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Reportaje:

Guía secreta del pacto social

Gobierno, sindicatos, y patronal han buscado en las negociaciones privadas la solución de sus diferencias.

El conocido sindicalista preguntó tímidamente al camarero si podía utilizar el teléfono. Una joven rubia, apenas cubierta por un minúsculo tanga y a pecho descubierto, acercó sonriente el aparato al líder obrero. Compañeros suyos esperaban, profundamente interesados en el hielo de sus vasos, la contestación del ministro a una propuesta más para intentar romper el estancamiento de las negociaciones. Eran las tres de la madrugada de un largo día. Y aquel top-less uno de los pocos locales abiertos a aquellas horas. Momentos antes se habían dado por prácticamente rotas las negociaciones en la reunión oficial.Los negociadores de los acuerdos recuerdan ahora, cuando el sistema de negociación parece haberse convertido en un escollo insalvable para que CC OO participe en el futuro pacto, anécdotas semejantes. Y reconocen que nunca se explica completamente lo que se ha tratado, ni siquiera en las reuniones de carácter público, y que siempre hay materias reservadas en las conversaciones.

Acuerdos que parecían imposibles se han reconducido ante una botella de whisky, ya de madrugada, en cualquier bar. Y las tensiones producidas por la negociación se han diluido ante un lenguado a la plancha. Los lugares elegidos para estos encuentros secretos dependen de cada interlocutor. Y en este aspecto es sabido que el café Comercial, en la glorieta de Bilbao, era uno de los sitios en los que más a gusto se encontraba Nicolás Sartorius, de CC 00, en sus contactos secretos con José María Zufiaur, de UGT, durante las negociaciones del ANE. Con la CEOE, el palomar (apelativo que se da al chalé de la calle de Serrano donde tiene sus oficinas Fabián Márquez, asesor de la CEOE) es uno de los lugares a los que con mayor frecuencia se ha recurrido, aunque esta especie de pisofranco se considera ya un tanto quemado. Ha habido demasiados periodistas montando largas guardias para soprender a los supuestos conspiradores.

Cuando en los encuentros participa el Gobierno, los propios ministros acuden a estas citas clandestinas. Y o les llaman a su despacho oficial o suelen elegir restaurantes cómodos y discretos y no excesivamente conocidos. Alguno de los negociadores cuenta ahora que Abril Martorell era amigo de llamar a cualquier hora de la noche y los citaba en la "tasquita de costumbre". Allí, camareros con los ojos cargados de sueño eran testigos involuntarios de larguísimas conversaciones que Abril prolongaba hasta la madrugada.

Cuando es el Gobierno el que cita, suele correr con los gastos. Y cuando es la patronal la que llama a los sindicatos, son los empresarios los que pagan las copas -alguno afirma que "y los platos rotos"-; y tienen fama de no ser nada rácanos en este sentido. La verdad es que el gasto no suele ser excesivo, y, como dice alguien, "una botella de coñá tampoco arruina a nadie". Los sindicatos invitan cuando el encuentro es en su sede ("a nadie se le niega un café"), y no es raro que se opte por el pago a escote. Todavía se recuerda que "Zuflaur se portó como un príncipe oriental" cuando le nació una hija durante las negociaciones del AMI.

Este tipo de encuentros suele servir para que cada parte diga el máximo de sus posturas "a calzón quitado", en la confianza de que no va utilizarse después el dato de forma demagógica e interesada. Y es un pacto de caballeros que se cumple. Ni CEOE, ni UGT, ni CC 00 ha utilizado jamás el conocimiento de una oferta máxima efectuada en un encuentro secreto, aunque posteriormente, de forma oficial, se haya hecho otra más baja.

Dos excepciones

Pero todos insisten en que en estas conversaciones reservadas nunca se llega a compromisos que hayan de quedar en secreto en el posterior acuerdo. Y sólo se señalan dos excepciones. Las dos con el Acuerdo Nacional sobre Empleo (ANE). En aquel pacto sí hubo compromisos fuera de la mesa que se hurtaron, por distintas razones, a la opinión pública. El primero fue el relativo a la contratación temporal. Los sindicatos, a iniciativa de UGT, exigieron que el Gobierno representado en aquel encuentro por GarcíaDíez y Sancho Rof- firmara por escrito que no sobrepasaría -después determinados límites en este tipo de compromisos. Sancho Rof lo firmó. El compromiso no se hizo público para evitar que la CEOE montara en cólera, y cuando meses después se dio a conocer, no llegó a tanto su enojo.

También en el ANE se pactó en secreto la subvención sindicaL La CEOE asegura todayía que se enteró por la prensa. Las razones del secreto las justifican los autores por la necesidad de no dar la sensación de que los sindicatos habían vendido la moderación salarial por las ayudas.

La noche del secuestro

Tal vez sea el ANE el acuerdo que más anécdotas tenga en cuanto a pasteleos, componendas y negociaciones paralelas y secretas. La última noche de reuniones, mientras los periodistas entretenían la madrugada en interminables partidas de mus, sindicalistas y empresarios no hacían otra cosa que esperar, derrumbados por los sillones. La negociación ya no estaba allí Calvo Sotelo, entonces presidente de Gobierno, había levantado de la cama al entonces también presidente de la CEOE, Carlos Ferrer, y le había hablado de la necesidad de firmar el acuerdo.Al contarlo, uno de los que estaban presente comenta que aquello parecía la consecuencia de una revolución: "Allí estábamos. Los empresarios esperando a ver qué pasaba. Y los sindicalistas, que habían tomado por asalto sofás y sillones, buscando una postura cómoda para pasar la noche. Todos, custodiados por la Guardia Civil. Era dantesco". Porque, además, García Díez insistía en que de allí, no salía nadie hasta que Ferrer decidiera su postura, mientras probaba sin éxito comunicar telefónicamente con él. El teléfono de Ferrer Salat comunicaba (eran las cuatro de la madrugada) porque, a su vez, él estaba explicando a su ejecutiva la conversación con Calvo Sotelo. Dada la desesperación, de los presentes, Sancho Rof propuso, ante la sorpresa general, llamar a la Telefónica y hacer que interrumpieran la conversación de Carlos Ferrer para que les dijera de una vez qué había decidido.

Y es que las presiones de los ausentes se notan en las negociaciones. La de Nicolás Redondo y la de Marcelino Camacho se ha sentido a veces con verdadera intensidad. Los máximos responsables del sindicato suelen seguir las reuniones -tanto las públicas como las privadas- minuto a minuto. Se cuenta que en el AI, Carlos Ferrer y José María Cuevas siguieron los últimos escarceos telefónicamente desde una habitación de un hotel. Y los representantes de UGT buscaron una noche por todo Madrid a Nicolás Redondo para contarle sus dudas, en aquel momento decisivas.

Pero todos coinciden en que es la presencia de la prensa la que más temen. En ocasiones, sobre todo en las reuniones previas, suele haber acuerdo para que todas las partes cuenten lo mismo. Y esta presión es lo que aconseja normalmente buscar la reunión secreta, el encuentro privado que los libere de hacer declaraciones con las que después pudieran pillarse los dedos, para no tener que mirarse unos a otros y preguntarse: "Y ahora, ¿qué decimos?".

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