La paz posible en Centroamérica
CON LA presencia en Madrid de los cancilleres del Grupo de Contadora (Colombia, México, Panamá y Venezuela), la opinión española ha tenido ocasión de percibir mejor la labor realmente extraordinaria que han venido desarrollando, en el curso de los dos últimos años, para evitar el estallido de una guerra en uno de los puntos más delicados, más calientes de la escena mundial. El documento que se conoce como acta de Contadora es el fruto de un tenaz y paciente trabajo de negociación; de aproximación de posiciones, en un principio muy distantes; de ensamblamiento y síntesis entre aspectos económicos, políticos, militares, de seguridad, etcétera, para ofrecer un camino concreto susceptible de garantizar la paz, de alejar los conflictos más o menos latentes, de crear, por encima de las diferencias de ideología y de sistemas sociales, un clima de cooperación y tranquilidad en las relaciones entre los Estados de Centroamérica. A lo largo de ese trabajo, los cuatro países de Contadora han ido logrando un creciente apoyo internacional para sus esfuerzos de paz. Las Naciones Unidas manifestaron tal apoyo en el Consejo de Seguridad. En una reunión sin precedentes, celebrada recientemente en San José de Costa Rica, la Comunidad Económica Europea, con la presencia de España y Portugal, ha plasmado de forma neta su voluntad de sostener los esfuerzos de Contadora. En resumen, la comunidad internacional tiene una conciencia bastante clara de que existe en Centroamérica un camino para la paz: el que han elaborado los cancilleres del Grupo de Contadora.En la reunión que acaban de celebrar en Madrid, dichos cancilleres han examinado las diversas observacio nes que han recibido, particularmente de los Gobiernos de Honduras y El Salvador, para mejorar, afinar el texto del acta, que había sido sometida a los cinco Gobiernos centroamericanos. A primera vista, tal afinación no debía representar problemas; era incluso un requisito previsto en las etapas previas a la firma. Sin embargo, han surgido dificultades que van más allá de un proceso lógico de puesta a punto. No ha sido posible terminar la redacción del acta en Madrid, tal como se había anun ciado en diversos centros. Ver en ello exclusivamente di ficultades técnicas sería cerrar los ojos ante la realidad. De hecho, después de que Nicaragua hiciese pública su decisión de firmar el acta sin pedir ninguna corrección -decisión que causó sorpresa en Washington- surgieron fuertes objeciones a diversas partes del acta; en primer lugar, por parte de EE UU. Poco después, de El Salvador y de Honduras.
No existe discrepancia sobre la conveniencia de ampliar o mejorar tal o cual punto concreto del acta. En un comunicado que han aprobado en su reunión en Madrid, los cancilleres de Colombia, México, Panarná y Venez aela declaran que están decididos a realizar esa mejora del texto en un plazo rápido. El problema es otro: que las afinaciones no impliquen cambios sustanciales, porque en tal caso sería desandar lo andado, volver atrás sobre lo ya logrado. La duda que surge es si todos los Gobiernos interesados tienen una voluntad política real de firmar el acta, como marco hoy imprescindible para abrir el camino de la paz. En ciertos casos, el perfeccionismo excesivo se convierte en enemigo de lo bueno posible. Pensar que en un acuerdo internacional entre Estados soberanos se pueden prever de antemano todas las eventualidades es ilusorio. Lo concreto es que el acta de Contadora ofrece hoy, sustancíalmente, un camiro de paz. Entorpecerlo, bloquearlo, dilatarlo, hacerlo saltar es una actitud moral y políticamente detestable.
Ha habido declaraciones generales de apoyo a Contadora en Washington por parte de altos dirigentes, incluso de la Casa Blanca. Pero también ha habido actos que tienen, en sí, una significación contraria. Es sintomático que el canciller de México, Bernardo Sepúlveda, haya hecho unas declaraciones en Madrid en las que pide a Estados Unidos "coherencia política entre sus postulados, de apoyo a Contadora y la realidad". EE UU necesita decidirse entre una política de presencia militar (con sus consejeros, sus maniobras, incluso la guerra sucia) o jugar la carta de la paz, aunque pueda implicar ciertos riesgos para ellos. Subsiste la duda de si su objetivo prioritario es mantener su propia presencia militar, o bien obtener garantías de que la retirada va a ser de todos los consejeros militares extranjeros, tanto ellos conio los cubanos.
El ambiente que ha rodeado las conversaciones entre el presidente Duarte y los representantes de la guerrilla en La Palma atestigua un sentimiento muy profundo que embarga a masas inmensas, y no sólo en El Salvador: el cansancio de la guerra, las muertes, las angustias; el anhelo de paz y tranquilidad para intentar vivir mejor. Contadora ofrece hoy el marco diplomático capaz de conducir hacia esas metas.
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