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La Banca Catalana

La solución que se ha dado a la crisis de Banca Catalana es perfectamente coherente, por lo insólito, con el desgraciado cúmulo de circunstancias que se han dado cita en una de las historias más tristes de las finanzas catalanas y españolas desde que empezó la época de vacas flacas de la economía. española, hace ya casi un decenio. Sería inútil, por nuestra parte, asignar culpabilidades o levantar dedos acusadores; en primer lugar, porque ésa no es nuestra misión y, en segundo, porque los hechos están todavía demasiado próximos como para juzgar con la cabeza fría.Evidentemente, que un pool bancario se haya hecho cargo de Banca Catalana no es nuestra solución deseada y nos atrevemos a dar por supuesto que tampoco es la opción preferida por la sociedad catalana. Dejemos aparte, que tiempo habrá para ello, todo tipo de razonamientos políticos o in cluso sociológicos; el caso es que desde un punto de vista estricta mente de marketing, el segmento del mercado al que puede aspirar Banca Catalana en estos momen tos es el que se ve motivado por la catalanidad de la institución, el que crée que es bueno para Cataluña disponer de una banca propia, de un instrumento financiero -lo decimos crudamente- que planifique sus actividades en función únicamente de la unidad económica catalana. Este híbrido al que se ha llegado va a tener dificultades superiores a las derivadas de la propia situación de concurrencia en un mercado cada vez más difícil, ya que va a tener que explicar, con su actuación, lo que realmente es y representa.

Pero, al mismo tiempo, también hay que reconocer que no quedaban demasiadas alternativas. Con la ventaja de la perspectiva, puede afirmarse ahora que la nacionalización -la solución propugnada a última hora por los trabajadores- quedó totalmente descartada tras el último 23 de febrero, cuando se decidió la expropiación de Rumasa.

El Gobierno socialista, a través de su ministro de Economía y Hacienda, Miguel Boyer, tuvo que insistir hasta la saciedad en que lo de Rumasa "no estaba previsto", que la única nacionalización propuesta en el programa del PSOE -llevada a cabo con la aquiescencia de las propias empresas eléctricas, en un auténtico encaje de bolillos del ministro Solchaga- era la de la red de alta tensión. No ha sido fácil para el Gobierno -ni para los banqueros españolés- ir explicando a la comunidad financiera internacional que en este país no se van nacionalizando bancos y empresas así como así y, por otra parte, la Administración tardará años en desentrañar hasta sus últimas consecuencias el asunto Rumasa.

La otra alternativa era la que propuso la Caja de Pensiones, que, en honor a la verdad, tampoco despertó mucho entusiasmo, probablemente ni dentro del seno de la propia entidad.

En el fondo, da la sensación de que la oferta de La Caixa ha sido el detonante para que los bancos, finalmente, se decidieran a presentar la suya. A la hora de la decisión final, las ofertas de la Caja de Pensiones y la del pool bancario eran técnicamente muy, similares y, en esas condiciones, el Fondo de Garantía de Depósitos -institución compuesta totalmente por bancos- lo debió tener muy claro.

En descargo de la Caja de Pensiones -si es que hace falta descargo- hay que reconocer que su propuesta no contó con una adhesión nítida de la sociedad catalana y que el único apoyo claro era el de la Generalitat que, por no politizar todavía más el tema, apenas se hizo público. No parece que sea función de las cajas la de ser propietarias de bancos y, por tanto, asumir los riesgos consiguientes.

20 de mayo

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