El 'Sputnik 1' inauguró la aventura humana en el espacio
Mañana se cumple el 25º aniversario del lanzamiento del primer satélite artificial, puesto en órbita el 4 de octubre de 1957 por la Unión Soviética, que se adelantaba así a Estados Unidos en este primer paso de una carrera espacial que todavía continúa
La semana pasada, un corto despacho de agencia procedente de Moscú pasó inadvertido en la inmensa mayoría de los medios de comunicación. El hecho de que una nave automática cargada de provisiones y sin tripulación se acople a un laboratorio espacial que permanece desde hace varios meses en órbita de la Tierra, para llevar suministros a los dos astronautas que lo habitan, ha dejado de ser noticia. Era la tercera nave de la serie Progreso que efectuaba la misma maniobra en esta misión para llevar combustible, alimentos, repuestos, y hasta correspondencia a los habitantes del Salyut 7, que mientras tanto habían recibido la visita de la segunda mujer cosmonauta, la soviética Svetiana Savitskaia.La política del secreto
Mañana, cuando se cumpla el 25º aniversario del lanzamiento del primer vehículo espacial, el famoso Sputnik, los cosmonautas rusos tomarán probablemente un copa para festejar el hecho de que en sólo veinticinco años la aventura espacial haya pasado a ser algo, si no al alcance de todo el mundo, sí elemento cotidiano de la actualidad del mundo moderno.
Lo que no ha cambiado, sin embargo, ha sido la política informativa soviética en temas espaciales El mismo secreto en que se guardó hasta el último minuto el lanzamiento de la segunda mujer astronauta caracterizó el lanzamiento, el 4 de octubre de 1957, del Sputnik 1 -sputnik, en ruso, significa simplemente satélite-, y hasta muchos años más tarde el mundo occidental no pudo enterarse del tipo de cohete que lo había puesto en órbita. Todavía no se sabe con precisión el punto exacto de lanzamiento, ni siquiera la hora.
Una emisión radiofónica en inglés de la agencia Tass daba, a las doce de la noche de ese histórico 4 de octubre, la noticia:, "La Unión Soviética ha puesto en órbita con éxito un satélite terrestre por medio de un cohete lanzador. El satélite tiene una velocidad orbital de 8.000 metros por segundo, se encuentra en trayectoria orbital elíptica alrededor de la Tierra, y llegará a alcanzar una altitud de novecientos kilómetros... ".
El entusiasmo soviético por la hazaña convirtió el frío lenguaje de un comunicado oficial en algo vivo, que podía ser compartido por todo el mundo. Señalaba que el satélite llevaba dos radiotransmisores que enviaban continuamente señales con determinadas frecuencias, que especificaba "lo suficientemente potentes como para poder ser captadas en alta fidelidad por radioaficionados", y reconocía que la ignorancia existente sobre la composición de las capas altas de la atmósfera no permitía prever el tiempo que el satélite podría permanecer en órbita terrestre. Daba también el comunicado precisiones sobre la trayectoria y las horas en que podría ser visto el satélite a través de pequeños telescopios o simplemente de prismáticos, "a la luz de los rayos del sol naciente y poniente", y afirmaba, finalmente: "Los satélites artificiales abrirán el camino a los viajes espaciales".
Entusiasmo mundial
La BBC y otras emisoras transmitieron los primeros blips, de 0,3 segundos cada uno, emitidos por el pequeño satélite, mientras los científicos de todo el mundo especulaban sobre sus características y la misión que tendría encomendada, al tiempo -que los observatorios astronómicos mantenían un seguimiento constante del Sputnik 1. Las primeras fotos supusieron cierto desencanto. El satélite era una esfera muy pequeña (58 centímetros de diámetro), en la que el único signo distintivo consistía en cuatro antenas.
La sorpresa fue, sin embargo, sólo relativa, ya que 1957 había sido declarado Año Geofísico Internacional, y uno de los fines de esta celebración era establecer las bases científicas y técnicas para el lanzamiento de vehículos espaciales, algo que tanto la Unión Soviética como Estados Unidos habían anunciado desde 1955. Sin embargo, el proyecto estadounidense se vio pospuesto hasta 1958, y los soviéticos aprovecharon este retraso para convertirse en los lanzadores del primer satélite artificial en la historia de la humanidad. De hecho, la Unión Soviética cumplió los requisitos establecidos por el Año Geofísico Internacional, que tenía su sede en Bruselas, comunicando una semana antes del lanzamiento las frecuencias en las que iba a transmitir su ingenio espacial, aunque el tema se mantuviera en estricto secreto, y comunicó también el éxito del lanzamiento pocas horas después de realizado, de acuerdo con los convenios establecidos entre los países participantes en el Año Geofisico Internacional.
El 6 de octubre, cuando el Sputnik 1 llevaba ya dos días en órbita, el científico soviético Biagonravov, que encabezaba la delegación de su país en una conferencia sobre cohetes y misiles que tenía lugar en Washington, dio algunos detalles más sobre el satélite. Reconoció que cuando él y su delegación habían abandonado la Unión Soviética ya estaban en marcha los preparativos de lanzamiento, tras dos años de preparación, pero que todavía se estaba dudando entre dos modelos de satélite. Describió el Sputnik como un satélite muy simple, que únicamente contenía un radiotransmisor y, ante las suspicacias planteadas por su relativamente elevado peso -84 kilogramos-, afirmó que se debía a las baterías que suministraban energía al transmisor.
Fines científicos
Blagonravov no dio importancia al secreto en que se habían mantenido los preparativos del lanzamiento, afirmando que se trataba de un lanzamiento puramente experimental, y que el satélite correspondiente al Año Geofísico Internacional sería uno posterior, lo que no cuadraba mucho con el entusiasmo oficial soviético. Sus declaraciones insistieron en que la aportación a la ciencia y a la paz era lo que interesaba a la Unión Soviética, que pensaba mandar seres humanos al espacio, pero con fines puramente científicos.
El Sputnik 1 permaneció en órbita más de lo que esperaban los propios soviéticos, pero cuando el calor generado por el roce con las capas atmosféricas lo destruyó en su caída a la Tierra, a principios de 1958, ya no era noticia. El 3 de noviembre de 1957, un mes después del lanzamiento del Sputnik 1, se ponía en órbita el Sputnik 2, que ya no era solamente una pequeña máquina.
A bordo llevaba un ser vivo, una perra especialmente entrenada, de nombre Laika, que se hizo popular en todo el mundo. El segundo Sputnik pesaba bastante más que el primero -540 kilogramos-, y paseó a la perra durante más de una semana por el espacio, hasta que un fallo en el sistema de suministro de oxígeno causó la muerte del animal. Como se suele decir, su sacrificio no fue en vano, puesto que los sistemas de supervivencia en el espacio eran muy similares en el Sputnik 2 y las siguientes cápsulas espaciales de la misma serie a los que luego utilizaría el primer astronauta, el soviético Yuri Gagarin, para sobrevivir en el espacio a bordo del Vostok 1, en su histórico vuelo de una hora y 48 minutos de duración, el 12 de abril de 1961
Para 1960, los soviéticos habíar perfeccionado los sistemas de recuperación y pudieron hacer volver a la Tierra sanos y salvos , otros dos perros y cuarenta ratones que iban a bordo del Sputnik 5 Fueron los primeros seres vivos que volvieron del espacio.
Aquel año ya había empezado la carrera espacial entre rusos ' norteamericanos, con naves no tripuladas, aunque los soviéticos obtuvieron una segunda victoria con el primer vuelo tripulado, que fue seguido, apenas a un mes de distancia, por el de Alan Shepard, en la cápsula Mercury-Redstone 3. Shepard, sin embargo, solo permaneció quince minutos en el espacio. Muy poca cosa, si se compara con la marca actual de permanencia en el espacio, que tienen los rusos desde hace dos años, y que se cifra en 175 días, marca que pueden batir los propios rusos en cualquier momento, puesto que para ellos la permanencia prolongada en el espacio parece ya no tener secretos.
Las características de peligro y complicación que tienen los vuelos espaciales se ha puesto de manifiesto en los accidentes ocurridos, con víctimas, en el curso de la aventura espacial. El veterano Komarov perdió la vida al estrellarse la cápsula Soyuz 1 en el viaje de regreso, y tres astronautas norteamericanos resultaron muertos cuando se incendió una nave Apolo en un simulacro de vuelo. Ambos accidentes ocurrieron en 1967. Existen sospechas que la carrera espacial ha producido más muertes en la Unión Soviética pero no se conocen más datos.
Después del primer vuelo tripulado la historia de la exploración del espacio se amplía y diversifica con el hito de la llegada del hombre a la Luna y el envío de sondas espaciales a los planetas más lejanos. Otros países se han incorporado, aunque todavía tímidamente, por el altísimo coste económico, a la aventura, que ha dejado hace tiempo de ser puramente romántica, para convertirse en un fenómeno con indudables aspectos económicos y estratégicos, y un interés humano menor. Los vuelos tripulados se han limitado a la órbita terrestre, y en los soviéticos han participado astronautas de otros países.
En los estadounidenses se prevé la participación del primer astronauta extranjero, procedente de Alemania Occidental, para un vuelo del Shuttle en 1983, y también se está preparando uno francés dentro del programa de cooperación espacial de este país con la Unión Soviética.
El hombre sigue soñando con colonizar otros mundos en un futuro no muy lejano, aunque hasta ahora las sondas espaciales enviadas a años luz de distancia no le han permitido hallar el modo de escapar a su limitado mundo en tres dimensiones. Todavía falta el salto que le permita viajar por el espacio según las teorías de Einstein. Mientras tanto, se puede entretener observando los satélites artificiales que cruzan continuamente el cielo en las noches estrelladas y recuerdan cómo empezó todo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.