_
_
_
_
Un año bajo la ley marcial

El estado de guerra en Polonia será tan sólo 'congelado' para así poderlo utilizar como arma disuasoria contra Solidaridad

Para mañana, lunes, el mismo día en que se cumple el primer aniversario de la declaración de estado de guerra en Polonia, ha sido convocado el Parlamento. En los próximos días, el estado de guerra será probablemente suspendido hasta julio del año próximo, sin que las autoridades polacas se atrevan todavía a anularlo definitivamente.

Más información
Walesa pide a Jaruzelski anmistía para los condenados durante la ley marcial

El estado de guerra quedaría como arma disuasoria contra los intentos del sindicato clandestino Solidaridad de luchar contra el régimen, y al mismo tiempo se guarda una apariencia de legalidad que permita la visita del Papa a Polonia el próximo año y disminuir la presión de los países occidentales contra el Gobierno polaco.A lo largo de un año de estado de guerra, el régimen polaco ha conseguido reimplantar las bases de funcionamiento del llamado socialismo real. A pesar de la represión y de la declaración de estado de guerra, Polonia tiene todavía unas libertades envidiables para otros países del Pacto de Varsovia. En los días que siguieron al 13 de diciembre, los estudiantes extranjeros que estaban en Varsovia tuvieron la oportunidad de regresar a sus países. Se cuenta la anécdota de un estudiante búlgaro que dijo: "A pesar del estado de guerra, me quedo aquí, porque todavía hay más libertades que en mi país".

El general Wojciech Jaruzelski intentó legitimar su intervención con argumentos patrióticos y trató de mantener una línea centrista, a base de neutralizar a los más duros dentro del Partido Obrero Unificado Polaco (POUP) y librarse también de los que se habían distinguido por sus posturas renovadoras, que todavía no habían sido expulsados o devuelto el carné rojo de afiliados.

'Renovación socialista'

En el lenguaje oficial se mantuvo a lo largo de todo el año pasado de forma invariable y machacona la frase de que continúa la renovación socialista de la sociedad, y el entendimiento nacional era un tópico de aparición casi obligada en todos los textos y discursos oficiales.

El Gobierno aprovechó la situación de estado de guerra para introducir una serie de medidas económicas que en circunstancias normales habrían supuesto el amotinamiento de la población. Los precios fueron elevados de forma drástica y la moneda se de valuó un ciento por ciento, con la intención de eliminar parte del dinero circulante en Polonia, que no tenía ningún valor.

Con el pueblo sometido a la ley marcial y suspendido el sindicato independiente, el régimen pudo imponer la reforma de precios, que, en pura lógica económica, era necesaria, y así lo reconocían los asesores y dirigentes más conscientes de Solidaridad. Los intentos de reformas de precios en el pasado habían tenido consecuencias sangrientas. La rebelión de 1970 en el Báltico, las revueltas de Ursus y Radom en 1976 y los comienzos de las huelgas de verano de 1980 habían tenido como factor desencadenante las subidas de precios.

Trabajar para sobrevivir

Bajo el régimen de la ley marcial, la reforma de precios se impuso sin una reacción en contra por parte del pueblo.

A partir de la subida de precios que siguió a la declaración de estado de guerra, perder el puesto de trabajo equivale a quedar en la miseria, y aquí radicó el motivo fundamental de los sucesivos fracasos de Solidaridad al intentar organizar una huelga. El. pasado 1 de mayo Solidaridad consiguió movilizar a varios miles de manifestantes y por primera vez se pasearon las banderas del sindicato independiente por las calles de Varsovia, al mismo tiempo que se gritaba: "¡Libertad para Walesa!", "Libertad para los internados!" Aquel día, la Fiesta del Trabajo, la policía no intervino y se limitó a esperar que la manifestación se di solviese por sí sola.

Dos días más tarde, en el ani versario de la primera Constitución polaca de fines del siglo XVIII, la policía disolvió a miles de manifestantes, en su mayoría jóvenes, que se lanzaron a las calles para protestar contra el régi men militar. Los acontecimientos del 3 de mayo marcaron la línea que siguió la resistencia en los meses siguientes y quedó patente qu Solidaridad estaba en condiciones de crear disturbios en las calles. Pero no tenía fuerza suficiente para organizar una huelga general de las fábricas militarizadas.

En las fábricas reina la resignación y el miedo a perder el puesto de trabajo, lo que hoy día en Polonia equivale a la indigencia absoluta. Muchos están dispuestos a correr el riesgo de manifestarse en la calle, donde es posible escapar a la detención de la policía; pero la organización de una huelga requiere descubrirse en la fábrica, lo que supone el despido inmediato. Los sucesivos intentos de Solidaridad de convocar huelgas, aunque sólo fuesen simbólicas, fracasaron.

Dentro del sindicato independiente en la clandestinidad surgie ron de nuevo las viejas polémicas entre los radicales y moderados agravadas bajo el estado de guerra por la inestabilidad material de solventar las diferencias en la mesa de negociaciones por medio del diálogo y la discusión. La clan destinidad en Polonia resulta muy difícil por las dificultades materiales de vivienda, que hacen casi ¡m posible la posibilidad de mantener pisos francos con fines conspiratorios.

Con la mayoría de sus líderes encarcelados o internados, Solidaridad consiguió sólo formar una comisión coordinadora provisional de cuatro miembros (Bujak, Lis, Frasyniu y Hardek), que convocó en varias ocasiones a la huelga general, pero sin éxito. Las acciones de Solidaridad en la clandestinidad vinieron como anillo al dedo a los encargados de la represión. Un miembro del partido comentaba, a raíz de las jornadas de lucha del pasado 3 de agosto, que "con estas acciones, Solidaridad se descubre y pierde gente valiosa".

El viceministro de Interior, Stachura, presentó un balance de los meses de estado de guerra el pasado 8 de diciembre. Los muertos, en enfrentamientos con la policía, fueron quince y 178 heridos. A lo largo del año hubo 317 y a lo largo del año hubo 10.131 internados, sin que la cifra superase nunca los 5.300. Desde el pasado 13 de diciembre hubo 3.616 arrestados y contra 2.822 fue abierto un proceso. La policía se incautó de 360 máquinas de imprimir, 468 máquinas de escribir y descubrió once emisoras clandestinas de Radio Solidaridad.

Aparte de la represión policial, de nuevo las divisiones internas frenaron la acción de Solidaridad, donde se distinguen por lo menos tres líneas de acción:

1. Los partidarios de una insurrección popular contra el régimen, tesis sostenida en algunos escritos del dirigente del Comite de Autodefensa Social (KOR), Jacek Kuron.

2. Los partidarios de una "larga marcha" hasta la creación de una especie de "sociedad clandestina" paralela a la oficial, hasta llegar en un futuro no inmediato a la convocatoria de una huelga general con éxito, como propugnó el dirigente clandestino Zbigniew Bujak.

3. Los partidarios de lograr un compromiso con el régimen sobre la base de un entendimiento nacional, tesis de los asesores más próximos al arzobispo y primado de Polonia, Jozef Glemp.

En esta constelación de fuerzas queda la incógnita de la postura que adoptará Lech Walesa, que el mes pasado fue puesto en libertad de forma sorprendente.

Lo más probable es que Walesa se incline por la posición de moderación que preconiza el primado. La interrogante que se abre ahora es la reacción de la clandestinidad ante una postura que podía ser considerada como capitulación.

La jerarquía católica polaca ha sido, sin duda, el último año, uno de los principales factores de estabilización y de freno de la ira popular.

La Iglesia se mueve en el arriesgado filo entre la prudencia necesaria y el colaboracionismo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_