Buenos actores, débil suspense
Si Robert Benton supo enriquecer cada secuencia de Kramer contra Kramer, buscando por encima de su esquema narrativo, aquellas motivaciones de los personajes que convirtieran la película en un retrato de conflictos íntimos, en su siguiente obra, Bajo sospecha, no ha olvidado aquella experiencia.El engranaje dramático del suspense, género al que ahora se adscribe, no le impide tratar de repetir aquellos aciertos.Cada personaje, el protagonista masculino sobre todo, vive de dentro a afuera las atormentadas situaciones en que le sitúa la muerte por asesinato de uno de sus pacientes. Psiquiatra meticuloso, frío y eficaz, se ve turbado por la presencia de una nerviosa mujer, amante del paciente muerto y sospechosa de haberlo asesinado. Su capacidad de seducción es superior a su peligrosidad; el médico se deja vencer por ella, uniéndose a su causa, aun a riesgo de perder la vida.
Bajo sospecha
Guión y dirección: Robert Benton. Fotografía: Néstor Almendros. Ambientación: Michael Molly. Intérpretes: Roy Scheider, Meryl Streep, Jessica Tandy, Joe Grifasi. Norteamericana, 1982. Suspense. Local de estreno: Palacio de la Música.
Hay en el cine otras historias de amor que pueden recordarnos la que Benton desarrolla aquí. Hay también películas de suspense en las que las dudas hacia un posible asesino arrastran la complicidad de los inocentes. No hay, pues, nada realmente nuevo en el trabajo del director.
Lo que sí aporta Bajo sospecha es la posibilidad de que la labor de los actores profundice en zonas que el género deja resueltas con el simple tópico. Roy Scheider en el papel de psiquiatra y Meryl Streep como presunta asesina, trabajan con ahínco en las interioridades de sus personajes. El, con una admirable economía de resortes dramáticos; ella, con más libertad en el terreno de la truculencia, puesto que su personaje exige más ambigüedad; dispone incluso de un largo monólogo, que el doblaje español reduce a la rutina cuando en la interpetación original debió ser el momento álgido de la actriz.
Ninguno de los dos actores está ayudado por el guión. En éste se quieren respetar los engranajes del misterio sin olvidar los lugares comunes: secuencias con poca luz (bien creadas por el fotógrafo Néstor Almendros), momentos más alargados de lo necesario, traumas infantiles que florecen gratuitamente y toda la jerga que, incluso antes de Hitchcock, quiso hacer suya un cine de suspense que supere la vulgaridad, pero que vuelva a caer en lo trillado al no proponer auténticas novedades.
Babelia
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