Memoria de un futuro posible
Hace ya tanto tiempo... Debió ser un día como hoy, pero no puedo precisarlo. Desde entonces, ni las plantas florecen igual, ni las estaciones son las mismas, ni los ciclos se suceden como era habitual, por lo que es muy difícil saber exactamente cuándo fue. Y además, ha pasado tanto tiempo...De repente, un día, una gran detonación, como un trueno lejano, pero muy profundo. Después, silencio. Un silencio también largo y enormemente tenso. Debió de ser en un día como hoy...
Aquí, a este lugar, sólo nos llegó una nube espesa que empezó a producir cosas muy extrañas: las plantas cambiaban de color, los pájaros caían del cielo, las gentes se llenaban de llagas y úlceras de las que luego morían. Unos pocos pudimos protegernos. Después, silencio, desolación, abandono, y los que sobrevivimos -¿vivimos?- tuvimos que enfrentarnos a situaciones que nos eran tan nuevas como desconocidas. Pero algunos lo logramos.
A los pocos días, quizá semanas, una madre dio a luz un ser monstruoso, con grandes ojos, al que no puedo calcular la edad, pero que vive -¿vive?- y muchas veces me interroga sobre el porqué.
No puedo hacerle comprender las razones y que gracias a todo lo que pasó nos pudimos, él y yo, y unos cuantos, más librar del imperialismo yanqui y de la horda soviética. Tampoco llega a entenderme que tenemos que estar muy agradecidos a quienes nos liberaron de tan terribles males.
A ese ser monstruoso, de ojos grandes y mente clara, tampoco puedo hacerle entender que yo conocí un mundo en que las gentes eran felices al contemplar una pintura que se llamaba Las Meninas, que había seres que escribían versos y novelas y otros que dedicaban su vida a investigar la razón y el porqué de las cosas y que de cuando en cuando se reunían en una gran sala para escuchar una música que se llamaba Novena sinfonía. Un día se la hice oír, pero él no entendió nada.
Luego se, me acabaron las baterías y mis cintas quedaron inservibles. Tampoco entendió que había seres que transmitían ideas y sentimientos por medio de muy diversas máquinas que hoy son tan inútiles como mi radio y mis cintas sin pilas. Que había seres, como yo mismo, que gozaron una vez al contemplar Roma, París, Venecia y otros tantos lugares donde se convivía y que hoy ignoro si existen o no. El silencio es aquí cósmico y ni siquiera sé si hay otros seres que han sobrevivido -¿vivido?- a esa gran detonación.
Cuando pienso. en todo lo anterior me pregunto si habrá sido realidad o sólo un sueño y no sé si la realidad fue entonces o lo es ahora. Me entra una enorme desolación, pues no me conformo a tener como única justificación de todo cuanto hoy me rodea el que nos hayan liberado, a un pequeño grupo de seres en un pequeño rincón de este planeta, de ser víctimas del imperialismo yanqui o esclavos de la horda soviética. Y como esta justificación es la única razón sobre- la que se basa nuestra existencia, no puedo pensar, para que todo no se me vuelva en contra. Debo asimilar la idea de que todo fue para bien y que aquellas ingentes cantidades de dinero empleadas para defendemos tuvieron al fin una justificación y así poder sobrevivir -¿vivir?-
Tengo la necesidad de escribir estas líneas en un diario que quizá nadie va a leer, porque nadie ya va a entender estos signos que con tanto amor me enseñaron en mi infancia y que representan la cultura que me entregaron mis mayores. Veo que los aquí reunidos somos los últimos seres de una especie que se va a extinguir, surgida después de 15.000 millones de años en que la energía pudo transformarse en materia, la materia en vida y la vida en consciencia. Especie que supo ver las relaciones entre el macrocosmos y el microcosmos que rodeaba su vida, que creó formas de comunicación tan sutiles y bellas como el arte y que estuvo a punto de dominar el germen de autodestrucción que llevaba consigo la concepción materialista de su existencia. Pero surgió el imperialismo yanqui y la horda soviética, y unos cuantos seres de esa misma especie se sintieron en la obligación de liberar a sus congéneres de tan terribles males, lo que consiguieron a todas luces, ya que hoy ni lo uno ni lo otro da muestras de sobrevivir. Pero cuando pienso en aquellos años anteriores a la gran catástrofe me pregunto si valió la pena.
El ser de los ojos grandes y la mente clara, totalmente liberado de aquellos terribles males, no me entiende y yo no consigo hacerle comprender nada ...
Hace ya tanto tiempo ... Debió ser un día como hoy... Por ello hoy me quito la máscara antigás, el blando traje protector y los guantes para salir al fin de este refugio y que sea lo que Dios quiera. Yo también quiero beneficiarme por el hecho de haber sido liberado de tan terribles males...
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