, sobre todo por sobrepasar el límite de edad, que el banco ha fijado en 42 años. Pero la edad no es el único requisito que la futura madre ha de superar. Ha de demostrar su inteligencia mediante títulos académicos o con un coeficiente intelectual que sea superior a 130. Según las reglas, debe estar casada -pero con marido estéril-, y marido y mujer deben aceptar al hijo del donante. La esposa debe tener buena salud y cumplimentar un cuestionario sobre drogas, alcohol y tabaco.
Las solicitantes, unas veinte a la semana en la actualidad, son seleccionadas por el comité del depósito, formado por Graham, su esposa (oftalmóloga y misionera practicante) y una amiga. "A cambio", dice Graham, "ella puede elegir entre los hombres más completos del mundo. Le enviamos los datos de científicos brillantes y ella puede decidir". Una vez que la esperanzada madre ha elegido al donante de sus sueños, Graham o Smith entregan en mano, o por correo, un termo con esperma congelada en dosis para tres, doce días, o tres meses. "Yo prefiero los pedidos por correo", bromeó Graham.
Se cobra una señal de quinientos dólares por la dosis mayor, pero se devuelve cuando se entrega la esperma que no se utiliza. Las dosis más pequeñas son gratuitas, aunque se cobran gastos de transporte si se envían muestras de semen fuera de California. También se cobra un dólar y medio por los instrumentos que se usan para la inseminación -cánula, jeringuilla y espéculo vaginal-.
Afton Blake me contó cómo se metió en el proyecto futurista.
A los 38 años, aunque estaba soltera, decidió tener un niño antes de que fuera demasiado tarde. "Empecé a pensar en mis posibilidades", dijo. "Al principio pensé en invitar a un hombre que yo respetara o admirara a que engendrara el niño sin que se inmiscuyera demasiado. Yo prefería el anonimato del banco de esperma, pero no quería ir a los que había porque me dirían muy poco del hombre que fuera a engendrar a mi hijo. Sería algún estudiante de medicina. Entonces fue cuando oí hablar del doctor Graham".
El niño ideal
Como era soltera, Afton no cumplía las normas del depósito, pero convenció al hombre con el que vivía para que se casara con ella. "Al principio a él le gustó la idea del bebé, pero luego perdió todo el interés", dice. "Más tarde me di cuenta de que no era necesario". Conoció a Graham y a Paul Smith y pronto hicieron amistad.
"Paul y yo comenzamos a soñar con todo tipo de cosas", dice. "Se interesó mucho. Me preguntó lo que buscaba y decidimos la persona. Desde luego, todos los del banco son sumamente inteligentes, pero, según pasaba el tiempo, la cuestión del aspecto era lo que se me hacía más importante. Me sorprendí a mí misma. Quería un niño sano, rubio y con vista perfecta".
Durante los diez meses que estuvo tratando de concebir, Smith iba a su casa todos los meses con un termo de semen congelado. Para evitarse los gastos de un médico (unas 18.000 pesetas por sesión), aprendió a inseminarse. Seleccionaba al donante identificado por el color del tubo que contenía el semen y se lo aplicaba durante tres días en la época de ovulación. "Cuando me quedé embarazada estaba como extasiada", dijo.
Afton probó suerte varias veces. Después de descubrir que el semen del ganador del Premio Nobel no era fértil, y después del aborto con el del catedrático judío, llegó al donante 28.
"Llegó a la puntuación máxima de matemáticas del test de aptitud escolar y tenía vista perfecta. Esto era lo importante. He visto una fotografía suya: es muy atractivo. Las hemorroides me disgustan un poco, pero no se puede ser perfecto".
El aspecto de Afton es, en principio, el de una mujer seria -el pelo recogido en un moño y gafas tipo Micky Mouse-. Pero se ablanda al hablar del padre de su futuro hijo. Sonríe radiante ante las cámaras, se suelta la rubia cabellera, se quita las gafas y se reclina contra la puerta de una de su dos casas que dominan las colina de Pasadena.
Es una mujer muy organizada con un sueldo cuatro veces superior al del americano medio. Hablando de su afición por la cría de perros, dice: "Uno busca lo que establece como cualidad. Uno ve en su imaginación lo que ha de hacer para conseguir que el perro se acerque al ideal. Es como esculpir con genes".
Esa parte de la lección se la ha aplicado a sí misma y al pequeño William. Su futura tarea es la de educarle como lo haría con cualquier pedigrí para conseguir lo mejor que sus genes puedan proporcionarle.
El proceso ya ha comenzado. Ella medita, habla con su bebé y pone la misma música una y otra vez. Beethoven es su favorito. El niño protesta por esto dándole patadas cuando está despierto.
Espera evitarle a William los dolores del parto utilizando el método Lebover -luces débiles, música suave y un baño de agua a 101 grados-.
Tan pronto como haya nacido comenzará un régimen de suave estimulación. Está poniendo en su habitación el techo con imitación de cielo, "para que pueda ver el sol y las sombras. Tendremos numerosas experiencias táctiles y perceptivas", dice Afton. "No soy partidaria de los castigos precoces. Oleremos las flores, nos iremos a la playa y nos revolcaremos".
Tiene grandes esperanzas para su hijo. "Pero no tengo una idea concreta", dice. "Me gustaría que fuera una persona creativa y contributiva".
¿Pero y si algo fuera mal? "Yo no podría amar a un niño que fuera retrasado mental", dice. "La lentitud me pone nerviosa".
Los problemas morales y éticos que plantea el banco de esperma son desalentadores, pues ahora, con los niños a punto de nacer, surgirán problemas de tipo médico y legal.
Se criticó a Graham por la edad de sus primeros donantes, pues, por ejemplo, existe cierta evidencia de que padres ya no jóvenes pueden transmitir a sus hijos el mongolismo, o que la esperma pueda causar otro tipo de complicaciones. "Uno incluso podría preguntarse si los niños concebidos por este método serán genéticamente normales y, sobre todo, intelectualmente superiores", declaró The Humanist.
Pero, dejando a un lado estas cuestiones, ¿qué posibilidades reales hay de que el joven William Blake y bebés de sus características lleguen a ser realmente genios? Engendrar personas es muy distinto a engendrar perros para triunfar en las exposiciones.
Los científicos no coinciden en lo tocante al punto de coeficiente intelectual que puede transmitirse, as¡ como tampoco coinciden en la manera en que ese coeficiente puede desarrollarse mediante la educación. "Muchas parejas brillantes engendran niños de inteligencia media o incluso inferior a la normal",, dice Luigi Mastronalli, de la Universidad de Pensilvania. "Lo que hacen en el depósito es una chaladura". Pero la mayoría de los científicos admite, efectivamente, que se hereda cierta parte de inteligencia, y que los hijos de padres inteligentes tienden a serlo ellos mismos en mayor medida que las demás personas.
Incluso si William Blake resulta ser un genio, ¿valdrá la pena el precio moral que la sociedad ha de pagar para llegar a un futuro tan problemático?.
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