Previsto desaire en Londres
La disparatada apertura de la verja de Gibraltar con que se desayunó en política internacional el Gobierno socialista ha servido para que la diplomacia británica endurezca sus posiciones. Ahora, el Reino Unido pide más: exige que España normalice plenamente las comunicaciones con la colonia. Nuestra dialéctica descolonizadora con Londres se ha degradadó en la misma medida que Londres pasa a la ofensiva, desplazándose del lugar de demandado en que estaba a la posición de demandante en que nosotros nos encontrábamos.Ya había anticipado Fernando Morán, antes de comenzar su reciente y nada airosa visita a la capital del Reino Unido, que intentaría hablar del Peñón con sus anfitriones. Ni siquiera conversaciones formales sobre Gibraltar, que son bastante menos que una negociación -en categoría semántica de la diplomacia-, aunque, mucho más que una tertulia o que una simple, alusión al paso en el conjunto del diálogo oficial. La diplomacia británica, con grados de profesionalización que no toleran las improvisaciones ni las trivializaciones ideológicas de la comunicación entre los Estados, ha tenido, además, un detalle que certifica la circunstancia, -de otra parte evidente, de que no se encuentra dirigida por aficionados. A medias para compensar el desaire y a medias para prologar la oferta de suministros militares, los interlocutores de Fernando Morán nos regalan con la promesa de apoyar el ingreso español en la CEE.
La verja de Gibraltar fue abierta por consideraciones humanitarias. Si se hubiera reparado en que fueron consideraciones humanitarias también las que por parte española hicieron posible la posterior anexión del espacio que hoy cierra la verja (que los británicos levantaron), no se habría cometido tan grave traspiés en el primer Consejo de Ministros celebrado por el actual Gobierno. El humanitarismo español permitió que se ampliara el espacio territorial de la colonia y ha permitido ahora que se invierta la dialéctica descolonizadora, consolidando el soporte de la renuncia británica a negociar la devolución de la soberanía.
Margaret Thatcher y Francis Pym, el dúo bélico-diplomático de las Malvinas, se aferran al principio de autodeterminación de los gibraltareños. Y sobre el mismo principio proyectan la conveniencia de que sean restablecidas y ampliadas las enteras comunicaciones con la colonia.
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