Sobre los exámenes
A pesar de los exámenes de junio, dispongo de algún tiempo libre. para anotar unas breves reflexiones sobre el magnífico artículo de Javier Sádaba del pasado día 13.Para dedicarse a la universidad hay que demostrar que se pueden hacer muchas cosas al margen de ella. Y no sólo esto: dedicarse a la universidad supone saber valerse de ella como de un simple aunque soberbio instrumento para comenzar a avanzar por el camino de la sabiduría. Y es preciso utilizar lo instrumental adquirido en ella, las herramientas profesionales, para penetrar en la vida y la realidad, auténtica meta del humanista que desborda los planes de estudio, con profundidad progresiva.
Lamentablemente, abunda la mediocridad y prima un abrumador servilismo al dios cinco del aprobado dispensador y justificante. Y devotos de tan denigrante culto son tanto los profesores consagrados en los ritos del estancamiento como las nuevas masas de fieles que deambulan por las facultades con la materia de exámenes olvidada una vez rellenos los folios de rigor, incapaces de conversar sobre ella y realizar análisis serios. Al fin y al cabo, para ellos los que tales extravagancias realizan son los empollones de turno o los dioses que habitan olímpicos e inaccesibles palacios.
Pero querría aclarar un punto importante. El sistema de exámenes no determina al verdadero estudiante. El examen es una pesada molestia que incordia especialmente en este mes de junio, que tanto invita al autodidactismo, un trámite burocrático que en ocasiones obliga a mirar más de lo deseable tal libro o tales apuntes imprescindibles para seguir adelante después de cumplir con la cita.
El estudiante que sabe lo que busca, es decir, que sabe de su poco saber y no se conforma con anquilosados remiendos al manual de rigor, bucea a través de la ramplonería ambiente hasta los tesoros humanos, pofesores y compañeros de la universidad que por encima de exámenes muestran cada día su sabiduría crítica.-
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