Las arrugas están garantizadas
Unas arrugas que nada tienen que ver con la vejez ni con el efecto diabólico del sol sobre el cutis. En un domingo tan primaveral como éste interesa mucho más el eslogan de un astuto diseñador español, que asegura que "la arruga es bella". Y es cierto. La arruga puede ser muy bella; sobre todo cuando juegan con ella los buenos creadores. Como en estos casos.
Hace poco, en París, noté por vez primera estas etiquetas en varias prendas: "Garantie Froissable, Guaranteed to wrinkle", o sea, arrugas garantizadas. Otro diseñador, un francés esta vez -Philippe Adec, para ser precisos-, y también con sentido del humor, tuvo la magnífica idea de valorizar lo que hasta ahora se había despreciado. Y lo hizo con tanta elegancia que una prenda arrugada, a partir de hoy, no se podrá rechazar.
Érase una vez
Si empezamos una cuenta atrás de siete años nos encontrarnos con las primeras colecciones del look arrugado. Los creadores italianos fueron siempre unos grandes aficionados a la arruga -con tal de que fuera adecuada al vestir- y dos de ellos la lanzaron a la fama en 1976. Uno presentó una colección de soberbios trajes-falda, y el otro, una línea dinámica de faldas amplias, arrugadísimas, llevadas con chándales de terciopelo, todo realizado en colores vibrantes, a base de fucsia, morado, azul eléctrico, y verde esmeralda. Estos diseñadores se llamaban Walter Albini y Giorgio Armani, y con ellos empezó todo un movimiento que siguieron sus compatriotas Gianni Versace y Gianfranco Ferre.Los franceses, con menos éxito, se inspiraron en el tema, y las prendas arrugadas surgieron en las colecciones de Claude Montana y de la marca Ventilo, en París, y cruzaron el canal de la Mancha para aparecer en las colecciones de Margaret Howell y de Mulberry, en Londres. En España, Daniel Carbocci, para Falstaff, y después Manuel Piña, las presentaron en sus colecciones.
Estas colecciones fueron entonces la bestia negra de los compradores de todos los países. El público no quería saber nada de arrugas y se negaba a pagar -mucho dinero, generalmente- por prendas que parecian ya usadas, aunque llevaran los nombres más famosos del prét-à-porter internacional.
Pero la idea había germinado y, como ocurre en cualquier proceso de educación, ganó fuerza hasta ser completamente aceptada, como es hoy el caso.
Las calidades propias del tejido utilizado para fabricar estas prendas contribuyeron mucho a su éxito; un tejido que, como habrán adivinado, no es otro que el lino.
El lino procede de una planta de un metro de altura, verde, con florecitas azules o blancas, llamada Linum usitatissimum por los botánicos, que crece en las zonas húmedas y templadas y los terrenos pantanosos del oeste de Europa. El lino se conoce desde hace más de 4.000 años, y de él existen rastros en las excavaciones arqueológicas, en los escritores griegos y en la Biblia.
Egipto fue el primer país que tuvo una industria de lino propiarnente dicha, y desde aquel entonces la historia de este tejido se ha confundido con la nuestra.
Hoy día, la industria del lino ha cambiado por completo, y con la maquinaria moderna, muchos países -España incluida- importan el lino y lo elaboran en sus fábricas. El lino, desde siempre, se ha utilizado para fines muy prácticos: recubrir mangueras o confeccionar sacos de correos, por ejemplo. Y también para fines elegantes: realizar prendas de vestir. Sus calidades únicas hacen del lino la materia predilecta de muchos creadores. A su apariencia lustrosa y fina se une una textura un poco irregular, que le da clase. Su caída, impecable, se presta maravillosamente al corte de las americanas y de los pantalones. Su contacto sobre la piel es más que agradable. Tiene, además, una particularidad notable: absorbe el calor de la piel por conducción directa, absorbe el sudor y lo dispersa en vapor y, por tanto, es la tela fresca ideal para los países calurosos. Al perfeccionarse la técnica de la elaboración del lino se ha multiplicado la variedad de diseños disponibles. Se dice que el lino más fino viene de Irlanda y que los más elegantes diseños salen de Italia; es, por lo menos, lo que asegura Purificación García, una de las estilistas españolas más dedicadas al lino.
Puchi, como llaman a Purificación sus amigos, no se considera una diseñadora. Explica modestamente: "Me inspiro en los italianos y me fijo mucho en cómo se viste la calle". Puchi, al igual que Adolfo Domínguez y Roberto Verinno, (otros dos aficionados al lino), es de Orense, pero empezó a diseñar en Uruguay. Cuando la situación política ahí se volvió imposible, se vino a España y en 1978 se afincó en Barcelona, cuya industria textil le podía ofrecer el respaldo necesario. Su ropa, es evidente, intenta captar un mercado de clase y de dinero. Ofrece una imagen de moda refinada que debe de atraer a la mujer activa y dinámica, pero femenina y sugestiva a la vez. Para añadir prestigio a sus colecciones, Puchi pide la exclusiva de sus telas y vende en exclusiva a las mejores boutiques españolas. Si inicialmente su negocio fue modesto -empezó con una colección de camisas-, hace ahora tres años, gracias a una. colección muy bien recibida, marcó un giro decisivo hacia un futuro que se anuncia más que prometedor. A Puchi y Daniel, su socio, se ha unido, desde hace un año, Nelson Pardeiro, que les diseña I colección de zapatos, imprescindibles, según Puchi, para completar su look. Esta primavera, la colección de Purificación García es como un homenaje al lino. Con diseños bonitos y refinados de lino damasco y de lino con cuadros o rayas, Puchi ha realizado una silueta fina y suelta de americanas alargadas, de pantalones flojos y cortos, de vestidos-túnica, de faldas sugestivas que descubren las piernas, todo perfectamente complementado por fajines de ante y napa de tonos contrastados.
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