Paro, pobreza y nuevas formas de protección
El empleo está mostrando en Europa signos inequívocos de inflexibilidad. Las estimaciones actuales nos ofrecen, en general, tasas de desempleo que se mantienen e incluso muestran tendencias a su elevación. Fijándonos exclusivamente en las tasas de desempleo y aceptando las tesis predominantes hoy en economía, deduciríamos que los países siguen manteniendo a ultranza el ajuste en precios y que, por tanto, las tasas de inflación son todavía altas. Sólo así justificaríamos las políticas a seguir. Ahora bien, las tasas de inflación en Europa, en general, ya se han ajustado; el proceso de deflación se cerró para los principales países en el año 1982 (Italia y en menor medida Francia, con retraso).La caída y el posterior mantenimiento de los precios reflejan que el saneamiento económico-financiero de esos países ya se ha realizado y las "condiciones para un mayor empleo" existen. Lo preocupante es que esto, no se da. Errores de política, animal spirits, alta especulación financiera u otros podrían explicar la situación.
En relación directa con el alto nivel de desempleo en Europa se sitúa la aparición de los nuevos pobres: los segmentos más desprotegidos de la sociedad del bienestar. Si el paro adquiere tintes de perennidad, es fácil explicarse situaciones de pobreza entre la población. Existen segmentos apreciables y en aumento en Inglaterra, en Alemania, en Francia, etcétera. Pero, además, lo verdaderamente inaceptable para el hombre racional (pobre o no) es constatar la existencia de enormes cantidades de productos agrícolas almacenados por falta de compradores. Toneladas de mantequilla, de cereales, de carne, de vino, de productos lácteos se amontonan en Europa sin posibilidad de ser absorbidas por la población. El despropósito no puede ser mayor: por un lado, los pobres (demanda potencial) sin productos que adquirir, y, por otro, productos sin demanda o mercado donde colocarse.
Los bonos alimenticios
No sólo en, Estados Unidos, donde ya tienen una larga tradición, sino en otros países europeos se están iniciando los pasos para intentar proteger a esta población con fórmulas más imaginativas, por ejemplo mediante la emisión de bonos alimenticios (food-stamps), que podrían tener todas las características de remuneración en especies girados contra los excedentes agropecuarios acumulados en los respectivos países. Obviamente, la emisión de estos bonos no tiene por qué generar proceso burocrático ni inflación, pudiendo incluso ayudar al no crecimiento de las disponibilidades y al temido déficit (véase mi artículo en EL PAÍS, junio de 1980).
En España la situación es similar a Europa, con matizaciones. Asumiendo que el comportamiento del empleo se muestre más similar a Europa, es decir, estancamiento o leve tendencia a la baja en sus niveles, a pesar de los niveles ya alcanzados, todavía hay que seguir vigilando el componente precios, puesto que su nivel, alrededor del 9% anual, está muy lejos de alcanzar a los países industriales que disfrutan de una media del 5% anual. Claro que, como ya veíamos más arriba, puede ocurrir que, alcanzado el ajuste en precios (tasas de inflación, por ejemplo, del 5%-6% anual), debamos estar 2 o 3 años más, como ya ocurre en Europa, sin ver los niveles de empleo recuperarse. Es el riesgo que corremos al intentar ajustar (ayer salarios reales, hoy déficit públicos, mañana Seguridad Social) una economía que no crece a las exigencias del mercado. El paradigmático mercado siempre puede exigir una póliza para su correcta tramitación.
Los "nuevos pobres" españoles
Por ello, elegida una política económica determinada, y sabiendo que las cotas de desempleo van a mantenerse en el futuro, puede ser interesante el proteger a los desempleados por otros métodos, como el arriba señalado.
La existencia en el ámbito español de nuevos pobres es un hecho. La tasa de cobertura del desempleo se sitúa en el 23,5% de la población desempleada, habiendo bajado desde el 30,4% en 1982. Es decir, sólo unas 600.000 personas perciben ayuda de un total de 2.600.000. Por otro lado, la similitud con Europa es patente en cuanto a los excedentes agro alimentarios. El FORPPA sabemos que interviene en gran parte de los productos sensibles, aunque no sistemáticamente. Pero lo que es cierto es que, con o sin Mercado Común, el apoyo a la agricultura será un hecho estructural que gravará a la economía española. Las cifras son elocuentes: a diciembre de 1982, y en sólo tres productos (aceite, alcohol y vacuno), las pérdidas derivadas de los excedentes se situaban en 73.200 millones de pesetas, siendo los gastos de almacenamiento de 33.000 millones de pesetas. ¿Cuántos salarios de protección totales o parciales en especie podrían cubrirse? Por un lado, personas sin empleo ni protección, y por otro, productos sin venta y causando cuantiosas pérdidas. ¿Merece la pena un esfuerzo imaginativo hacia nuevas formas de protección?
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.