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Tres reclusos escapan de la cárcel de máxima seguridad de Alcalá después de secuestrar a tres funcionarios con pistolas de jabón

Tres reclusos, considerados en medios policiales y penitenciarios como delincuentes peligrosos, se fugaron en la noche del Viernes Santo de la prisión de máxima seguridad de Alcalá-Meco, por un rocambolesco procedimiento en el que participaron, entre otros elementos, uno o varios compañeros de reclusión, las conducciones de agua, dos falsas pistolas confeccionadas con jabón, uniformes de funcionario simulados y placas de identificación arrebatadas a la fuerza. Uno de los fugados es Rafael Bueno, liberado en octubre de 1983 del Hospital Provincial de Burgos por miembros de su banda, que asesinaron a dos de los policías nacionales que le custodiaban. Los otros dos reclusos fugados habían escapado en junio de 1983 de Carabanchel por un procedimiento similar al empleado el pasado viernes.

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Rafael Bueno Latorre, de 29 años, Antonio Álvarez Gallego, de 26, y Antonio Retuerio González, de 26, los tres presos evadidos, estaban encarcelados en el Centro de Detención Madrid 2 a causa, precisamente, de su espectacular historial fuguista. Se trata de una cárcel de máxima seguridad ubicada en la carretera de Meco, a siete kilómetros de la localidad madrileña de Alcalá de Henares.Los fugados pertenecen al tipo de hombres que las autoridades penitenciarias consideran irreductibles, gente que "prefiere arriesgar su vida a permanecer entre rejas". Los tres son atracadores reincidentes, y sobre los dos primeros pesan, además, acusaciones de homicidio.

Hacia las nueve de la noche del Viernes Santo, Bueno, Álvarez y Retuerto comenzaron la ejecución de un plan que, sin duda, habían madurado mucho. A esa hora, los reclusos de Alcalá-Meco disfrutaban sus últimos minutos de tiempo libre, antes del recuento de retreta de las 21.30, que marca el momento de volver a la celda a dormir. La mayoría de ellos veían la televisión, otros jugaban a las cartas, algunos conversaban. Los funcionarios de guardia sentían que el ambiente era aún más relajado que en otras ocasiones, porque la jornada era festiva.

Era un día festivo para todos, menos para Bueno, Álvarez y Retuerto, que en ese momento se dedicaban a arrancar la taza del retrete de la celda número 47 del cuarto módulo de la prisión. Una vez conseguido su primer objetivo, el trío se deslizó por la estrecha boca circular, descendió hasta una galería de servicio, y, tras serrar una rejilla de hierro, accedió al sótano donde están las llaves de paso del agua y los interruptores de luz de la prisión. Entonces, el trío esperó la que sabían inevitable llegada de algún guardián.

A la hora en que las tres reclusos iniciaban sus andanzas por las tuberías, uno o varios cómplices pusieron en marcha la segunda fase del plan. Entraron en una celda desocupada del módulo número tres, rompieron un grifo y provocaron una aparatosa inundanción. Para atajarla, tres funcionarios corrieron hacia el sótano, para cerrar las llaves de paso.

Allí les estaban esperando los tres fuguistas, armados con un pincho un objeto punzante de fabricación carcelaria y lo que parecían dos pistolas Star de 9 milímetros largo. Luego se supo que, como en la película Toma tu dinero y corre, de Woody Allen, las armas estaban hechas a base de jabón pintado con tinta china.

Para simular el cañón y la recámara habían empleado tubos de acero inoxidable. En su anterior fuga , la de Carabanchel, en 1983, Álvarez y Retuerta usaron pistolas de escayola pintadas de negro.

No es esa la única coincidencia entre ambas escapadas. Como en aquella ocasión, en la noche del pasado Viernes Santo los funcionarios fueron atados y amordazados y despojados de algunas de sus prendas de uniforme, de la, chapa de identificación y de las llaves. Disfrazados dos de los fugitivos de guardianes y el tercero vestido con un mono, como si fuera un albañil o fontanero, los presos abandonaron el sótano, salieron a un patio y caminaron con calma hacia el edifico donde están las cocinas generales.

"Malestar policial"

Habría sido imposible que Bueno, Álvarez y Retuerto salieran de Alcalá-Meco por la puerta principal, porque la Guardia Civil identifica allí con cuidado a todo el que pretende entrar o salir. Sin embargo, los fugitivos sabían que las cocinas tienen una comunicación independiente con el exterior, una puerta para introducir los alimentos. Hacia allí se dirigieron, sin levantar sospechas entre los policías nacionales que vigilan la prisión. Por la puerta de la cocina salieron al campo sin obstáculos y se perdieron en la noche. Su ausencia se descubrió poco después, en el último recuento del día.

Un portavoz de la Dirección General de la Policía manifestó ayer su indignación por la fuga de los tres reclusos, en particular por la de Rafael Bueno al que calificó de "delincuente sanguinario". La citada fuente policial no ocultó su malestar hacia las autoridades penitenciarias, "que eran responsables de la custodia de individuos tan peligrosos". Por su parte, Pedro Ramos, director accidental de Alcalá-Meco, investigó las circunstancias de la fuga ayer por la mañana y se negó a hacer declaraciones.

La penúltima huida de Rafael Bueno, natural de la localidad sevillana de Utrera, se produjo al mediodía del 12 de octubre de 1983, en el Hospital Provincial de Burgos., Dos miembros de su banda, vestidos con bata blanca, entraron en su habitación, y, sin mediar palabra, acribillaron a dos de los policías nacionales que le custodiaban.

A finales del pasado noviembre, Bueno fue detenido, por decimoséptima vez en su vida, en Barcelona. Se le acusó de participar en la muerte, en un ajuste de cuentas, de otros tres delincuentes catalanes, cuyos cadáveres fueron desenterrados por la policía en los alrededores de Barcelona.

Antonio Álvarez, madrileño, ha sido detenido en 21 ocasiones, y la del Viernes Santo es su cuarta fuga. Está acusado de la muerte de un sargento del Ejército en un atraco a un banco de Leganés (Madrid), en enero de 1981. Fue detenido por última vez el pasado mes de octubre en Madrid. En cuanto a Antonio Retuerto, ha sido detenido en 12 ocasiones. Con anterioridad se había fugado dos veces, de la prisión vieja de Alcalá de Henares y de la de Carabanchel, siempre en compañía de Antonio Álvarez.

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