Una técnica de desarrollo vertiginoso
La concesión del Premio Nobel de Medicina a los doctores Milstein, Köhler y Jerne supone el reconocimiento universal de su importante contribución al desarrollo de los anticuerpos monoclonales, una tecnología que se viene utilizando hace más de cinco años para la producción a escala industrial de anticuerpos monoespecíficos frente a virus, bacterias, hongos y parásitos, así como trente a células tumorales. Los anticuerpos monoclonales comienzan a tener un amplio campo de utilización veterinaria o médica para el diagnóstico de diferentes enfermedades de origen infeccioso, tumoral o degenerativo.También se están realizando ensayos controlados para verificar su posible utilización en el tratamiento de determinadas enfermedades; y en este sentido se considera muy probable la posibilidad de llegar a utilizar los anticuerpos monoclonales como vehículo para dirigir selectivamente una determinada sustancia tóxica hacia las células cancerosas. Pero con independencia de estas posibilidades diagnósticas y terapéuticas, los anticuerpos monoclonales constituyen una excelente herramienta de trabajo experimental para el desarrollo del conocimiento en gran número de disciplinas biológicas.
Todo este gran abanico de posibilidades para la investigación y el desarrollo tecnológico procede del trabajo pionero de César Milstein y Georges Köhler, realizado en el Laboratorio de Biología Molecular del Medical Research Council en la Universidad de Cambridge, y comunicado en agosto de 1975 por el semanario Nature. En él los nuevos laureados descubrían un método para obtener unas líneas celulares productoras de anticuerpos específicos mediante la fusión de linfocitos procedentes de ratones inmunizados y células tumorales de mieloma de ratón. Las células híbridas procedentes de esta fusión poseen la capacidad productora de anticuerpos propia de los linfocitos y la capacidad de crecimiento indefinido característica de las células tumorales.
El resultado es una línea celular productora de un solo tipo de anticuerpo específico en cantidades sólo limitadas por la capacidad del sistema de cultivo celular utilizado.
El método puede adaptarse para la obtención de hibridomas capaces de producir anticuerpos específicos frente a cualquier tipo de antígeno: para ello basta inmunizar a ratones con dosis repetidas del antígeno escogido -como, por ejemplo, un extracto de membranas de células tumorales-, disociar las células del bazo, que son en su gran mayoría linflacitos productores de anticuerpos, y mezclarlos con células de mieloma, en condiciones que favorecen la fusión celular. Finalmente, los hibridomas productores del anticuerpo deseado se aíslan mediante una técnica de selección clonal para células productoras de anticuerpos, que fue puesta a punto por Jerne en 1963 y que ahora le ha valido su inclusión en el podio del Nobel.
Tomado en su conjunto, el Nobel de Medicina de este año responde a las expectativas de la comunidad científica, que ha contemplado atónita el vertiginoso desarrollo de los anticuerpos monoclonales en algo menos de una década. Como en todos los premios científicos, es de esperar que haya agravios comparativos y expectativas defraudadas. Pienso en Henry Kaplan y Lennart Olsson, que lograron en 1980 poner a punto la técnica para producir anticuerpos monoclonales de origen humano, así como en los cientos de investigadores cuyo trabajo oscuro facilita el camino del descubrimiento que lleva a la gloria.
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