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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

TVE: episodios de verano

EL DIRECTOR general de RTVE, con esa locuacidad que le caracteriza, ha manifestado su deseo de preservar a los españoles de los rigores de los telefilmes norteamericanos y evitar el colonialismo cultural a que se pudiera ver sometida nuestra sociedad. No obstante estas sanas intenciones, la realidad se ha encargado de jugarle una vez más una mala pasada al señor Calviño, y los contribuyentes tuvieron que soportar el jueves la repetición de un episodio de la serie Galáctica casi idéntico al ofrecido esta misma semana.Pero los sobresaltos y las sorpresas de la hora de la siesta de finales de agosto no comenzaron ahí. Entre un telediario que les salió demasiado largo y los inevitables ajustes de horario, los responsables de la programación decidieron a toda prisa acortar la revista Tarde de verano, y entonces surgió el problema. El equipo que lo realiza se niega, según parece, a hacer esta chapuza, y para evitar mayores discusiones sacan dos vídeos de música, cubren el hueco y, sin más avisos, a continuar.

Estos episodios de verano se unen al largo historial con que la nueva Administración ha salpicado su gestión al frente del Ente Público. Todos pensábamos ya que los actuales directivos de TVE habían llegado al techo de su incompetencia, pero ignorábamos que su capacidad de desacierto fuera infinita. Los espacios informativos, a cuyo frente se encuentra todavía increíblemente el enfermo imaginario señor BaIbín, sirven en este momento más para conocer las intenciones, réplicas y puntos de vista del Gobierno que para que los telespectadores puedan estar realmente informados. Las críticas realizadas a la nueva programación -que incluirá un sustancioso aumento de los espacios publicitarios- han sido contestadas con elegantes ataques personales del director de programación a los periodistas especializados.

La panoplia de argumentos utilizados en su defensa por los directivos de Televisión, que van desde la socorrida teoría de la conspiración internacional para implantar la televisión privada a las lecciones de leninismo sacadas de las solapas de los libros de bolsillo, carecen hoy de credibilidad. Sólo existe una realidad: tenemos una televisión pública mala y cara.

El Gobierno debiera reconsiderar su estrategia en este terreno. En TVE hay profesionales capaces de hacer una televisión digna. Probablemente tan sólo necesitarían unos directivos menos obedientes con el mando y más preocupados por la calidad de la programación. Mantener la actual situación sólo puede ser interpretado como un castigo a los españoles para que prescindamos de un medio tan característico del siglo XX en el que invertir nuestro tiempo libre.

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