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'Penthesilea', de Schoeck, obra olvidada y resucitada en Salzburgo

El Festival de Verano, en Salzburgo, no brilla por su amor a las novedades. El que a principios de los setenta Karl Böhm llegara a poner sobre la escena del Grosses Festspielhaus el Wozzeck, de Alban Berg, debe considerarse como un atrevimiento sólo tolerable por la respetabilidad del extinto maestro. El secretario general del festival desde 1980, Otto Sertl, ha mostrado, sin embargo, una receptividad moderadamente superior a la de sus antecesores. Sertl promovió el estreno, en 1981, de Baal, la ópera de Friedlich Cerha, y el retorno a la sala de conciertos del oratorio de Franz Schmidt El libro de los siete sellos, caído en el olvido desde que Mitropoulos lo dirigiera al final de los cincuenta. En este 1982, Sertl ha patrocinado la exhumación de una ópera rotundamente olvidada: Penthesilea, escrita entre 1923 y 1926 por el compositor suizo 0thmar Schoeck que buscó su inspiración en la tragedia de Heinrich von Kleist.Sertl, que empieza a descubrirse como un ferviente admirador de la música inmediatamente posterior a la Escuela de Viena (Schoenberg y sus discípulos), ha tomado como pretexto para recuperar Penthesilea la conmemoración del 25º aniversario del fallecimiento de Schoeck, acaecido en 1957. Dejando aparte el estreno en Dresde, en 1927, y algunas representaciones en Centroeuropa anteriores a la segunda guerra mundial, sólo ha habido otro intento reciente de rescatar esta música, la interpretación dada en el Festival de Lucerna en 1975, bajo la batuta de Zdenek Macal.

Como en Lucerna, Salzburgo ha optado por la versión de concierto, apoyada en este caso por el decidido padrinazgo de la ORF austriaca y de la Unión Europea de Radiodifusión (UER). Opera en un único acto, como Salomé, Elektra (Richard Strauss) o El castillo de Barbazul (Béla Bartok), la partitura del autor suizo no es larga, aproximadamente una hora y veinte minutos en la versión escuchada en Salzburgo. El lenguaje de Schoeck es neorromántico con impurezas; es decir, con tics y gestos característicos de la música europea posterior al Wozzeck. Atonalidad libre, politonalidad y flirteo con determinados centros tonales se dan cita en el discurso bélico-amoroso creado sobre el hermoso texto de Kleist.

La obsesión de Schoeck por centrar los elementos femeninos en torno a fa sostenido (Penthesilea) y los masculinos en torno a do natural (Aquiles) es un procedimiento llamativo y, sin duda, eficaz en el largo dúo de amor, de casi veinticinco minutos, la mejor secuencia de la obra; en este extraño diálogo, Alban Berg y Debussy parecen darse la mano en el trasfondo orquestal, mientras los dos protagonistas mantienen un emotivo coloquio, mitad cantado, mitad hablado. Para las secuencias guerreras que abren y cierran la obra, Schoeck utiliza una descomunal orquesta, con especial contingente de percusión. Ciertos elementos resultan curiosas adaptaciones del pasado, como los trombones que doblan la voz de Aquiles en su primera interpretación, túnel del tiempo que conduce a la idea desarrollada por Monteverdi en la escena de Plutón de su Orfeo.

Para dirigir Penthesilea, fue llamado Gerd Albrecht, traductor en Munich del Moisés y Aarón, de Schoenberg, que en la complicada pieza de Schoeck ha vuelto a demostrar sus dotes de concertador. Theo Adam y Helga Dernesch dieron vida a los protagonistas, con especial mención para esta última. Hoy, la Dernesch, convertida en mezzosoprano, afronta una nueva carrera, en la que su innato talento puede devolverle momentos de gloria.

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