Breznev, el hombre que hizo escuela
Hay cosas que en cada ser humano son simplemente inolvidables. Uno de estos momentos que recordaré toda la vida es mi encuentro con Leonid Ilich Breznev, el 23 de diciembre de 1976, a las 4 en punto de la tarde. Llegué a Moscú por la mañana. Venía de los campos de concentración chilenos donde estuve en cautiverio más de tres años. Cuando me encaminaba hacia el lugar de la entrevista por uno de los corredores del Kremlin, salían de una reunión los miembros del Buro político. Los saludé a la carrera, uno por uno, y apresuradamente entré a la amplia sala donde permanecía el hombre cuya muerte repentina ha conmocionado al mundo entero.A pesar de que no tenía muchos años más que yo, sentí que me abrazaba como un padre al hijo que vuelve de la guerra o de un largo viajo. Las luces de la televisión nos enceguecían. Algunas lágrimas asomaron a sus ojos, pero no precisamente por efecto de esas luces. Estaba feliz de que hubiera podido llegar a su tierra hospitalaria.
Cuatro años antes, en diciembre de 1972, estuvo en Moscú el presidente Salvador Allende, después de visitar México y de haber hablado en la Asamblea General de las Naciones Unidas. Formé parte de su comitiva y por encargo suyo se adelantó mi llegada a la capital soviética. El compañero Breznev estaba aquejado de una fuerte gripe. Tuvo la deferencia de recibirme en la habitación del hospital donde entonces se hallaba. Se levantó para esperar al presidente de Chile en el aeropuerto de Vnukovo.
Participó activamente en las conversaciones oficiales, mostrando un gran interés por el proceso revolucionario chileno y una gran disposición solidaria. Esos días y esas conversaciones con Leonid llich son también inolvidables. La reacción chilena no le perdonó nunca a Allende que en aquella oportunidad llamara a la Uníón Soviética "nuestro hermano mayor".
Los reaccionarios chilenos le dieron interesadamente a la expresión una connotación que no tenía. Lo cíerto es que las relaciones entre Chile y la URSS se desenvolvieron en pie de igualdad, entre dos Estados soberanos y, en todo caso fueron más favorables a los intereses chilenos. El día del sangriento golpe fascista, Moscú suspendió sus relaciones con Santiago. No estaba obligado a hacerlo. Lo hizo en un supremo gesto de solidaridad con nuestro pueblo.
Leonid llich Breznev es uno de esos pocos hombres que entran para siempre en la historia. De él se puede escribir un libro en varios tomos. Su vida está unida a grandes proezas del pueblo soviético. Por encima de todo, resalta en ella su perseverante y titánica lucha por la paz en el mundo. Su solemne palabra en el sentido de que su país no será el primero en hacer uso del arma nuclear tocó el corazón de millones de personas de toda la tierra, y es una prueba concluyente del apego a la paz de la sociedad soviética.
He seguido paso a paso sus quehaceres desde que fue designado secretario general del Comité Central del PCUS, en 1974. Poco después de haber asumido ese cargo, me invitó, junto al secretario general del PC colombiano, Gilberto Pieira, a conversar un rato. Se encontraba entonces en una dacha de los alrededores de Moscú, preparando el informe a un pleno. Nos habló de los problemas que le preocupaban, de uno y otro asunto, y nos mostró'lus trofeos de cazador en el bosque cercano. Nunca ví arrogancia en su persona, sino sencillez y trato afable.
Soy un viejo comunista. Creo firmemente estar curado del culto a la personalidad que nos ha hecho tanto daño. Pienso entonces que no incurro en rito alguno si digo, como lo digo, que Leonid llich Breznev es grande entre los grandes y que nos deja una precíada herencia de sabiduría política, de preocupación por los problemas concretos del pueblo y de ejemplar conducción del partido y del Estado. Uno de sus mayores méritos es haber restablecido plenamente la práctica de las normas leninistas de la dirección colegiada. Está claro que ésta no es sólo obra suya. Pero fue el que más contribuyó a hacer escuela del trabajo colectivo.
El nuevo secretario general del Comité Central del partido, Yuri Vladimirovich Andropov, fue cercano compañero de trabajo de Breznev. Su designación resultó ser, por así decirlo, un asunto de fácil despacho, lo cual muestra la conexión del núcleo dirigente del partido y del Estado soviético. No vendrá nada espectacularmente distinto. No habrá cambio alguno en las orientacíones fundamentales. Los sovietólogos de occidente pierden el tiempo especulando con lo que pueda o no venir ahora.
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