El futuro del trabajo está en casa
¿Todo el mundo trabajando en su casa o con los amigos a media jornada o a cuarto de jornada? Esta nueva concepción del trabajo gana constantemente terreno. ¿Progreso? Puede ser, pero no es seguro.Yo trabajo "a la carta", tú compartes tu empleo con un vecino, él alterna períodos de paro con pequeños trabajos, ella procesa textos en casa por las mañanas y vende suéteres por la tarde. Trabajadores fuera de las normas, mitad cabra mitad oveja, con sueños de autonomía y de mejora individual en un mundo cada vez más inestable. Decididamente, así es; el trabajo ya no es lo que era. No sólo es difícil de encontrar y conservar, sino que la era del pleno empleo -Para todo el mundo ha quedado atrás.
La situación económica, que obliga a los directores de empresa a despedir a cualquiera y la ola avasalladora del paro han contribuido grandemente, como observa Jean Jacques Dupeyroux (1), "a deformar el modelo clásico de empleo", modelo que se basaba en el trabajo a jornada completa y el encuadramiento de por vida en una misma empresa, desde el aprendizaje hasta la jubilación. El concepto de empleo total se ha visto sustituido por el de trabajo flotante e incierto. De unos años a esta parte, favorecida por la crisis, se ha producido una floración de formas de empleo calificadas de atípicas por los especialistas: empleos interinos, sustituciones, subcontratos, puestos de trabajo compartidos, jornada parcial, horarios personalizados, etcétera. La lista dista mucho de estar completa aún.
De manera lenta, pero irresistible, aumenta la masa de trabajadores activos que se conforma con esta precariedad permanente. Así, por ejemplo, vernos cómo los trabajos de jornada parcial ganan terreno en todos los países industrializados. De acuerdo con los expertos de la OCDE (2), desde 1974, uno de cada dos nuevos empleos en Europa es; de jornada parcial.
Una reserva inagotable
Empleos de temporada, contrataciones a tiempo reducido, trabajos a destajo y chapuzas diversas. Es la crisis, no cabe duda. Pero también es cierto que las demandas específicas de ciertas categorías de población ofrecen en la actualidad una reserva casi inagotable de mano de: obra. A los centenares de miles de parados disponibles para tareas ocasionales, a las decenas de miles de jóvenes pendientes del primer empleo dispuestos a hacer los méritos que sean necesarios para conseguir su inserción profesional, vienen a sumarse las madres de familia deseosas de volver a trabajar, los estudiantes que buscan la autonomía financiera, los jubilados anticipadamente, más numerosos cada día, que afirman con discreción que tienen dificultades para "desinteresarse" del trabajo e incluso ciertos jubilados sensu stricto, dispuestos a ofrecer los beneficios de su experiencia profesional, aunque sea a tarifa reducida.
La existencia de este potencial de mano de obra crea una situación enteramente nueva, favorable a las innovaciones, sociales de todo género. Ya no se habla de trabajo para todos, sino de necesidades "flexibles", de "horarios seleccionados". Flexibilidad de trabajo y flexibilidad de empleo se han convertido en las palabras clave, no sólo del empresariado sino también de los poderes públicos. Hoy en día, unos,y otros ven en esta fórmula un medio para reducir el paro.
¿Flexibilidad? Sin duda alguna. De todas formas el concepto de flexibilidad rima, en la mente de muchos, con libertad, esa palabra tan traída y llevada. ¿Quiere usted más libertad en su trabajo? ¡Sea "flexible"! ¿Quién en nuestros días, sobre todo en las nuevas generaciones, no aspira a desuncirse del yugo de los condicionamientos laborales? La facilidad con que se desarrollan las nuevas formas de trabajo se explica también por este deseo de trabajar de forma "diferente". Las nuevas formas de vida y la transformación del sistema de valores, llevan cada día a más gente a poner en duda el valor sacrosanto del trabajo.
Estudios realizados en Francia han venido a subrayar esta evolución profunda de las motivaciones y de la mentalidad de los trabajadores. Mientras que en los años cincuenta, nueve de cada 10 franceses estaban motivados por una necesidad de seguridad económica, en 1982 la cifra se había reducido al 30%. En compensación, la "necesidad de expresión personal" se había hecho primordial para la mitad de los franceses.
La oficina, en casa
No hay por qué asombrarse. Los empresarios modernos, en atención a las opiniones de sus empleados, han tomado iniciati vas en este terreno que han cógido de sorpresa más de una vez a los sindicatos. Aquí y allá hemos visto a los responsables de personal estudiar planes laboral es más o menos complejos para la estructuración del tiempo de trabajo, con una idea muy simple como doctrina básica: dar prioridad al individuo sobre el grupo. En el sector francés de seguros, las mu tuas unidashan tomado la delan tera al proponer al personal un sistema de "trabajo por tiempo compartido" que ha sido aproba do por la mayoría, especialmente en las instalaciones de Belbeuf, cerca de Rouen. Esta fórmula, creada en 1981, afecta por ahora sólo a 27-personas de entre 600. Permite al empleado trabajar un día a la semana en su casa; la elección del día es dejada a la conveniencia de cada uno.
Trabajar en casa en lugar de la oficina o la fábrica; la idea resulta ciertamente atrayente. El trabajo en casa, circunscrito hasta ahora a ciertos sectores (textil, confección, cueros, calzado, juguetes, joyería, etcétera), está tomando nuevos impulsos con el desarrollo de la subcontratación y la creciente aparición de ciertas tareas en el nivel terciario. Pero para muchos expertos de todo el mundo, la expansión de esta forma de organización del trabajo se verá especialmente facilitada por las nuevas tecnologías en los campos de las telecomunicaciones y de los equipos de oficina. El desarrollo previsto de las redes de comunicaciones asociadas a los ordenadores y la aparición de nuevas maqumas de procesos de textos de muy escaso volumen permitirán, en un futuro próximo, descentralizar no sólo ciertas actividades, sino también ciertos empleos.
¿En qué proporción? Las previsiones de los industriales, los sociólogos, los tecnócratas y los futurólogos difieren en este punto. Un estudio realizado en 1971 por la ATT (American Telegraph and Telephone) no especificaba detalles, pero si hemos de creerles, para 1990 todos los americanos trabajarán en casa.
Estas nuevas formas de trabajo no tienen sólo aspectos positivos. Estos trabajadores de nuevo tipo, más autónomos y muchas veces con una mentalidad de pequeño empresario independiente, son trabajadores temporales y lo serán cada vez más. La automatización de las empresas y las nuevas tecnologías tienden a poner en peligro ciertas profesiones. Un reciente informe dedicado a las consecuencias sociales de la informatización de las empresas considera que la automatización de las actividades de oficina tiende a favorecer directamente "el trabajo a domicilio, que corre el riesgo de convertirse
El futuro del trabajo está en casa
en una modalidad importante de empleo temporal".Otro riesgo, denunciado sobre todo por las organizaciones sindicales, es la desintegración de la comunidad laboral con el aislamiento de los trabajadores, "descentralizados" para mal o para bien. "Nos vamos aproximando lentamente al trabajador ideal que el empresariado sueña para 1990", se afirmaba en un documento del sindicato francés CFDT, del metal, en una declaración de 1981 (3). "Este sería un trabajador independiente, sólo en su terminal, bien preparado para organizar su tiempo, para hacer horas extraordinarias gratuitas y para alcanzar sus objetivos, mientras espera la renovación de su contrato de trabajo temporal".
Riesgos de aislamiento y baja calidad
¿Visión exageradamente pesimista? El trabajo a distancia plantea problemas. A los inconvenientes ya citados, hemos de añadir el riesgo de una probable baja de calidad en las tareas transferidas a domicilio. Aislamiento, baja de calidad, remuneración según rendimiento, estatutos flexibles... "se han reunido las condiciones para la explotación de este tipo de mano de obra", estima un responsable del sector de fomento de empleo del sindicato comunista francés CGT, quien, además, prevé la posibilidad de "una ampliación de esta explotación a otras categorías de trabajadores, teniendo en cuenta la profundización de la crisis".
Si los sindicatos se inquietan, con razón, por las condiciones en que tienen lugar los cambios laborales, también se observa que están a la defensiva, preparados, al menos en apariencia, a enfrentarse a esta nueva revolución y a las nuevas pautas de comportamiento que implica. En efecto, se nos plantean ciertas cuestiones: todo el mundo desea reducir la duración del trabajo, aunque muchos no saben siquiera qué hacer con el tiempo libre. Para Michel Godet, investigador del centro de prospectiva y evaluación del Ministerio de Industria e Investigación francés, "la redución de la duración del trabajo y la diversificación de los horarios podrían provocar pronto una explosión de las multiactividades. Cada día son más las dudas planteadas con respecto al modelo monolítico. El empleo único tiende a desaparecer y, paradójicamente, la sociedad del ocio podría muy bien llegar a producir un aumento de las horas extra. Diez horas al día, en dos jornadas partidas, en lugar de la jornada de ocho horas en una única empresa".
Colección de estatutos
En este esquema veremos casi seguro multiplicarse los estatutos: trabajadores a jornada completa, a jornada parcial, temporales, con contrato limitado, trabajos clandestinos, etcétera; ha brá empresas que lleguen incluso a coleccionar estatutos. Tendríamos entonces "una versión individualizada de la sociedad dual", leemos en los resultados y recomendaciones del programa FAST de la Comunidad Económica Europea (4), "en la que, en lugar de tener por un, lado a los trabajadores de los sectores protegidos, por otro a los trabajadores más expuestos y por otro a los que no tienen nada en absoluto, el mayor número posible adquiere una cobertura social y financiera mínima y mejora su nivel de vida gracias a actividades paralelas".
Esta práctica de la doble actividad no está aún muy extendida, pero existe. Los universitarios se dividen muchas veces entre las actividades académicas y las de asesoría o consejo de empresas; los militares, bomberos y policías hacen horas extraordinarias por las noches en trabajos de pintura o mecánica, y así sucesivamente. La era de la acumulación de empleos llama a nuestras puertas. Se comprende con facilidad que los trabajadores, en caso de que se generalizara la costumbre de la jornada parcial, tratarán de ocuparse de otros proyectos profesionales, aunque sólo fuera para conseguir ingresos suplementarios.
Guy Aznar, sociólogo y autor de una obra en la que se aboga por las jornadas partidas para todos (5), cree, por su parte, en una segunda actividad autónoma. En colaboración con el nuevo municipio de Vaudreuil (Seine Maritime), trabaja en un proyecto de "casa de horarios opcionales", concebida como una forma de hábitat "que prepara una nueva organización social". Para esta experiencia, colocada bajo el triple signo del espítitu g.rupal, de la calidad de vida y de la alta tecnología, se seleccionarán unos cuantos habitantes-cobayo. Esta casa, en la que se trabajará a distancia con un amplio sentido de la convivencia (esto no es dificil de adivinar), ¿servirá para estimular nuevos progresos o no pasará, en definitiva, de ser una falsa esperanza más? Esperemos y lo sabremos.
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