Sanguinetti jura hoy como presidente constitucional de Uruguay
ENVIADO ESPECIAL La Cámara de Diputados uruguaya, un día antes de la toma de posesión del abogado Julio María Sanguinetti como presidente constitucional, comenzaba a debatir ayer el proyecto de ley de amnistía "total e irrestricta" presentado por la oposición. El proyecto ha sido elaborado conjuntamente por el Partido Nacional o Blanco, capitaneado por Wilson Ferreira, y por la coalición de izquierdas Frente Amplio, que preside el general Liber Seregni. Los debates serán interrumpidos por los actos de toma de posesión e investidura del nuevo presidente, y, hoy mismo, el gubernamental Partido Colorado presentará a la Cámara su propio proyecto de "pacificación nacional".
Este primer encontronazo entre el Gobierno y la oposición está acolchado por el clima sentimental y eufórico de la recuperación democrática y por el convencimiento de que en este mismo año, por un procedimiento u otro, todos los presos por convicción habrán abandonado los execrables penales de Punta Carretas, Punta Rieles y Libertad, incluidos Raúl Sendic, fundador del movimiento tupamaro, y el español Pedro Mas y Mas, que dio muerte al agregado de la CIA en Montevideo, Dan Mitrione.
Blancos y frente amplistas no hacen otra cosa que cumplir desde la oposición sus promesas electorales al respecto, y los colorados pretenden liberar a los presos políticos con más suavidad, amnistiando a los condenados bajo la dictadura y procurando indultos individuales o reducción de penas para quienes se alzaron en armas contra la democracia :antes del golpe de Estado militar. De hecho, las liberaciones son diarias, y desde el 7 de febrero el Supremo Tribunal Militar ha decretado ya 111 excarcelaciones.
La ciudad se apresta a recibir a 72 delegaciones extranjeras, entre las que destacan las encabezadas por los jefes de Gobierno de España, Felipe González, y de Italia, Bettino Craxi; el secretario de Estado estadounidense George Shultz; los presidentes de Argentina, Raúl Alfonsín; de Colombia Belisario Betancur; de Panamá: Nicolás Ardito; de Costa Rica, Luis Monge; de Nicaragua, Daniel Ortega, y de Bolivia, Hernán Siles Zuazo, si las condiciones internas de su país no impiden a última hora el viaje.
Personalidades especialmente invitadas son los ex presidentes Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera (Venezuela), el ex primer ministro español Adolfo Suárez (expulsado en agosto del país por la dictadura tras participar en la defensa del entonces detenido Wilson Ferreira) y el gobernador de Río de Janeiro, el socialista Leonel Brizola.
La delegación española habrá llegado a Montevideo en la madrugada de hoy (hora local), y de ella formarán parte, junto a Felipe González y Adolfo Suárez, el ministro de Asuntos Exteriores, Fernando Morán; el presidente del Instituto de Cooperación Iberoamericana, Luis Yáñez; el teniente general Manuel Gutiérrez Mellado y Antonio Garrigues Walker, vicepresidente de la Internacional Liberal.
Se tiene por segura una entre vista entre González y Shultz, y será inevitable que la coincidencia de destacados dirigentes del Grupo de Contadora, del comandante Ortega, del secretario de Estado norteamericano y de Felipe González, en su calidad de vicesecretario de la Internacional Socialista propicie encuentros multilaterales e informales sobre los conflictos centramericanos.
En otro orden de cosas, González intercederá personalmente por los presos políticos españoles o d origen español, muchos de los cuales se encuentran en el grupo comprometido de los que lucharon militarmente por sus ideas antes de la implantación. de la dictadura No dejará de ayudarle en esta tarea el ministro uruguayo de Relaciones Exteriores, Enrique Iglesias, nacido en Navia (Asturias).
Sanguinetti jurará hoy su cargo en el salón de pasos perdidos del Congreso, antes de acudir a la casa (le Gobierno a recibir la banda presidencial y dirigirse al pueblo en la plaza de la Independencia. Como un símbolo, cuadrillas de albañiles desmontan el elevado muro de cemento que rodeaba la residencia presidencial: en sus jardines, el general Gregorio (Goyo) Álvarez, último titular de la dictadura, había plantado una huerta.
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