Pueblos amigos
Al margen del interés político coyuntural que puede tener -y que sin duda tiene- la visita a Cataluña de Carlos Garaikoetxea, presidente del Gobierno vasco, existe un interés menos pasajero, más institucional. En cierta forma, la visita que concluyó ayer ha tenido una relevancia histórica. Con la visita de Garaikoetxea ha encontrado una encarnación institucional un movimiento de constante simpatía entre Cataluña y Euskadi, construida sobre la base de un intento común de pluralización del Estado. Esta simpatía, que se palpa en el ambiente, que se reflejó durante la resistencia y después de ella, adquiere así una solvencia y una densidad que sólo pueden darle las instituciones autonómicas representativas.El nacionalismo catalán y el nacionalismo vasco no son exactamente lo mismo. Existen diferencias, porque distintos son los dos países. Pero comparten -como ha resaltado el presidente Pujol- una característica: la voluntad de obtener no sólo una descentralización administrativa, sino también un reconocimiento político. Y sobre esta coincidencia es lógico que se construya un clima de amistad, de proximidad, que, por otra páirte, ha existido siempre, aun en tiempos en los que no ha podido expresarse en el plano de las instituciones.
La acogida a Garaikoetxea ha tenido así, para sumar a la cortesía que se debe a cualquier presidente de comunidad autónoma que nos visite, un significado especial. Ha sido la bienvenida a una concurrencia en el objetivo común de llenar de contenido político el proyecto autonómico.
El clima de amistad y proximidad, siempre,existente entre Cataluña y Euskadi, fue asimismo destacado por el lendakari, cuya primera visita oficial a nuestras tierras ha puesto de relieve un hecho de por sí existente, aunque circunstancias dolorosas, obviamente conocidas, habían impedido durante tanto tiempo la concreción ahora tenida.
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