Nadie ha ganado la guerra de Líbano
Los PALESTINOS encerrados en Beírut oeste podían elegir entre una suerte numantina o la salida más o menos paccionada de la ratonera en la que les había atrapado el Ejército israelí, tratando de salvar la cara ante la opinión mundial. Las tropas de Menájem Beguin y el general Sharon aspiraban a la erradicación total de la OLP en su refugio llibanés, como objetivo máximo, y a la obtención deunazon a de seguridad al norte de su frontera con este país árabe, en el peor de los casos.El resultado de la guerra en el territorio de Líbano, con el comienzo de la salida de los guerrilleros con destino a un nuevo exilio este fin de semana, parece quedar a medio camina de todas estas expectativas, tanto para los pnmeros como para tos scjmdos.
La Organización para la Iiberación de Palestina podía haber elegido el holocausto enterrándose entre las ruinas de sus bunkers de Beirut, en una resistencia hasta el último hombre, confiando primero en que la atroz carnicería -mayor aún que la perpetrada hasta ahora por los israelíes- hubiera hecho vacilar al Ejército de Israel antes de lanzarse al asalto final, y en último término, que su autodestrucción fuera políticamente rentable, de forma que la OLP, la idea de la OLP, y el resurgimiento de combatientes y líderes en el resto del mundo árabe no significara sino una. prolongación recrudecida de la lucha.
La otra alternativa era la de obtener una caución política de los israelíes o, lo que es lo mismo, de Estados Unidos, que, en su supuesto más optimista, podría haber sido el reconocimiento de la fuerza guerrillera como interlocutor futuro, a cambio de su evacuación de la capital libanesa a zonas alejadas de la línea del frente. En la práctica, los palestinos han preferido una tercera posición: la de entender que por su tenaz resistencia ante el invasor y el buen papel desempeñado en los combates, la resistencia palestina se había ganado el derecho a retirarse con honor para proseguir la lucha, sin haber perdido la cara. Por añadidura, el espectáculo de los feroces bombardeos israelíes sobre Beirut, cebándose en la destrucción de vidas y haciendas civiles con escasa relación con la lucha, se entiende que ha constituido un nuevo spot publicitano para la causa de la guerrilla, que, en definitiva, no ha salido totalmente derrotada de la batalla.
Los israelíes, por su parte, aspiraban a una operación relativamente rápida, poco costosa en vidas humanas -las propias-, con la destrucción, si no de la infraestructura política del enemigo, sí con suexpulsión de territono libanés. En realidad, si han conseguido este último objetivo sin tener que pagar el precio de un reconocimiento siquiera simbólico de sus contrincantes, la lucha ha sido mucho más ardua de lo previsto, sus partes de bajas, que al comienzo de. los combates se emitían con profusión, empezaron a hacerse escasos y a desaparecer completamente pasadas unas semanas de conflicto, y la intervención del presidente norteamericano, Reagan, ha impedido la ocupación final de Beirut y la liquidación física de los que se hubieran quedado en sus bunkers a esperar el ataque. Al mismo tiempo, la crueldad inaudita del general Sharon, aparentemente actuando más allá de las órdenes recibidas, hasta el extremo de dar hnagen de moderado a su jefe, el, primer ministro Beguin, le ha hecho un flaco servicio al Estado israelí con la propagación por los televisores de todo el mundo del espectáculo del cielo de fuego y plomo abatiéndose sobre la ciudad libanesa.
Israel, acostumbrado, por libre elección y destemplanza histórica, al barrage de la crítica internacional por su obstinación en dar una solución sólo militar al problema palestino, dreía poder pagar una vez más el precio de su arrogancia, pero a condición de obtener el triunfo completo, la eliminación del enemigo, lo que no se ha producido. En este sentido, sí es verdad que la guerrilla palestina ha conseguido una cierta victoria.
La moral de esta historia parece ser la de que el resultado relativamente inconcluso de la guerra devuelve la situación a como se hallaba antes del inicio de las hostilidades. Si la derrota-de la guefflua hubiera sido completa, hay quien argumenta que a Estados Unidos le habría sido más fácil forzar una vía de diálogo entre los israelíes y un pueblo úalestino descabezado de sus actuales líderes. Quizá eso sea tan- sólo tomar los deseos por realidades, pero únicamente la guerra de 1973 abrió el camino para la paz entre Egipto e Israel.
Si los palestinos hubieran obtenido una contrapartida política de peso a cambio de la retirada, las negociaciones entre Israel y la OLP, única fórmula para que un día se dé solución al problema del Próximo Oriente, estarían más cerca.. Lo que ha ocurrido, sin embargo, es un ni si ni no, sino todo lo contrario. Beguin ha herido al enemigo, pero no lo ha rematado. La guerrilla palestina sobrevive, pero tiene que replegarse a unos cuarteles de invierno en los que.presumibiemelíte va a hacer muchofrío.
Todo hace prever un recrudecimiento de los atentados, de la guerra de exportación en los aeropuertos y las .Embajadas del mundo entero, que los palestinos, alejados de las fronteras de Israel, librarán con tanta mayor ferocidad cuanto recuerden la insultante audacia del general Sharon en el campo de batalla y la despiadada negativa de Menájem Beguin a hablar un día de paz. La sexta y próxima guerra árabe-israelí está cada día más cerca.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.