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Reticencias en Portugal por coincidir la campaña electoral con una conferencia de la OTAN

Los ministros de Defensa de los países miembros del Grupo de Planificación Nuclear de la OTAN se reúnen a partir del lunes, en el sur de Portugal, en respuesta a la invitación cursada hace dos años, en Colorado Springs, por su colega luso de la época, Diego Freitas do Amaral.

El dirigente democristiano, que abandonó en enero todos sus cargos políticos, no será el anfitrión de la reunión, siendo sustituido internamente por su colega de partido Bayao Horta, que es también ministro de Cultura y Comercio.La presencia de los ministros de Defensa de la OTAN, y en particular del secretario norteamericano, Caspar Weinberger, en Portugal en este período de campaña electoral ha suscitado especulaciones e interpretaciones diversas en los medios políticos de Lisboa.

Aunque parezca exagerado afirmar -como lo hacen los comunistas portugueses- que se trata de una injerencia en los asuntos internos lusos, reforzada por la anunciada llegada de una escuadra de la OTAN a Lisboa a principios de abril, la coincidencia tiene al menos un carácter simbólico.

Al presentar al Congreso de Estados Unidos las propuestas de ayuda económica y militar a varios países aliados para 1984, la Casa Blanca no negó que el resultado de las próximas elecciones legislativas portuguesas tendría incidencia sobre la cooperación militar luso americana.

Asimismo, debe renegociarse, dentro de este año, el acuerdo entre Lisboa y Washington sobre utilización de las bases portuguesas. El acuerdo existente y relativo a la base aérea de Lages expiró el 4 de febrero y entró en vigor la cláusula de prórroga automática de un año.

Pero esta solución no satisface ni al Gobierno norteamericano, ansioso de obtener del de Lisboa la concesión de nuevas facilidades en la base azoriana y en territorio portugués peninsular como puntos de apoyo para su fuerza de intervención rápida en Europa y en Oriente Próximo, ni al Gobierno autonómico de Azores, principal beneficiario de las contrapartidas financieras pagadas por Estados Unidos por la utilización de Lages, y que constituyen la principal fuente de financiación del plan de desarrollo de la región autónoma.

La eventual sustitución del Gobierno de Alianza Democrática por un Gobierno socialista presidido por Mario Soares no debe alterar en nada el estricto alineamiento atlántico de Portugal.

Que se trate de las relaciones Este-Oeste, de Oriente Próximo o de Africa austral, Soares dejó bien claro en todas sus intervenciones, y en su reciente visita a Washington, que apoya los puntos de vista de la Casa Blanca en todas las grandes cuestiones de política internacional.

Irritado por las insinuaciones de los periodistas de que había ido a Washington a obtener el visto bueno para el regreso de los socialistas al poder en Lisboa, Mario Soares no tuvo inconveniente en afirmar que consideraba positiva la acción de la Administración Reagan en defensa de la democracia en Portugal.

Lo que está a debate no es, pues, una eventual reticencia de Lisboa en conceder a Washington las facilidades pretendidas, sino el precio a pagar por los norteamericanos por la utilización de las bases estratégicas portuguesas.

Por ello, el actual Gobierno de Lisboa ha preferido negociar por separado el tema de Lajes.

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