El pensador enmascarado
Nada más sorprendente que el contraste entre el carácter marginal, anticonformista e incluso subversivo del pensamiento de Michel Foucault y el perfil clásico, por no decir convencional, de su carrera académica.Después de un tránsito por el circuito de los servicios culturales y en particular de los servicios franceses en el extranjero -tuvo cargos en Polonia y Suecia- Foucault regresó efectivamente sin dificultades a la Universidad francesa. Su primer empleo fue en Clermont-Ferrand.
Luego se le encuentra, en 1968, en el pequeño grupo de intelectuales que participan en la fundación de la Universidad de París VIII, entonces instalada en Vincennes (hoy en Saint-Denis), y sin ningún tipo de problema es elegido, unos años más tarde, profesor del Colegio de Francia, con la responsabilidad de una cátedra de Historia de los Sistemas.
Puede decirse que, simultáneamente, Michel Foucault tiene todos los medios a su disposición para expresarse libremente sin ningún problema. Él tenía además conciencia del carácter ambiguo de una postura como ésta, y desconfiaba del poder que le daba la posibilidad de intervenir o de publicar donde quería, en cualquier momento y sin limitaciones.
Por ello, cuando le propuse, en febrero de 1980, que me concediera una gran entrevista para Le Monde, aceptó con la única condición de permanecer en el anonimato. Me vi obligado, en consecuencia, a publicarla bajo el enigmático título de Entrevista con un filósofo enmascarado (*). Añado que éste es un secreto que jamás hubiera revelado mientras viviera Foucault.
Enorme influencia
Sea a través de sus libros o a través de sus numerosas intervenciones en la Prensa, así como porsus cursos en el Colegio, siempre seguidos por una masa atenta y numerosa, puede decirse que Foucault ha ejercido una influencia enorme sobre la gente de su generación, al igual que sobre los más jóvenes. Esta influencia empezó a percibirse en 1966 con Les mots et les choses, pero ya la Histoire de la folie había alcanzado un amplio público recuperando, de forma inesperada, las tesis que entonces proponían los antipsiquiatras británicos Laing o Cooper. Más tarde, los trabajos de Foucault sobre la historia de la cárcel (Surveiller et punir, 1975) sirvieron de faro para toda una corriente de investigaciones antiautoritarias nacidas en el surco izquierdista de mayo de 1968. La publicación de la Volonté de savoir (1976) marca sin duda el arranque de la última etapa de Foucault: la etapa peor conocida, la más enigmática, pero quizá la más rica. Su trabajo sobre la historia de la sexualidad ha llevado, como sabemos, al filósofo a convertirse en historiador, y en particular en historiador de la antigüedad greco-romana (como su amigo Paul Veyne). Cuando acaban de aparecer el segundo y el tercer tomo, y el cuarto está todavía inédito, es evidentemente demasiado pronto para hablar de ellos. Pero ya de entrada estoy seguro de que esta última obra nos hará descubrir una cara desconocida de Foucault: la última cara de un filósofo que ha sabido cuestionarse a sí mismo hasta el final, buscar nuevas formas de pensar y de situar la verdad por encima de todos los poderes, comprendiendo el suyo propio.
Esta entrevista acaba de ser reeditada, con otras del mismo género, por el diario Le Monde, bajo forma de un libro titulado Entretiens avec Le Monde.
Babelia
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