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Visita de Felipe González a Rabat

Condenados a estabilizarse

Permanece un cierto enigma en torno a la decisión del presidente del Gobierno español de elegir Marruecos para su primer viaje oficial, desde que accedió a las responsabilidades del poder el 1 de diciembre de 1982. A desvelarlo puede ayudar la percepción de algunas necesidades que operan de una y otra parte.El rey Hassan II, blanco de severas críticas en los medios de la opinión pública progresista y en los de la Internacional Socialista, está enfrentado a una guerra en el Sáhara que dura ya más de siete años y retiene sobre la arena más de 90.000 hombres armados. Recientemente ha jugado con habilidad algunas bazas y desde la presidencia de la cumbre de Fez y del comité Al Qods se ha erigido en uno de los protagonistas en la búsqueda de una solución "para que los palestinos recobren su derecho a la autodeterminación y se forme un Estado independiente bajo la égida de la OLP". En el interior, el rey afronta otras dificultades que irán aflorando en seguida como resultado del asunto Dlimi. Ahora necesita una salida a la guerra, que quebranta la economía y ha obligado a duplicar los efectivos del Ejército. Al mismo tiempo, baraja un calendario inmediato para la convocatoria de elecciones locales, regionales y nacionales, pospuestas mediante prórroga de la actual legislatura en dos ocasiones anteriores.

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En estas condiciones, al rey marroquí le interesa la caución política que puede prestarle el presidente del Gobierno español, que es también uno de los más influyentes líderes de la Internacional Socialista. El rey precisa obtener del Gobierno español el placet a la solución prefigurada en el encuentro argelino-marroquí sobre el Sáhara y quiere capitalizar electoralmente frente a la izquierda de su propio país la visita de su huésped.

En cuanto a Felipe González, sus objetivos parecen dictados por el deseo de obtener garantías de relativa congelación en las reivindicaciones marroquíes sobre Ceuta y Melilla y contribuir con su estancia al desarrollo de un clima favorable a la conclusión del acuerdo pesquero. Además, no dejará de brindar a sus interlocutores marroquíes el sumando de la cooperación económica y cultural española, ofrecido como alternativa de alivio al omnipresente monopolio francés.

Los resultados esperables pueden traducirse en una contribución socialista a la estabilidad de Hassan II, cualquiera de cuyos hipotéticos recambios se considera por los analistas españoles más desfavorable que su continuidad. Si se consigue un efecto calmante sobre el irredentismo marroquí, la democracia española podrá emprender tareas más constructivas, superada la obsesión de la espoleta militar, siempre propensa a entrar en actividad cuando se rozan

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Condenados a estabilizarse

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materias de integridad territorial, como viene definida en la Constitución vigente. Hassan deberá comprender, simétricamente, que desestabilizar a Felipe González sólo podría traer como consecuencia que fuera rebasado por opciones claramente desfavorables. Hassan y Felipe González parecen haber comprendido que, parafraseando el tópico, están condenados a estabilizarse mutuamente.

En cuanto a los brindis de la cena oficial ofrecida anoche por el primer ministro marroquí, el del presidente español se quedó en las evocaciones retóricas, sin dejar de afirmar la importancia del proceso descolonizador, y de mencionar la superación de las visiones simplificadoras que presuponían como condición de progreso la asimilación de valores culturalmente extraños".

Su homólogo marroquí, Maati Bouabid, se adentró en el área de la política internacional por los vericuetos del Magreb, la agresión sionista a los árabes, la violación dé la unidad territorial de Líbano, el conflicto irano-iraquí y la decisión de efectuar un referéndum en el Sáhara de acuerdo con las resoluciones de la OUA en la cumbre de Nairobi.

No hubo por ninguna de las partes mención expresa a Ceuta y Melilla. Felipe González dijo que nadie puede pedir a otro que ceda en lo esencial y aseguró firmeza en lo que considera legítimos intereses patrios. Maati Bouabid se limitó a manifestar la exigencia de resolver todos los problemas en suspenso.

Aquí, como en Argel hace unos días, se barruntan claramente las señales de un acuerdo argelino-marroquí que incluye una solución para el Sáhara. El papel de catalizador que en la conclusión de estos arreglos esté prestando el proceso libio, contemplado como amenaza desestabilizadora por Chadly y Hassan, se valora muy altamente, por todos los analistas. Como también lo es, la acción desplegada en ambas capitales norteafricanas por el general norteamericano Vernon Walters, anterior subdirector de la CIA frecuente contertulio del INCI en Madrid y actual embajador extraordinario de Reagan.

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